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“Un día, emboscada, una sombra furtiva alzó un cuerpo sangrante y dio un alarido”, así recitó con toda su fuerza Jesús Castillo el poema de su autoría “Otro soldado que cae”. Con su mediación, Castillo impidió que la toma guerrillera de Santa Cecilia de 2000 acabara con la vida de 15 policías y de paso destruyera totalmente ese pueblo, en uno de los episodios poco conocidos del conflicto armado en el Eje Cafetero que, no obstante, marcó para siempre la vida de esta comunidad.
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El profesor Castillo estuvo presente el pasado 17 de noviembre junto a un centenar de víctimas y otros actores de la sociedad civil en el Pacto para la No repetición que la Comisión de la Verdad organizó en Pereira. Max Yuri Gil, coordinador de la macroregional para Antioquia y el Eje Cafetero, afirmó que la intención del evento era generar un “diálogo social con perspectiva de dejar un legado, lo que la CEV le va a dejar al país”.
Gil agregó que cerca de la fase final del mandato de la CEV -que termina el 27 de junio de 2022- debían empezar a despejar algunos de los cuestionamientos que dejó la confrontación armada en el país. “Debemos responder preguntas sobre por qué hemos tenido un conflicto armado tan largo y cuáles son las razones para la persistencia del mismo, sus impactos colectivos en los territorios, en la cultura, en las mentalidades, en las representaciones”, explicó puntualizando que el proceso de hace con miras a las “transformaciones estructurales” que se deben emprender.
El ‘Pacto por la No repetición del conflicto armado en el Eje Cafetero’ resultó, en palabras de Óscar Martínez, en “una confluencia de personas de los tres departamentos que firman un pacto de voluntades entre actores académicos, actores institucionales, administraciones públicas, organizaciones comunitarias, víctimas, excombatientes, y la ciudadanía en general”. Martínez encabeza el equipo de la CEV en el Eje Cafetero, que ha tenido el reto de esclarecer y demostrar que esta región, considerada por muchos un remanso de paz, también sufrió los rigores de la guerra. “Estamos uniendo voluntades para reconocer que el eje cafetero fue víctima del conflicto armado”, concluyó Martínez, agregando que la Comisión planteará en su informe “unos puntos clave para que la guerra no vuelva a presentarse en el territorio”.
Martín Cruz Vega, antiguo comandante del Frente Aurelio Rodríguez de las Farc que operó en Caldas, Risaralda y Chocó y quien durante la guerra llevó el nombre de ‘Rubín Morro’, intervino en el evento como firmante de la paz por el Partido Comunes. “El asunto de la paz es de la sociedad en su conjunto. Esa semilla sembrada en La Habana está retoñando aquí. Solamente con verdad habrá futuro y justicia plena”, dijo Cruz Vega, quién resaltó el firme compromiso de quienes dejaron las armas: “nunca más volveremos a la guerra. Sabíamos lo empinada que era la cuesta, lo difícil que era el camino”.
“Hemos cumplido en lo que respecta a nosotros”, aseguró Cruz Vega, aunque hizo hincapié en los múltiples tropiezos en la implementación de los acuerdos que han revivido el fantasma de la guerra “aferrada como una garrapata, muy a pesar del acuerdo de paz, porque no ha habido un gobierno que haga una implementación eficaz. El presidente que va de salida sólo ha desfinanciado y puesto talanqueras al proceso”. Un proceso que, según él, “es el acontecimiento político de los últimos años, no existe otro proceso que haya despertado tanto interés de la comunidad internacional”.
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El pacto fue suscrito por grandes empresas de la región como la distribuidora de medicamentos Audifarma, y también por víctimas, organizaciones de la sociedad civil e instituciones. Hubo participación de las gobernaciones de Risaralda y Quindio, la Agencia para la Reincorporación, la Unidad de Victimas y la Oficina de paz de Pereira. El cierre contó con un acto cultural con un concierto de Canto Andino y la intervención artística de Sol Uribe Vásquez, hermana de Lucas Villa, el estudiante pereirano asesinado en el marco del paro nacional de abril pasado.
En el documento suscrito quedaron expresamente consignados varios compromisos para la No repetición como solucionar los conflictos de tierras y usos del suelo, estrategias para la superación de la violencia en los contextos rurales y urbanos, y la recomendación de que se proteja la diversidad sexual, los niños y niñas, las mujeres y los jóvenes, estos últimos blancos directo de la violencia urbana que por décadas ha azotado al eje cafetero.
Las víctimas celebraron el espacio, aunque también plantearon reparos a la implementación de la paz. “Las tierras deberían ser entregadas a la gente que las sabe trabajar, porque el eje cafetero es un territorio receptor de desplazados” aseguró un campesino líder de una asociación de desplazados. “Ahora las tierras están en manos de gente que no sabe ni para qué sirven”.
Otra lideresa afro tomó el micrófono para declarar que no había sido fácil para ella “pararse aquí siendo mujer víctima de violencia sexual en el marco del conflicto armado, y no es fácil firmar un pacto cuándo la violencia continua”, pero finalizó asegurando: “el conflicto armado no nos va a detener”.
