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Los preparativos comenzaron a las 4:30 de la mañana. Antes de la primera luz del día empacaron sus cosas, alistaron el equipo de campaña, desayunaron, levantaron el campamento y con el fusil al hombro empezaron la movilización. Durante dos horas y media, cerca de 210 guerrilleros del Bloque Caribe de las Farc caminaron ayer nueve kilómetros por una vía destapada desde el punto de preagrupamiento temporal, ubicado en La Y de las Marimondas (La Guajira) —en donde se encontraban desde octubre del año pasado—, hacia la zona en la que se concentrarán durante seis meses. Al frente del grupo, guiando la marcha, estaba el jefe negociador de la guerrilla en los diálogos de La Habana, Iván Márquez, quien años atrás comandó esa misma estructura.
A su llegada a la vereda Pondores del municipio de Fonseca, elegida por el Gobierno y las Farc como Punto Transitorio de Normalización para el proceso de desmovilización y dejación de armas de dicho bloque, las unidades guerrilleras fueron recibidas por una delegación del Gobierno, encabezada por el alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, quien estuvo acompañado por el jefe del Comando Estratégico de Transición, general Javier Flórez, y el alto consejero para las regiones, Carlos Correa. “La última marcha de las Farc está culminando. Ese debe ser un motivo de alegría para todos, pero sobre todo para el país, porque es una muestra de que el proceso de paz avanza y está en marcha de manera concreta y palpable”, manifestó Jaramillo ante la misma tropa guerrillera que, formada y portando banderas blancas, escuchaba atentamente.
Para Jaramillo es claro que lo que viene tras la concentración de las Farc no será fácil y por eso insistió en que la dejación de armas por parte de la organización subversiva es tan solo el comienzo de lo que significa la implementación de los acuerdos de La Habana. “Nosotros tenemos el problema de que hay gente en este país dedicada a generar miedo, pero lo que vamos a hacer entre todos es derrotar ese miedo y demostrar que lo que vamos a hacer es construir la paz. Esto no es el final del proceso, es el comienzo. Por eso hay que pensarlo como una gran transición, que en este caso significa el paso de ustedes a la vida civil para que se puedan dedicar a lo que ustedes quieran”, enfatizó.
A las palabras del alto comisionado le siguieron las del jefe guerrillero Iván Márquez. Una intervención que estuvo marcada por un discurso de unión para el camino que comienzan a transitar hacia la legalidad. “Algo bueno está pasando en Colombia y es la paz. Hemos firmado el acuerdo pensando en las generaciones futuras, en los nietos de los que aquí están presentes. Estamos aquí para decirle a Colombia que el proceso de paz también está en marcha, que estamos cumpliendo y que esta paz no se puede frenar”, señaló con tono enérgico. “Desde Marquetalia hasta la victoria”, le respondió en coro la tropa.
El plenipotenciario de las Farc aprovechó para agradecer a la tropa y al pueblo de La Guajira por su acompañamiento en la búsqueda de la paz, “a los combatientes del Frente 19, a los que integran la columna Efraín Guzmán, a los pobladores de Conejo, a la gente de Fonseca, sus autoridades, que han estado atentos a este proceso. A todos los que han respaldado y creído que la paz de Colombia es posible”.
Márquez y Jaramillo bajaron de la tarima y en un acto simbólico saludaron uno a uno a los guerrilleros que allí se encontraban. Un momento histórico en una tierra que ha vivido de primera mano los horrores de la violencia. Como lo señaló Imelda Daza, dirigente de la Unión Patriótica e integrante de la agrupación política Voces de Paz —quien asistió al evento—, en un territorio marcado por la cultura de la ilegalidad, ayer se rompió la guerra: “Se emprende un camino que no es fácil, porque por desgracia son muchos los que le tienen miedo a la paz. Nosotros, por el contrario, le tenemos miedo a seguir en la guerra. Es un paso muy importante el que se ha dado aquí, a donde han llegado varios frentes de las Farc a iniciar ese proceso de dejación de uniformes y armas para reincorporarse a una sociedad de la que nunca debieron partir”, sostuvo Daza.
Y el primer reto en ese camino será precisamente terminar de adecuar la zona campamentaria, que tiene avances significativos en la construcción de las áreas comunes —y que según Jaramillo estarían listas el próximo fin de semana— y en la infraestructura básica. En los últimos días se logró solucionar el problema que había con el acceso al agua potable y solo resta levantar los alojamientos, que tal como fue acordado, será un trabajo conjunto con las Farc.
“Todavía no se levantan las construcciones, pero tenemos las bases. Sabemos que el Gobierno va a cumplir. Teníamos un problema serio con el agua, pero ya tenemos aquí una potabilizadora que va a abastecer de manera suficiente los requerimientos de todas las personas que se van a ubicar en este lugar”, explicó por su parte Iván Márquez.
Los trabajos comenzarán de inmediato para terminar de alistar el terreno en el menor tiempo posible. Entre tanto, los hombres del Bloque Caribe montarán su campamento provisional en una zona aledaña. “Hay que hacer los dormitorios, las piezas para las parejas y el área para las mujeres embarazadas, que son como cinco. Además, hay una bebé que ya casi va a cumplir un mes de nacida”, señaló Ovidio Caballero, representante de las Farc en el Mecanismo Tripartito de Monitoreo y Verificación.
Las expectativas respecto a lo que traerá la vida sin armas son altas y en las filas hay muchos guerrilleros que sueñan con poner en marcha los planes que dejaron en veremos cuando decidieron unirse a las Farc. “Esto que está pasando significa que no vamos a seguir peleando. Yo me quiero dedicar al estudio, poder terminar por fin”, afirmó Daisy, una joven que lleva más de diez años en la organización subversiva y que sólo logró cursar hasta cuarto grado de primaria.
Otros tantos creen que el compromiso con la causa debe continuar y que por eso es necesario trabajar para abrirle paso al movimiento político de las Farc y fortalecerlo desde la base. Así lo considera Baudilio, un hombre de 44 años que hace parte de la guerrilla desde 1993 y para quien las Farc han representado siempre la búsqueda y la lucha por un país más equitativo, sin exclusión ni miseria.
“Queremos seguir desarrollando nuestros sueños. Yo llevo 24 años de lucha y sé que esto no se trata de entregar las armas, dispersarnos y ya. Tenemos que mantenernos unidos y ser fieles a nuestros principios. Queremos un país en el que todos tengamos derechos y haya justicia social. Esto nunca fue un capricho, fue y es parte de un sentimiento popular”, recalcó.
Baudilio tiene tres hijas de un matrimonio previo a sus días de militancia. Ya perdió la cuenta de los años que han pasado desde la ultima vez que las vio. Sabe que la mayor vive en el exterior y es docente, pero no tiene más información. Nunca le dijeron papá. Hoy en día no se arrepiente de haberlo dejado todo por “defender sus principios” y aunque es consciente de que no es posible recuperar el tiempo perdido, espera que este proceso le sirva para reencontrarse con ellas. Por ahí también empieza la paz.