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Fidelina, años sin cuenta

Fidelina es una mujer de 77 años, declarada "liberal en armas hasta que muera". Las aprendió a usar con tan solo 12 años y su relato desentraña sus vivencias y las de su familia en una vereda de Natagaima (Tolima) durante el periodo de La Violencia.

Oscar Cardozo
25 de abril de 2020 - 08:53 p. m.
Fidelina creció durante el periodo de La Violencia y ahora a sus 77 años asegura que vive con el temor de una guerra aun presente en el país. / Archivo particular.
Fidelina creció durante el periodo de La Violencia y ahora a sus 77 años asegura que vive con el temor de una guerra aun presente en el país. / Archivo particular.

Hace unos meses, en plenas andanzas por el sur del Tolima a través de un proyecto denominado “En busca de las infancias guerrilleras”, auspiciado por la Universidad Nacional de Colombia, me interné camino arriba de la montaña en una vereda llamada Santa Bárbara adscrita al municipio de Natagaima.

Sin más de doce casas, esta vereda de tonos verdes y con abundancia de ovejas tenía entre sus habitantes una mujer que me llamaba a escucharla. Su nombre era Fidelina. Así se presentó, con mirada fija y determinada, sin ánimo ya de decirme otra cosa que no fuera: "Tengo una historia para usted, la de hace años, mi historia en los años cincuenta".

Su relato, al igual que otros muchos, es importante para reconocer la importancia de la memoria histórica en los territorios. El símil con aquella famosa adaptación teatral del maestro Santiago García y el Teatro La Candelaria como homenaje a la vida y obra de Guadalupe Salcedo, campesino alzado en armas en los Llanos en la década de 1950, es también una forma de decir que muchos otros campesinos y campesinas, también fueron Guadalupe, personas que por diversas circunstancias de supervivencia se vieron abocadas a tomar las armas para defenderse.

Este texto, es en parte, ese reflejo narrativo que quise dejar abierto a través de una serie de encuentros con Fidelina, una mujer alzada en armas con tan solo 12 años y quien poco a poco fue desentrañando aquellas vivencias desde 1954 hasta 1960.

(Vea: La herencia de los wayuus 16 años después de la masacre de Bahía Portete)

“Vida puerca” en el período de La Violencia

Un camino de piedra rodea la casa de Fidelina, cuyo fondo conserva aún los retoques con adobe que se le hicieron a lo largo de su existencia bien sea por las lluvias que la agrietaron o los tiros de bala que la rozaron.

Allí, sentados, empieza su relato con el origen, una tarde gris de 1954, en plena violencia liberal-conservadora:

"Gaitán era liberal y los que andaban siguiendo a Laureano Gómez perseguían liberales. Mi papá ya estaba viejo y como éramos liberales no nos quedábamos en el rancho, nos tocaba irnos pa'l monte peligrando una culebra o quien sabe, pero allá dormíamos. Nos seguían para matarnos. A la casa llegaron una vez e hicieron una masacre de 17 personas, cayendo unos familiares a quienes los picaron. Gracias a un señor llamado Manuel Bustos que tenía una escopetica de Fisto (fusil artesanal) trancó a los godos que venían a Santa Barbara a acabarnos. Berraco él solo al trancar la pajarada.

La vida en el periodo de La Violencia fue una vida puerca. Una porquería. Yo la viví estando pequeña. Gracias que uno está contando el cuento. Tengo 77 años recién cumplidos. Soy liberal en armas hasta que me muera".

Niña en armas

Llegados los doce años, Fidelina no vio otra mejor oportunidad que aprender a manejar fistos y carabinas de cápsula para sobrevivir. Esto mismo le aseguraba por lo menos comer un borugo en la noche o no ganarse un tiro en la espalda a manos de las avanzadas conservadoras, tan latentes en la región.

"Desde niña cargaba caña, arriaba mochos viejos desyerbando yucales. Corríamos mucho cuando veíamos peligro por la violencia. No importaba lo que estuviéramos haciendo, si nos avisaban de voz en voz corríamos. Toda la vida ha habido violencia en esta región, aquí antes uno vive. También hay mucha pobreza, nunca ha habido un auxilio del Gobierno, ni nada, porque todo llegan y se lo jartan.

Hasta que un día yo me cansé de correr. Me dije: a mí me sacan de aquí, pero muerta. Y decidí aprender a manejar carabinas. Nunca hubo nadie que nos defendiera, siempre nos tocó a nosotros mismos. Inclusive, ese saber nos ayudó a comer porque lo que nunca se cuenta también de esa Violencia es que no solo nos mataban los tiros sino también el hambre al no llegar provisiones de los pueblos.

(Lea:  “La pandemia singular de Colombia ha sido el conflicto armado”: padre Francisco de Roux)

El Ejército llegó muchísimo después y aquí se les daba agua porque había un pozo. Venían, jartaban y preguntaban, siempre complacientes con los azules. Los montes los barrieron a plomo. A ciencia cierta no sé a qué le tiraban si ya se habían tirado hace rato, hasta habían pelado liberales y los tiraban para recoger con estopa. De pequeña crecí entre balas y de vieja también, ¡maldita sea!

Castigar el cuerpo

Santa Bárbara no era ajena a aquellos vejámenes que relatan Guzmán, Fals Borda y Umaña en su famoso texto “La Violencia en Colombia”. Las imágenes allí presentes que de manera desagarrada presentaban los famosos cortes de franela o ensartamientos de cuerpos también los padeció Fidelina, a través de los cuadros de terror que sobre sus calles de polvo los mayores lideres bandoleros de la época les hacían a aquellos campesinos liberales de su zona.

"Por aquí pasaba el comandante Mariachi (1). Un tipo salvaje que murió en su ley. A él lo mataron con una escopeta de fisto puesteado cansados de tantas órdenes inhumanas que incluían sacadas de ojos y manos cortadas y puestas en el pecho. Yo conocí a Saltarín (2) porque llegaba aquí. Él quería llevarme a mí para entregarme a Mariachi. Yo estaba de 12 años la primera vez que me le escape. Saltarín era un negro bajito, jarto de oro la jeta que decían que era bueno con el machete, pero yo me defendía a punta de fistos. Turpial (3) sí era un indio grande que también venía por mí, pero tampoco. Mamita me cuidaba mucho con la palabra y yo hacía lo mismo con el fusil. Yo no salía ni a traer agua porque tocaba ir hasta una quebrada en esa época. Saltarín y Turpial vinieron varias veces y no pudieron. Yo no conocí más sino esos tres y pa' qué conocer más.

Sangrenegra (4)  lo conocí también, era un negro cuajado. Le decían así porque era malo con todo mundo. Cuando yo lo conocí ya se había salido de eso, tenía una mona que llamaba Luz Estela. Tenía yo 16 años cuando lo conocí escondiéndome de los de él. Él era bajito y gordo. Ellos se robaban las vacas de la gente que con esfuerzo criaba y se llevaban la estopada de carne.

La guerra sin tregua

Al recordar todo esto se hace innegable no pensar también en el presente. Los 77 años en medio de montes, trochas y fusiles, nietos, promesas y olvidos la hacen una mujer fuerte, resistente a todo mal y aventurada de todo peligro.

Su temor recurrente, la guerra, hoy día se vuelve más visible y presente que nunca. Cada vez tiene que echar su rancho mas pa' arriba, como dice, con temor a que un día los pájaros vuelvan cada vez volando más alto o los paramilitares sigan buscando guerrilleros con la excusa de perseguir a todo mundo.

"Los paras son versiones más modernas de los violentos que siempre han existido en este país. Antes Los Pájaros defendiendo a los godos, oligarcas y terratenientes. Mataban a quien se les atravesara en su cruzada. Luego vinieron Los Chulos, facciones del Ejército que cazaban a liberales hasta en las iglesias. Y ahora los paras que buscan a toda izquierda posible. Aquí una vez vinieron por la noche a mi casa y me dijeron que si no abría tumbaban la puerta. Buscaban a un guerrillero que le decían “Fuego verde”(5). Sacaron a uno de mis hijos y le dijeron lo vamos a matar, él les dijo: "Mátenme, sí lo conozco, pero aquí no está. El que los traía les dijo que aquí no estaba. Yo no pude olvidar esas escenas antiguas. Pensé que le harían lo mismo que a los muertos que tapábamos con estopas en La Violencia. Definitivamente, es gente hecha para hacer terror".

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1 Jesús María Oviedo, alias “Mariachi” fue un temible líder conservador que sembró el terror en todo el sur y el norte del Tolima en la denominada época de La Violencia. 

2 Bandolero que trabajaba a las órdenes de alias “Mariachi” en el norte del Tolima.

3 Bandolero que trabajaba a las órdenes de alias “Mariachi” en el norte del Tolima. 

4 Nació en el municipio de Santa Isabel (Tolima). Su nombre real era Jacinto Cruz Usma, el menor de cinco hijos. Comenzó su carrera delictiva en 1951, cuando cobra venganza por la muerte de unos primos asesinados en la estación de Policía del Cairo, Norte del Valle, a manos de la Chusma. La violencia partidista que se vivió en la época fue uno de factores que lo llevó a convertirse primero en seguidor de los conservadores, y luego de los liberales. En la segunda mitad de los 50, cuando aparece el Frente Nacional, se convierte en un bandolero luego de rechazar la amnistía que había ofrecido el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla. Sangrenegra ganó fama y renombre por el tristemente célebre 'corte franela'. Un brutal acto en el que acababa con la vida de sus víctimas haciendo una incisión de lado a lado de la garganta por donde extraía la lengua.

Por Oscar Cardozo

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