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Ricardo Morales sostiene el fruto de su trabajo en la mano derecha. Cree que en esa taza de café se resume la esperanza, la vida y la paz del país; entonces Ricardo la bebe a sorbos cortos mientras conversa con el resto de sus amigos. Hablan y están convencidos de que dejar las armas para sumergirse en los cafetales fue la decisión correcta y que, contra todo pronóstico, hoy están sentados en la segunda tienda de café de especialidad en Neiva, expandiendo el nombre de su marca: Trópicos, frutos de esperanza.
El proyecto nació de la mano de la Federación Mesa Nacional del Café (Femncafe) —organización diferente a la Federación Nacional de Cafeteros—, con el acompañamiento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y gracias al apoyo de la Embajada de Noruega.
Ricardo, de baja estatura y rasgos indígenas, siente que no puede hablar de un antes y un después de la guerra en su vida. Cuenta la fecha en que nació: el 20 de mayo de 1982, en la vereda Villa Rica de Montañita, Caquetá. Y cuando habla de sus orígenes, Ricardo dice que su mamá es campesina de siempre, igual que su padre. Esa herencia es lo que lo describe como persona y entonces sonríe con una mirada brillante y los labios formando un arco, que deja ver sus dientes un poco desgastados por la vida y el tiempo.
“Ese fue el regalo más grande que me han dejado, porque me enseñaron a trabajar la tierra y sentir el amor por el campo”, cuenta con el orgullo intacto.
Ricardo siempre fue campesino o agrícola, como él dice. En su juventud, cuando había recibido bastante conocimiento del campo, se unió a las filas de las extintas FARC y cuenta que ahí continuó con su trabajo en el agro. “Mi historia de vida siempre fue dedicada a la tierra, por eso no hablo de un antes y un después”, dice.
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En 2016, con el inicio del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y la antigua guerrilla, Ricardo estaba preso, pero fue amnistiado por la Ley 1820. Tras su salida de la cárcel, decidió viajar al municipio de Buenos Aires, Cauca, para reintegrarse a la vida civil. En esa zona estaba La Elvira, uno de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), que albergaba a más de 450 firmantes del Acuerdo de Paz. Fue allá donde Ricardo inició su proceso de reincorporación con un proyecto de caficultura.
“En la primera formación que tuve participamos 350 firmantes. Ahí no calificaban por nivel académico, sino por su conocimiento de labores de campo y me certificaron como el mejor estudiante del grupo”, relata.
Gracias a su vida de campesino, tiene la tierra grabada en la memoria. Habla con la sabiduría que solo dan los años de experiencia: Ricardo sabe de hectáreas, de medidas, de cantidad de producción, de cómo afecta la altura a nivel del mar, el tipo de terreno y hasta de formas de sembrado para que las raíces crezcan fuertes.
“En Timbío tenemos un terreno de ocho hectáreas. Aproximadamente hay seis hectáreas en producción de café. Estamos a una altura de 1.800 metros sobre el nivel del mar. El terreno es campo arcilloso, con una capa vegetal de 70 cm de profundidad, que le permite al café desarrollar sus raíces verticales y horizontales para que haya una mayor concentración y se puedan absorber los nutrientes del suelo”, dice como si fuera una retahíla que aprendió de niño.
En realidad, Ricardo afinó todos esos conocimientos gracias a la formación que recibió en producción y comercialización del grano cuando se acercó a la Federación Mesa Nacional del Café, un proyecto de cooperativas de población en proceso de reincorporación que surgió en 2017 y hoy integra a más de 1.340 firmantes del Acuerdo Final de Paz. Así como Ricardo, la Federación ha formado a más de 150 firmantes y víctimas del conflicto armado: 60 en barismo y cata, 30 en economía cafetera y 60 en agronomía cafetera.
El café como alternativa a la guerra
El proyecto de la Federación Mesa Nacional del Café comenzó en Buenos Aires, Cauca, uno de los municipios más afectados por la violencia. Antonio Pardo, firmante de paz y representante legal de Fenmcafe, recuerda que, cuando aún estaban en el proceso de dejación de armas, se sentó con sus compañeros a pensar en alternativas para la vida cuando estuvieran en la paz. Desde las montañas, Antonio miraba la ruralidad del Cauca y solo veía cultivos de coca, marihuana, amapola y uno más que le dio la respuesta: el café.
“Decidimos apostar por el café y ver cómo la paz nos ayudaba a fortalecer la cultura cafetera y mejorar las condiciones. El lío no era que la gente no sabía producir café, sino que cuando se lo compraban lo hacían a un precio irrisorio que no generaba dignidad para la gente que trabaja con el producto. Entonces quisimos trabajar por el mejoramiento y la transformación para que eso genere riqueza territorial”, explica Antonio y agrega: “Si se supera el hambre, la guerra no se entiende como una opción”.
Oswaldo Mendoza, firmante de paz y presidente del consejo directivo de Femncafe, cuenta que al iniciar con el proyecto cafetero tenían máquinas muy artesanales y pequeñas que no tenían una capacidad de producción alta, pero con el acompañamiento del PNUD lograron iniciar una ruta para adquirir mejor maquinaria y lograr un mayor volumen de producción. Todo iba marchando según lo acordado, pero llegó la violencia y tuvieron que volver a empezar.
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“Ya estábamos plantando el café, teníamos el proceso adelantado, teníamos más conocimiento y cometíamos menos errores en los sembrados. Iniciamos con muchas ganas y mucho compromiso. Estábamos transformando café y estaba gustando, pero llegó el capítulo de la violencia y salimos desplazados”, relata.
Sin embargo, Oswaldo cree profundamente en la idea del Acuerdo de Paz porque sabían que tenían aún tiempo de vida. “No hicimos un proceso de paz pensando en que no íbamos a vivir. Hicimos un proceso de paz para generar más vida”, afirma.
Aunque ha sido un proceso complejo, y Antonio reconoce que todavía no han logrado que la guerra no regrese al territorio, la Federación está presente en siete departamentos: Antioquia, Valle, Tolima, Cauca, Cundinamarca, Meta, Caquetá y Huila, y tiene 28 formas asociativas entre asociación, cooperativa y corporación. Además, han sido merecedores de importantes reconocimientos nacionales y mundiales (ver infografía).
“Esto es un concurso de país. Hay que contemplar la posibilidad de dialogar alrededor de la paz, que se hace cada día más importante en el país donde la guerra intenta enraizarse en los territorios. No podemos dialogar de la paz como algo lejano. La paz la construimos nosotros cuando encontramos una necesidad y ayudamos a resolver condiciones”, concluye Antonio.
Las franquicias solidarias por la paz
Un lazo rojo amarrado en el centro daba la señal inequívoca de que un sueño estaba por inaugurarse. Detrás de ese lazo, una especie de tienda móvil pintada de rojo, amarillo, verde y azul llamaba la atención de los transeúntes. Pero más que eso, el olor del café con notas amargas y dulces atraía a las personas para degustar el café que con sus manos produjeron los firmantes de paz.
La nueva tienda de café Trópicos, en el centro de Neiva, fue desarrollada por Femncafe en el marco de la estrategia de sostenibilidad socioeconómica que el PNUD adelanta con la población reincorporada. Esa tienda, la segunda en el país después de Trópicos Medellín, representa la especialidad de los firmantes. Pero esta tienda tiene una particularidad y es que fue creada bajo la modalidad de franquicias solidarias, alternativa ajustada al ecosistema de constructores de paz que trabaja el PNUD para expandir comercialmente la marca y, de paso, fortalecer las capacidades técnicas y comerciales de la Federación.
Todo con el objetivo de comenzar a cambiar las narrativas de paz para acercarse al mercado desde un valor diferencial y la generación de confianza.
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Según Alejandro Pacheco, representante residente adjunto del PNUD, esta iniciativa fue especialmente creada para los firmantes que se decidieron por generar ingresos que estabilicen su vida económica y las de sus familias organizadas en cooperativas. En ese sentido, la idea es expandir oportunidades de negocio hacia nuevos mercados, potenciar la economía territorial y democratizar el esquema de franquicias. De esta manera, “las 28 organizaciones de firmantes de paz que se dedican a la cadena de producción y suministro de café, en la cual tenemos a 1.340 personas vinculadas por medio de la Federación Mesa Nacional de Café (Femncafe), encuentran en esta solución innovadora cómo generar ingresos y empleo, expandiendo comercialmente sus productos con esquemas de comercialización de café pergamino y café servido en tiendas”, explicó Alejandro.
Trópicos: frutos de esperanza
Para Antonio Pardo, más allá de abrir una nueva tienda, todo el proceso envía un mensaje de esperanza en tiempos de guerra. “La pérdida de confianza hizo que muchos de nosotros volvieran a donde no debían volver. Hoy, más que antes, es posible creer”, dice Antonio mientras recuerda que algunos firmantes muchas veces han tenido dudas alrededor de que la paz sea una alternativa real de existencia. “Pero la caficultura y este proyecto nos ha garantizado que hoy, después de ocho años de la firma del Acuerdo Final de Paz, la gente cada día está más enamorada de lo que está haciendo. Eso para nosotros ya es una victoria, porque es garantizar que la Mesa Nacional de Café es generadora de paz”, añade Antonio.
Las cifras que expone Antonio también hablan de esa cosecha de paz. La Femncafe está en articulación con la red de caficultores del Huila y norte de Tolima. “Tenemos 52 organizaciones campesinas, de mujeres y de víctimas del conflicto con las que trabajamos en equipo. Tenemos relación con unos 8.000 productores de café en el país, con los que venimos haciendo la apuesta de dejar de vender materia prima para comenzar a vender producto terminado; eso nos genera mayores posibilidades de empleo y mejoramiento de ingresos, y aportamos directamente a la construcción de paz”, explicó.
Por otro lado, lo más importante para Ricardo es que “podemos demostrar que los firmantes tenemos un potencial y un conocimiento en campo que lo desarrollamos con facilidad. Gran parte de los firmantes que articulan las organizaciones, tenemos una vocación agrícola por nuestros antepasados. Lo más exitoso es poder mostrar que la paz es posible, que sí se pueden desarrollar proyectos productivos”.
El mensaje de Antonio es claro: “Con nosotros los firmantes de paz, agrupados en la Mesa Nacional de Café y en las tiendas Trópicos, cuenten siempre para la paz. Estamos dispuestos a encontrar otras condiciones de vida que cambien la realidad que le ha tocado vivir a este país”.
