—¿Con qué equipo nos toca jugar?
—Con Los Líderes.
—Ay, jueputa, nos toca jugar con los guerrilleros, hermano.
Más de una vez a Pablo Torres, arquero de Los Líderes, le tocó escuchar conversaciones de ese tipo. Los Líderes es un equipo de fútbol conformado por excombatientes de las Farc que dejaron las armas y están adelantando su proceso de reincorporación en el corregimiento de Las Brisas, en Carmen del Darién (Chocó). “Hasta en la cancha había ese miedo (hacia nosotros)”, relata.
Torres recuerda que desde la comunidad de Pogue, en Bojayá, salieron 22 pangas con 162 guerrilleros uniformados y armados. Los acompañaba la incertidumbre, su desconfianza hacia el Estado era total y pensaban que los iban a emboscar en cualquier tramo de los ríos que tenían que transitar. Pero llegaron hasta Las Brisas sin un solo altercado con la Fuerza Pública. La comunidad estaba sorprendida y se agolpó para ver esa señal de que la guerra entre el Estado y las Farc terminaría. Los lugareños ofrecieron habitaciones de sus viviendas para las mujeres embarazadas y para quienes tenían niños en brazos. El resto de los combatientes hicieron cambuches, como los que estaban acostumbrados a hacer en tiempos de confrontación armada y durmieron a orillas del río Curvaradó.
Desde ese momento empezó un proceso que tomaría más de dos años: generar confianza entre quienes estuvieron alzados en armas y las comunidades de la zona, que fueron afectadas por el conflicto armado. “Para nosotros fue un reto, pero lo logramos”, cuenta Torres, que duró más de 25 años en las Farc y hoy es el encargado de la comunidad Remanso de Paz (como bautizaron los excombatientes al antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación ¬ETCR¬ de Las Brisas).
Entre las primeras cosas que llegaron a hacer los exguerrilleros fue adecuar un pedazo de tierra como cancha de fútbol. También tuvieron que construir las casas en las que siguen viviendo porque, a pesar de que el acuerdo con el Gobierno era que cuando llegaran a esos puntos de agrupamiento las viviendas iban a estar listas, les incumplieron. En ese terreno se dio el primer acercamiento con las comunidades aledañas, tras pensarlo mucho decidieron invitar a un equipo del corregimiento de Belén de Bajirá (Chocó). “Nos tiramos un partido de fútbol”, relata Torres con orgullo.
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Y siguieron. En marzo de 2017 organizaron un torneo al que acudieron 18 equipos de diferentes comunidades. Como los integrantes de las Farc no habían terminado de dejar sus armas, el encuentro deportivo se hizo en una cancha que hicieron los excombatientes justo afuera de la zona veredal (como se le denominaba en esa época). “Venían solamente para conocernos, habían escuchado mentar a las Farc, pero en vivo y en directo nunca nos habían visto”, dice Torres. Y el primer día que los vieron fue jugando fútbol. También se conformó un equipo femenino que se llama Las Líderes.
Pero el poder del fútbol para construir confianza era limitado, llegaba más que todo a los adolescentes y personas jóvenes. Esa era una de las preocupaciones de los excombatientes, por lo que empezaron a acercarse haciendo pedagogía sobre el Acuerdo de Paz en diferentes caseríos. Mientras estaban en esas labores llegó el programa Confianza y Paz Territorial, ejecutado por seis agencias de la ONU y Pastoral Social. El objetivo de la iniciativa era aportar a la reconciliación por medio del mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de comunidades aledañas a los puntos donde se asentaron los excombatientes. Era una labor urgente en regiones donde solo ha llegado el componente militar del Estado. El alcalde de Carmen del Darién, Pedro José Mena, reconoce que “falta mucho” para suplir las necesidades básicas insatisfechas en ese municipio.
Ejemplificó reconociendo que “estamos en cero” en cuanto al saneamiento básico en las 26 comunidades que hay en las cuencas de los ríos Jiguamiandó y Curvaradó.
Un puesto de salud para prevenir embarazos.
Una de las obras del programa fue la adecuación y dotación de un pequeño puesto de salud ubicado en Las Brisas. Es una construcción que tiene tres habitaciones de 4 x 4 metros. Ahora hay unas camillas y varios implementos médicos.
Por los grifos del baño sale agua. Aunque parece una obviedad, durante varios años no fue así. María Eugenia Varela llegó hasta este corregimiento en 1997 desplazada por la violencia que por esa época azotaba a Chigorodó (Antioquia), donde ella vivía. Sin embargo, Brisas para ese momento no era territorio de paz. “Los niños tenían problemas psicológicos dolorosos, las mujeres también”, recuerda. Ese mismo año la Fuerza Pública lanzó, de manera conjunta con los paramilitares, las operaciones Génesis y Cacarica. Buscaban despojar tierras para emprender proyectos de palma africana. A finales de ese año los paramilitares del Bloque Élmer Cárdenas entraron a Riosucio (Chocó) para disputarles la zona a las Farc, que durante años la habían controlado.
Todo eso empezó a cambiar con la desmovilización parcial de los paramilitares, aunque quedan las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc) en la zona. Además, en 2016 las comunidades vieron con esperanza el Acuerdo de Paz que suscribieron el Estado y las Farc. En Carmen del Darién casi el 96 % de las personas que votaron en el plebiscito lo hicieron por el sí. A pesar de que ganó el no, Varela resalta: “Tenemos una paz y una tranquilidad muy grande, se ha logrado algo que no creímos que fuera posible”. Ella ha liderado desde la comunidad todo el proceso de la adecuación del centro de salud.
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Varela expresa su emoción, pues vio durante años el deterioro en el que estaba la estructura debido a su falta de uso, porque no estaba dotada ni había un profesional de la salud para estar al frente de la atención. También tuvo que soportar el desdén con el que algunas administraciones municipales se negaron a readecuar el lugar. “Ahora tenemos luz y agua”, cuenta. La instalación les prestaría atención a las 278 familias que viven en el corregimiento.
Ya con las instalaciones remodeladas y dotadas lo único que falta es que llegue un profesional de la salud a prestar atención. “Estamos haciendo todas las gestiones para que Servimédico, el prestador del servicio en nuestro municipio, pueda ponernos una enfermera para que esté brindándole la atención a nuestra población y coordinar con ellos para ver cómo el médico de la cabecera municipal se monta una agenda para que pueda desplazarse a ese sector”, se comprometió el alcalde Mena en diálogo con este medio.
El sueño de Varela es que ese puesto de salud ayude a disminuir el embarazo adolescente que, según ella, se ha ido incrementando en los últimos años. “Son niñas de doce o de trece años que deberían de estar estudiando y uno las ve que salen de sexto o séptimo a cargar un vientre y que no tienen ninguna responsabilidad. ¿Qué responsabilidad puede tener una niña tan pequeña?”, enfatiza. Su idea es que la profesional de la salud que llegue ayude con campañas de educación sexual para combatir ese problema.
La lideresa reconoce que ese tipo de obras han ayudado a la reconciliación entre la comunidad de Brisas y los excombatientes, labor que no se vislumbraba sencilla. Hay habitantes del corregimiento que han entendido que esas obras llegaron junto con el arribo de los excombatientes a la zona. Pero queda camino por recorrer. “Ellos, como seres humanos, cometieron errores y hay personas a las que aún es el momento que no aceptan que están en el territorio, pero hay que aprender a convivir y tenemos que aprender a perdonarnos porque si no, no vamos a encontrar la paz”, opinó Varela.
Para que ese propósito se cumpla se siguen esperando acciones en la región; por ejemplo, una de ellas podría ser que los exguerrilleros paguen sus penas alternativas con trabajo en esa zona: “Podemos ponernos de acuerdo para que entren a trabajar, a acompañarnos, porque hay trabajos que son duros. Entonces uno dice que hay que resarcir un poco el dolor, mitigar la rabia que mantienen contra ellos, pero no mandándolos de nuevo a un encierro, sino que hagamos algo en las comunidades”.
El futuro de la reconciliación
Otra de las obras del programa fue el colegio Santa María, del corregimiento chocoano de Belén de Bajirá. En la sede principal de ese centro educativo se adecuó un comedor para los estudiantes y se instalaron baterías sanitarias. Según el rector, Élmer Cuesta, en parte por esa intervención la cobertura se amplió de 600 a 800 alumnos, entre 2019 y 2020. “Uno nota la alegría de los niños con el servicio que se está brindando, porque los padres recuperaron la confianza en la institución”.
“En el tema de baterías sanitarias, los muchachos tenían que echarle agua con baldecitos; imagínese a un niño de preescolar cargando baldes”, relata Cuesta. En cuanto al comedor, también cuenta que era un espacio que estaba a merced de animales como los ratones y los murciélagos, pero ahora dice que tiene “el mejor de la región”.
El programa intervino seis escuelas de la región, hicieron cinco obras para mejorar la infraestructura comunitaria y entregaron 398 filtros para que 1.592 personas tuvieran acceso a agua potable. La iniciativa también tuvo presencia en los departamentos de Meta y Guaviare. Los logros los exalta Torres: “Al principio había como ese rol en el que las comunidades lo miraban a uno todavía como guerrillero; gracias a ese programa se logró romper ese hielo y esa mentira”.
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Torres cuenta que ahora Los Líderes compiten hasta en tres torneos de manera simultánea, invitados por las comunidades cercanas a Remanso de Paz. “Nos ha tocado jugar dos partidos el sábado y uno el domingo”, dice con una sonrisa. “Ya no se escucha decir que van a jugar con ‘los guerrilleros’”, resalta. Por el contrario, ahora sus contrincantes se refieren a ellos como Los Líderes o “los de Remanso de Paz”, una muestra de que los habitantes de esa región del Pacífico entendieron que los exguerrilleros ahora conforman una comunidad de civiles. A eso se ha sumado lo que más tranquilidad les ha dado a los firmantes del Acuerdo de Paz: ningún excombatiente de los que están adelantando su proceso de reincorporación en Brisas ha sido asesinado.