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A través de una carta, la disidencia de las antiguas FARC conocida como Estado Mayor de los Bloques y Frente (EMBF) y comandada por Calarcá, le pidió al presiente Gustavo Petro que sin imposiciones ni amenazas regrese a la mesa de diálogos.
“Si su alocución del 14 de junio en San José del Guaviare no está investida de segundas intenciones, si en verdad ‘quiere aprender sobre la paz campesina’, sobre el campesino con posesión y ocupación irregular antes de la ampliación traslapada del Parque Nacional Natural de Chiribiquete, sobre el campesino como sujeto natural ambiental, cuidador de primera línea de la Amazonia, venga y hablamos, regrese a la Mesa que el pueblo la necesita, sin ultimátum y sin la intención de acabar las guerrillas para que todo siga igual”, dice el texto.
El comunicado surge tras las declaraciones que el mandatario dio el fin de semana durante su visita a San José del Guaviare, en el marco del lanzamiento del documental sobre el Parque Nacional Chiribiquete.
Allí, Petro habló sobre el rol de las disidencias en la economía de la coca y trazó una línea entre las agendas revolucionarias y las lógicas del narcotráfico. “Hablaron de revolución por un lado, pero por el otro está el business (negocio), y el business está carcomiendo a los que se llaman revolucionarios. Si la codicia domina el corazón, lo que domina es la muerte y no la vida”, dijo.
También aludió directamente a la fuerza comandada por ‘Calarcá Córdoba’, con la que —según él— se sigue hablando pese a que no hay cese al fuego vigente, y valoró como un gesto positivo el anuncio de dejar libres a las comunidades del Guaviare.
“Calarcá en su último comunicado dijo que está dispuesto a que las comunidades sean libres. Listo. El primer punto de un acuerdo de paz posible en las regiones, no solo Guaviare, sino Caquetá, Putumayo. Eso es revitalizar la selva y ayudar a que el campesinado libremente lo haga. Y eso significa que los recursos que lleguen para eso, no para que los use el grupo armado, sino la comunidad libremente”, dijo el mandatario.
La respuesta de la disidencia de Calarcá no deja de sorprender pues ese grupo armado tiene actualmente un proceso de paz con el Gobierno. Sin embargo, según pudo confirmar este diario, la mesa está pausada desde abril, cuando el presidente no autorizó la ampliación del cese al fuego bilateral.
Además, aunque formalmente está activo el diálogo con Calarcá, en la práctica solo una parte de esa mesa sigue viva. El diálogo avanza con dificultad, especialmente en torno al proyecto de Zona de Ubicación Temporal (ZUT) con el Frente 33, pero con los demás bloques no hay encuentros desde abril, cuando se abordaron temas ambientales como la deforestación. El último ciclo formal de conversaciones ocurrió en octubre del año pasado.
En la carta, la disidencia recogió esas palabras y las contrastó con el tono del ministro de Defensa, Iván Velásquez, al que calificaron de “amenazador”. “Nos sorprendió que volviera a hablar de paz (…) y no en el tono amenazador de su ministro de Defensa”, señalan, al tiempo que reconocen un punto de encuentro en el deseo compartido de transformar el país. “Creo, señor Presidente, que los dos amamos a Colombia con el mismo amor, pero con diferentes intereses”.
La carta expone una visión de paz profundamente ligada al mundo rural y al campesinado: redistribución de la tierra, vías terciarias, eliminación de intermediarios, acceso real a salud y educación en las veredas. “La paz de los campesinos es la misma paz de las FARC-EP”, aseguran, marcando una distancia frente a lo que llaman “la paz burguesa” de los gobiernos, centrada —según ellos— en el desarme sin transformación estructural.
A diferencia de otros comunicados recientes, este no aparece en medio de una ofensiva directa contra el Estado, sino en el contexto de una guerra cruda entre disidencias en el Guaviare.
En esa región, la estructura comandada por ‘Calarcá Córdoba’, autora del mensaje, libra combates con el Estado Mayor Central (EMC) de ‘Iván Mordisco’, su antiguo aliado y hoy enemigo militar. Ambos grupos se disputan el control del territorio, de las rutas y del campesinado, en una confrontación que ha provocado desplazamientos, confinamientos y un repunte de la violencia contra la población civil. Aun así, desde ese escenario de guerra, el grupo de Calarcá le habla al presidente con una postura que no busca agudizar el enfrentamiento, sino explorar salidas.
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