El liderazgo de Heydis Mena, joven afro, y Diana Leivi, mujer afro-indígena, nació de la necesidad y el ejemplo. Heydis tuvo que abrirse un camino luego de que a sus 11 años un grupo de paramilitares asesinó a su papá, el líder social Ulises Mena, y obligó a su comunidad del corregimiento Calle Quibdó (Chocó) a desplazarse a barrios marginales de la capital. “Pasé de vivir del alimento que nos daba la tierra y la pesca, a una ciudad con grandes vacíos sociales, desempleo y violencia, en especial para las mujeres”, dice. Por eso, apenas pudo, ingresó a los procesos sociales. El punto de partida fue la Red Departamental de Mujeres Chocoanas y desde 2011 lideró la creación de un brazo joven de esa organización: la Red Juvenil de Mujeres Chocoanas (Redjumucho).
Los primeros pasos de Diana Leivi, en cambio, fueron impulsados por los de su mamá, lideresa comunitaria. “Eso viene de la sangre”, dice. Y sin embargo, tuvo que atravesar la tradición machista de su pueblo para llegar a ser la primera mujer coordinadora del Foro Interétnico Solidaridad Chocó, durante tres años. “El 95 % del equipo directivo eran hombres y decidí que había que iniciar una lucha por la inclusión efectiva de las mujeres”, cuenta. Esa batalla debía iniciar desde su propia comunidad, por lo que su actual apuesta es la creación de la Consejería de Mujeres del Consejo Regional Indígena del Chocó (Crich).
Heydis y Diana tienen tres cosas en común: son mujeres, pertenecen a pueblos étnicos y lideran grupos femeninos que buscan mayores espacios de participación efectiva para la defensa de sus derechos y la lucha contra la violencia en el departamento, que las ha afectado en especial a ellas.
“Pasé de vivir del alimento que nos daba la tierra y la pesca, a una ciudad con grandes vacíos sociales, desempleo y violencia, en especial para las mujeres”
Víctimas de la violencia, la pobreza y el machismo
Entre enero y noviembre de 2021, la Oficina para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA) registró 72.388 desplazados y 57.787 personas confinadas a nivel nacional; el 69% de víctimas de desplazamiento y el 96% de confinamiento son indígenas y afro. Chocó está dentro de los departamentos más afectados: en 2020 registraba al 65 % de los perjudicados .
Diana y Heydis dicen que las mujeres son aún más afectadas por este flagelo. Al llevar la carga del cuidado del hogar, dice Diana, “las mujeres son quienes caen en las minas antipersonal por ir a pescar y a recolectar el plátano; son las mujeres quienes tienen miedo de ser violadas por los armados cuando deben salir a cazar”.
En las alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo del 2021 también aparecen las mujeres (junto a niños y niñas, afrocolombianos e indígenas) como un grupo social de mayor vulnerabilidad por la disputa entre el Eln y las Agc por el control el territorio. Pese al subregistro, en las alertas sobre municipios del río Atrato y el San Juan, la Defensoría llamó la atención sobre la violencia basada en género contra mujeres familiares de presuntos miembros de otros grupos armados, la explotación sexual de niñas y el abuso sexual por parte de estos, sumados a amenazas e intimidaciones contra lideresas sociales que las presionan a “dedicarse a las labores del hogar”.
71.4% de las mujeres rurales en Chocó apenas alcanzaron la básica primaria y 14.3 % no completaron ningún grado de escolaridad.
Esa violencia machista se evidencia en otros índices. Pese a que algunas ONG regionales denuncian un alto nivel de subregistro, un diagnóstico de la Corporación Humanas y el Observatorio de Feminicidios de la Red Feminista Antimilitarista mostró que solo en 2019, 12 mujeres fueron víctimas o estuvieron en riesgo de feminicidio. Además, son las de menor acceso a educación: 71.4% de las mujeres rurales en Chocó apenas alcanzaron la básica primaria y 14.3 % no completaron ningún grado de escolaridad. Y las de menor acceso a tierra: mientras que un 72,3 % de la tenencia está en manos de hombres, solo el 11% está en manos de mujeres, y de ellas solo el 2,9 % es propietaria, de acuerdo con el Foro Interétnico Solidaridad Chocó (Fisch) y la Consultoría para los Derechos Humanos (Codhes).
49,6 % de las mujeres del Chocó viven en pobreza multidimensional.
A ello se suma que son las más afectadas por la pobreza: 49,6 % de las mujeres vive en pobreza multidimensional, frente al 48,5% de lo hombres. Lo que resulta grave al ser Chocó el departamento en el que más aumentó la pobreza multidimensional en el último año y el de mayor jefatura femenina, según el Dane.
Laura Gómez, gerente del programa de derecho a la igualdad, de Oxfam Colombia, lo resume así: “Chocó, de por sí, es uno de los departamentos más afectados por condiciones de vulnerabilidad, pero además tiene machismo y racismo estructural. Por lo que en las zonas rurales, que son las más pobres, la brecha es mayor dentro de las mujeres y peor aún para las mujeres afro e indígenas”. Y por esto precisamente tienen mayores tasas de inactividad, desempleo y desigualdad en los espacios de tomas de decisión. “Si revisamos también cuántas mujeres afro e indígenas hay en entes del Estado y en cargos de elección popular, la participación es casi nula”, señala.
Un escudo protector
Las mujeres del Crich y Redjumucho tienen planes concretos para acabar, poco a poco, con esta brecha. “Estamos tomando consciencia de que las mujeres jugamos un rol fundamental en lo político y organizativo”, dice Diana Leivi. Por eso, ella y más de 50 mujeres indígenas de Novita, Condoto, Tadó, Alto Baudó, Medio Baudó, Medio Atrato, Quibdó y Bojayá tienen el objetivo de conformar una Consejería de la Mujer al interior del Consejo Regional Indígena.
“Esa apuesta nos ha exigido capacitarnos desde el territorio en los derechos que tenemos las mujeres y plantear agendas concretas sobre nuestra participación en espacios de educación y primera infancia, pero también del comité directivo del Crich, que en sus estatutos tiene consejerías de educación, finanzas, territorio y derechos humanos, pero no hay consejería de la mujer”, explica la lideresa. Y aunque aún no aparecen en el papel como consejería, ya han participado en la Mesa Departamental Indígena y en el Congreso Indígena.
“Queremos llevar la misma visión de trabajo, equidad de género, defensa de los derechos y empoderamiento de las mayores con las jóvenes”
La Red Juvenil de Mujeres, por su parte, ha continuado el legado de la Red Departamental, pero hacia otro grupo de edades. “Queremos llevar la misma visión de trabajo, equidad de género, defensa de los derechos y empoderamiento de las mayores con las jóvenes”, señala Heydis. Por eso han desarrollado estrategias de pedagogía, por ejemplo, del Acuerdo de paz, y de fortalecimiento de lazos comunitarios como “Pinta tu casa por la paz”, una campaña de pintura en las zonas más vulnerables de Quibdó.
“La pintura se convirtió en una forma de unir a las familias, de fortalecer el tejido social comunitario y de creación de entornos protectores en barrios creados por población desplazada por la violencia de otras zonas del territorio, que aún no tienen condiciones mínimas de protección de los derechos y que no reciben intervención institucional”, añade la lideresa afro. Esa creación de espacios seguros, dice, disminuye los riesgos de reclutamiento a los que están sometido los y las jóvenes. Actualmente son 22 voluntarias y su apuesta más reciente es la del campo de la investigación para combatir el subregistro de las desigualdades y las violencias basadas en género.
Ambas iniciativas hacen parte del proyecto Voz y Liderazgo Mujeres Colombia, financiado por el Gobierno de Canadá e implementado por Oxfam, que les ha brindado apoyo con recursos económicos y con capacitaciones para su fortalecimiento organizativo y la promoción de sus agendas propias. Y no solo a ellas, sino a 15 organizaciones y colectivos sociales en Chocó, Cauca, Valle del Cauca, Putumayo y Nariño, que luchan por la reivindicación de los derechos de las mujeres rurales.
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En ese proceso, el apoyo organizativo ha sido importante. Para la red juvenil ha significado una mayor persistencia. “Ha sido nuestro escudo protector, el que nos ha brindado el apoyo que no encontramos en la institucionalidad, para continuar formándonos y trabajando en el territorio desde nosotras mismas y seguir generando vinculación de otras mujeres”, dice Heydis. Ese apoyo, explica Laura Gómez, “es bien importante para que sean sostenibles cuando se termine la implementación de este proyecto, porque el contexto es muy exigente en requisitos que les pide a las organizaciones sociales y muchas veces no tienen experiencia en manejo de recursos, ni experiencia organizativa”. Por eso, el proyecto las ha capacitado en administración presupuestos, planeación de proyectos, mecanismos de toma de decisiones y en comunicación e incidencia.
A las mujeres del Crich les ha ayudado a organizar encuentros subregionales para discutir temas como los derechos territoriales o coyunturas como el suicidio. “Y también estamos trabajando en el fortalecimiento de capacidades en formulación y gestión de proyectos, que nos permitió el año pasado acceder a un proyecto de artesanías para comunidades indígenas, con 132 beneficiaria”, cuenta Diana.
Y el apoyo económico ha sido fundamental, porque es la única fuente de sostenimiento de ambas organizaciones: un respiro para sentir no pueden darse por vencidas. “Es el único apoyo económico real con el que contamos para hacer las asambleas, comprar equipos básicos para la oficina, ir a terreno, llegar a las zonas rurales y hacer investigaciones y diagnósticos. Es una apuesta conjunta, pero nosotras elegimos en qué invertir los recursos y ellas nos ayudan a establecer una meta alcanzable cada año”, explica.
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Las mujeres afro e indígena del Chocó no se dan por vencidas pese a que las barreras siguen ahí: “el conflicto, la carga de las labores de cuidado y el arraigo patriarcal no cesan”, dicen. Y por ello han decidido trabajar de la mano de los hombres “porque el objetivo es crear una conciencia de género con ellos para cambiar las cambiar las prácticas, desigualdad y violencia hacia las mujeres”, añade Heydis.
“La fuerza del proyecto está en ellas mismas” dice Laura Gómez, quien señala que sin este tipo de procesos organizativos las vulnerabilidades serían mucho más difíciles de superar. “Las mujeres rurales han sido un soporte enorme para el país, porque son quienes constituyen alternativas de paz en medio del conflicto, quienes construyen el tejido social. Sin las mujeres rurales, este país no habría sido viable”, concluye.
*Este artículo fue realizado con el apoyo del Gobierno de Canadá. Las opiniones, ideas y contenidos son responsabilidad de las personas entrevistadas y no necesariamente reflejan la posición del Gobierno del Canadá.