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En el Cementerio Municipal Vergel de la Esperanza de Agustín Codazzi, Cesar, Cristian Daniel Sánchez, de 23 años, le dará este lunes el último adiós a su mamá, María del Pilar Pérez*. No será una ceremonia común, se tratará de una entrega digna, realizada por la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, que se espera les permita, a él y a sus abuelos, cerrar un ciclo de dolor y seguir reconstruyendo la historia de sus vidas, que fueron trastocadas por el conflicto armado e intentan recuperar tras la firma del Acuerdo de Paz de 2016.
Cristian Daniel nació en la selva, en el año 2002, en medio del conflicto armado. Su historia, no obstante, la conocería solo muchos años después. A los 15 años se enteró de que era costeño, cuando pensaba que era santandereano. Un primo le contó una tarde de enero de 2017 que él había nacido en las selvas del Magdalena, en medio del conflicto, que su mamá, había hecho parte de las filas de las antiguas FARC–EP, que había muerto en el parto, y que su papá, uno de los 13.000 firmantes del Acuerdo Final de Paz de 2016, recién había depuesto las armas y vivía en una especie de campamento para personas en proceso de reincorporación, en el Cesar, llamado Tierra Grata. Esa historia se la ratificó un hombre que dijo ser firmante de paz y fue a buscarlo a su casa.
“Su papá lo quiere conocer”, le dijo el firmante de paz. “Yo realmente no quería ir, por miedo, porque, aunque yo era un niño vago, nunca había tenido nada que ver con la guerra”, recordó Cristian Daniel, desde Bucaramanga, donde estaba de vacaciones con su mamá de crianza días antes de viajar para la entrega digna del cuerpo de su mamá biológica en el Cesar. Su mamá de crianza es Leonor, una madre soltera que levantó sola a cinco hijos. Esta era su única familia, antes de conocer toda su historia.
La mamá
Gracias al trabajo conjunto entre la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) y de la hoy Corporación Reencuentros, conformada por 93 firmantes del Acuerdo de Paz que apoyan la búsqueda de desaparecidos en Colombia, se pudo establecer la verdadera identidad de la mamá de Cristian Daniel. Se llamaba María del Pilar Pérez*, una mujer oriunda de Agustín Codazzi, Cesar, que, hasta su desaparición, cuando tenía 17 años, vivía con sus cuatro hermanos menores (dos hombres y dos mujeres) y con sus padres (un trabajador del campo y una ama de casa).
Su hermana menor, Mariana*, dice que, aunque ella era una niña, recuerda con claridad el día en que desapareció María del Pilar, fue el 11 de mayo de 1994 a las tres de la tarde, cuando un grupo de hombres armados a bordo de un jeep negro llegó hasta la finca de la familia en la vereda Arroyo de Agua, en San Diego, Cesar. Mariana recuerda que María del Pilar estaba lavando ropa, y cuando los vio llegar, dijo: ‘Vinieron por mí, me voy’. Fue la última vez que la vi”, cuenta Mariana, quien fue testigo de la escena. Ese día, María del Pilar fue reclutada. Dos años después, el 23 de septiembre de 1996, en el municipio de Agustín Codazzi, se llevaron a 11 personas, dos regresaron con vida y siete fueron encontradas en una fosa común casi una década después. Dos continúan desaparecidas. Por miedo a correr la misma suerte, la familia Pérez se fue como muchas otras de la región, desplazada por la violencia. Huyeron a Venezuela.
Hace tres años, la familia regresó al país a vivir en la misma finca de donde salió su hija. Durante más de dos décadas no tuvieron noticias de su paradero. María del Pilar se convirtió así en una de las 126.895 personas dadas por desaparecidas en el marco del conflicto armado en Colombia.
El papá
En marzo de 2017, luego de la inesperada visita del firmante de paz que le reveló que tenía un papá, aún sin tener los detalles de la vida de su verdadera mamá, Cristian decidió viajar al Cesar para conocerlo. Llegó a una especie de campamento para reincorporación entre los municipios de Manaure Balcón del Cesar y La Paz, Cesar, que luego supo que se llamaba Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR), de Tierra Grata. Lo primero que vio fue un batallón de alta montaña y anillos de seguridad de la Policía, también funcionarios de las Naciones Unidas “con sus chalecos azules y acentos extraños que me hacían dar la impresión de estar en otro país”, recuerda.
Allá conoció a su verdadero papá, el señor Abel Antonio Flores Restrepo, un firmante de paz de 59 años, que por 30 años se hizo llamar Wicho en las filas de las FARC: él, con quien apenas pudo vivir seis meses, le contó su versión de la historia de su mamá. “Se llamaba Laura (así le decían en las FARC a María del Pilar Pérez) era una buena persona, toda la gente la quería. Era auxiliar de enfermería, hacía sus proyecticos por ahí para ayudar a la comunidad; donde había un campesino enfermo, allá llegaba a darle atención”, cuenta Abel.
Según él, Laura murió en el parto de Cristian Daniel cuando tenía 26 años, porque tenía preeclampsia: “A ella le dijeron que el pela’o no podía nacer por parto natural, pero lo debió tener en el monte, por allá en la vereda La Arenosa (municipio de Pivijay, Magdalena), porque no había condiciones para salir; había muchos enfrentamientos, estábamos en pleno Plan Patriota”, explica.
Según su versión, él no pudo estar ahí en ese momento, pero le llegó la noticia: “Eso francamente me partió el alma y no pude hacer nada, porque yo estaba lejos”. Recuerda que, “como no era posible mover al niño en plena confrontación, el niño se quedó cerca de un año en la selva”. Primero se lo entregaron a un comandante de nombre Ciro, que a su vez se lo envió a su compañera sentimental. Abel Antonio cuenta que “Ciro murió en un bombardeo, y cuando él muere, entregan el niño a unos familiares en Bucaramanga, que nada tenían que ver con el conflicto. “Y pues se crio con ellos. No hubo posibilidades de más nada, tocó llevárselo, porque la verdad es que esto estaba muy duro y era la única forma de salvarle la vida”, recuerda Abel Antonio, en la vereda Tierra Grata.
De este modo, cuando cumplió un año, Cristian Daniel llegó a vivir a la casa de su mamá de crianza, Leonor, y se convirtió en el menor de sus cuatro hermanos. Ella vivía también su propio drama; hacía poco su esposo había desaparecido. En honor a él, le dio al niño su mismo nombre.
En Bucaramanga, Cristian Daniel tuvo una vida como la de cualquier otro niño, pero no tenía un proyecto de vida claro ni una pasión. “Me la pasaba en la calle, me salí de estudiar y andaba en malas compañías”, dice Cristian Daniel, con franqueza.
La Tierra Grata
Cristian Daniel decidió quedarse a vivir en Tierra Grata e iniciar una nueva vida. Pronto conoció a jóvenes que como él acababan de descubrir que tenían un padre que había pertenecido a las FARC, y vio nacer a otros niños producto de las nuevas familias de los firmantes de paz en la legalidad. Como Cristian Daniel, en Colombia hay 10.342 niños y adolescentes que integran los grupos familiares de firmantes de paz en el país, según cifras de la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN).
Cristian Daniel empezó a colaborar en el colectivo de comunicaciones La Rotativa, liderado por un firmante de paz, Marcos Guevara, experto en fotografía y video documental. Con él y un grupo de jóvenes del ETCR, tomó cursos de fotografía y video que lo enamoraron de este arte y le dieron otro rumbo a su proyecto de vida.
En talleres liderados por la Misión de Verificación de la ONU en Colombia —que monitorea la implementación del Acuerdo de Paz—, se formó como joven líder, aprendió de comunicaciones y fotografía, y tuvo acceso al apoyo de instituciones del Gobierno, como la ARN, y de la cooperación internacional, con talleres y formaciones del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Unión Europea, entre muchas otras entidades.
“Esto fue como un nuevo mundo para mí. Me encantó eso de comunicar con las fotos, y las formaciones que podía recibir aquí sobre la paz, me encantó el trabajo con los jóvenes, con las comunicaciones, ver todo de otra manera, con otro enfoque, como en las fotos”, agrega Cristian Daniel.
“En el ETCR tuve la oportunidad de terminar el bachillerato, aprendí lo que es el tema de la fotografía, de la comunicación social. Hasta aprendí panadería”.
“Él es un muchacho inteligente, que quiere estudiar, y yo entiendo que un aprecio real por mí no va a tener, pues yo no lo crie, pero me alegra que se haya quedado a vivir aquí, quiero que tenga posibilidades distintas a las que nosotros tuvimos”, dice su papá, Abel Antonio Flores.
La búsqueda
Pero Cristian Daniel no era completamente feliz en Tierra Grata, en parte porque extrañaba a su mamá y a sus hermanos de Bucaramanga, pero también porque había empezado a escuchar historias sobre Laura contadas por los firmantes de paz de Tierra Grata, que habían sido sus antiguos compañeros en la guerra. Él quería conocer a su familia materna y darle una despedida digna a su mamá biológica. En esa tarea tuvo un aliado, Ómar de Jesús Martínez Sierra, firmante de paz que hoy hace parte de la Corporación Reencuentros. Con él, Cristian Daniel empezó la labor de buscar a su mamá y así confirmar la versión de su muerte. La familia Pérez, por su parte, que había regresado a su finca en el año 2022, después de su exilio en Venezuela, también hacía lo mismo con apoyo de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD).
Ómar de Jesús, con ayuda de Abel y el apoyo de Abelardo Caicedo, líder de Tierra Grata, empezaron el trabajo de ubicación del cuerpo de Laura, sin saber que la familia Pérez buscaba por su lado a María del Pilar. Ninguna de las dos partes sabía entonces que se trataba de la misma persona. En 2019, en calidad entonces de documentadores de búsqueda, cumpliendo sus compromisos con el Acuerdo de Paz (en 2023 se constituyeron en Corporación), Reencuentros hizo la georreferenciación y empezó a viajar a zona rural en San Diego y Aracataca, Magdalena, tratando de hallar el lugar donde presuntamente estaba el cuerpo de Laura.
Tras un intento fallido, y con apoyo técnico de la Cruz Roja Internacional (CICR), Cristian Daniel, con el equipo de búsqueda y siguiendo rigurosos estándares técnico-científicos, logró recuperar el cuerpo de su mamá. Por su parte, la UBPD inició trabajos de identificación del cuerpo, así como análisis genéticos para establecer la identidad y su grado de consanguinidad con Cristian Daniel. Lo primero que describió fue que, efectivamente, se trataba de la mamá de Cristian Daniel, pues su genética coincidía. Pero ahí apenas comenzaba el trabajo. Elvira Luz Alarcón, investigadora humanitaria y extrajudicial de UBPD en Cesar, cuenta cómo se empezó a realizar un rastreo para tratar de identificar si Laura era la misma persona que había salido de la casa de los Pérez en 1994: María del Pilar Pérez.
Los abuelos
Tras esta labor, Cristian Daniel pudo hallar a su familia materna, conocer a sus abuelos y tener un recuento de la vida de su mamá. Y los Pérez, por su parte, tener certeza de la muerte de su hija y conocer a un nieto que no sabían que existía. Conocer a Cristian Daniel fue una mezcla de sentimientos, cuenta Mariana, hermana de María del Pilar: “Nos da mucha alegría conocerlo, porque se parece mucho a mi hermana, él es una parte de ella, y eso es lindo, pero por otra parte sentimos mucho dolor, el dolor de estar seguros de no volver a verla con vida”, cuenta entre lágrimas.
Sobre este caso, la directora de la Unidad de Búsqueda, Luz Janeth Forero Martínez, explicó que “la posibilidad de que una persona dada por desaparecida, después de tantos años de ausencia, vuelva a casa, al seno de sus familias, es un acto de dignificación y reconocimiento de la vida, obra y existencia de ese ser querido. Es la oportunidad de demostrar que la desaparición finalmente no logró su cometido de borrar una historia, unos recuerdos, una experiencia, es casi como sobreponerse a esa violencia que los sobrecogió”.
Y así ha sido para Cristian Daniel. Hoy no solo espera cerrar un ciclo de su vida, sino también encontrarse con quién es realmente y ratificar su voluntad de seguir siendo un líder juvenil por la paz. “Yo no quiero que más jóvenes tengan que vivir esto, ni que más padres se tengan que ir a la guerra, por eso quiero estudiar, quiero tener el apellido de mis padres y trabajar por la paz. Y la paz no se construye sola, y no la construyen solamente los firmantes del Acuerdo de Paz, sino es algo que se teje desde el conjunto de la sociedad y yo, pues, siendo hijo de excombatientes, con esa certeza que hoy tengo, quiero aportarle un granito de arena a la paz en Colombia”.
*Oficial de comunicaciones de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia.