El “Alemán” pide perdón a sus víctimas

En una carta de tres páginas, el exjefe paramilitar admite que reclutó a 309 menores y deja plasmado su arrepentimiento por ser protagonista de uno de los capítulos más sangrientos del conflicto. La pieza forma parte de las medidas de reparación de las víctimas.

Redacción El Espectador
18 de diciembre de 2017 - 02:30 a. m.
Freddy Rendón Herrera fue condenado en 2011 por el reclutamiento de 309 menores de edad.  / Nelson Sierra - El Espectador
Freddy Rendón Herrera fue condenado en 2011 por el reclutamiento de 309 menores de edad. / Nelson Sierra - El Espectador
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El 16 de diciembre de 2011, el Tribunal Superior de Bogotá condenó a Freddy Rendón Herrera, alias el Alemán, a ocho años de prisión por el reclutamiento de 309 menores de edad entre 1997 y 2002 en poblaciones de Antioquia, Chocó y Córdoba. En ese fallo, al Alemán, quien comandó el bloque Élmer Cárdenas de las autodefensas, también se le responsabilizó del secuestro de Rigoberto Castro Mora, exalcalde del municipio de Ungía, en Chocó, y finalmente lo condenó por concierto para delinquir y uso ilegal de insignias de las Fuerzas Militares.

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Rendón ha sido considerado uno de los mayores despojadores de tierras en Urabá y al bloque Élmer Cárdenas de las AUC, que estuvo bajo su mando, se le relaciona con al menos ocho masacres. De acuerdo con el Sistema de Información de Justicia, a esa facción de las autodefensas se le atribuyen 3.269 víctimas.

Los niños que eran reclutados por ese bloque paramilitar, de acuerdo con las pruebas que en su momento aportó la Fiscalía en el proceso, trabajaron para las autodefensas como enfermeros, patrulleros, escoltas, cocineros y comandantes de escuadra o de compañía. A cambio recibían salarios que oscilaban entre los $270.000 y $400.000. Aunque la mayoría de los menores reclutados tenían entre 17, 16 y 15 años, las autoridades confirmaron que había niños de 11 y 10 años en las filas paramilitares.

Hoy, como medida de reparación para las personas que fueron víctimas de su accionar y de los centenares de niños que fueron apartados del lecho de sus familias para ir a pelear en una guerra en la que nada tenía nada que ver, Rendón Hererra pide perdón. En una carta de tres páginas, el exparamilitar deja plasmado su arrepentimiento por ser un protagonista de uno de los capítulos más sangrientos del conflicto: “Debo decir que si hace años hubiese tenido una ventana mágica para ver el futuro, nunca habría empuñado un arma (…). En cada encrucijada hice las elecciones que me parecían correctas, pero me equivoqué y arrastré con ellas las vidas de otras personas”.

Aunque Rendón pide perdón a todas las personas que afectó, su arrepentimientos estuvo dirigido directamente a los 309 niños —muchos de los cuales hoy son adultos— que fueron obligados a empuñar un arma y a disparar en contra de otros colombianos. “Quiero nuevamente pedir perdón con toda humildad a todos aquellos jóvenes, quienes, siendo aún menores de edad, participaron bajo mi mando y responsabilidad en el conflicto viéndose abocados a participar en muchos de los episodios abrumadores de la historia del país. Y también reitero mi pedido de perdón, a las familias de estos jóvenes, pues también junto con sus hijos quedaron atrapados en las redes de una guerra, que ni aún los mayores entendíamos a cabalidad”, agrega Rendón Herrera.

Sin embargo, el documento en el que el exjefe paramilitar del bloque que llenó de miedo a Urabá y el Bajo Atrato hace más de una década y en el que también pide perdón a la familia de Rigoberto Castro Mora, es sólo una de las medidas de reparación que se desarrollan con el acompañamiento de la Unidad para las Víctimas. En los próximos meses, 16 mensajes que fueron construidos por las víctimas de reclutamiento del bloque Élmer Cárdenas quedarán plasmados en placas de mármol que se instalarán en los diferentes municipios afectados.

“Aunque nos dibujen mariposas, todas las cosas que promete la guerra no son ciertas. Nos despojan de la libertad de disfrutar la niñez en nuestro barrio, con nuestra gente y se pierde el poder compartir con la familia la cual es muy importante”, dice uno de los mensajes escritos desde San Juan de Urabá, municipio de Antioquia. “¡No vayan con desconocidos, sin antes saber quiénes son! ¡Es mentira todo lo que prometen! No se marginen, no dejen a sus familias. No cometan el mismo error que cometí, porque eso no es vida y fueron momentos muy difíciles que viví cuando me reclutaron”, dice otro mensaje escrito desde Acandí, Chocó. Y uno más desde Puerto Escondido, en el Urabá cordobés: “Nosotros sufrimos el dolor, pero hoy nos estamos recuperando, para recuperar a los demás. Por eso les decimos que es mucho mejor aprovechar la juventud estudiando y preparándose para ser buen padre o madre y educarse para servir honestamente a la sociedad”.

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Las placas serán elaboradas en mármol, tendrán una dimensión de 70 cm de largo x 50 cm ancho y deberán ser empotradas en una pared visible de los municipios por donde el horror se paseó. La Unidad para las Víctimas determinó, luego de un proceso de identificación, localización y cruce de información, que las víctimas del reclutamiento forzado del Alemán eran provenientes mayoritariamente de los municipios de Necoclí, Apartadó, Chigorodó, San Pedro de Urabá, Arboletes, Turbo, Cañas Gordas, Dabeiba, Carepa, Río Grande o Medellín, en el departamento de Antioquia; y Unguía, Riosucio, Acandí y Carmen del Darién-Bojayá, en el departamento de Chocó; así como de Montería, Ciénaga de Oro, Sincelejo, Valencia y San Pelayo, en el departamento de Córdoba.

Freddy Rendón Herrera, en libertad desde 2015, pide ayuda a otras instituciones para que la guerra no reclute a más menores y para que éstos no crean en las falsas promesas con las que llegan los ilegales a las áreas del conflicto: “Ayudémosles a tomar conciencia para que no sigan cometiendo el error de creer que por la vinculación a los grupos armados van a tener el poder de auxiliar a su familia, van a tener la ocasión de sobresalir ante sus amigos (…) es un vano engaño, pues la guerra no es un paseo sino una terrible pesadilla”.

Por Redacción El Espectador

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