La Región Caribe busca reconciliarse con el territorio
La Oficina del Alto Comisionado para la Paz reunió en San Juan Nepomuceno (Bolívar) a los ocho departamentos del Caribe colombiano. El objetivo: crear una cultura de la no violencia.
Marco Cortés / @dementeurbanita
Representantes de organizaciones civiles y estudiantiles, comunicadores regionales, artistas y educadores del Atlántico, Bolívar, Cesar, Magdalena, Sucre, La Guajira, Córdoba y el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, se reunieron para “hacer cambios en las narrativas cotidianas de la sociedad que, en su conjunto, creen una nueva cultura de paz”, afirma un comunicado de la Oficina del Alto Comisionado.
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Se pretende hacer estos cambios mediante acciones colectivas regionales nacidas de la iniciativa de la sociedad civil. Son siete los encuentros que la Oficina del Alto Comisionado para la Paz intenta propiciar para generar dichas acciones con impacto nacional. El encuentro en San Juan Nepomuceno fue el tercero, luego de los de Buenaventura (Región Pacífica) y Florencia (Región Amazonia).
“Colombia está transitando de las emociones de la guerra a las emociones de la paz, del miedo y la venganza a la solidaridad, la tranquilidad y la empatía. Sabemos que la construcción de paz va más allá de los acuerdos que le ponen fin al conflicto armado, e implica la necesidad de reconstruir el tejido social, la confianza y las relaciones basadas en la equidad, el respeto y la no violencia. Todo esto significa la reconstrucción de la sociedad y la superación de los efectos no deseados de los altos niveles de polarización que vive el país”, afirma Diego Cancino, asesor de paz territorial de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, organizador de dichos encuentros.
Las emociones capturan un contenido narrativo importante, una actividad realizada en el evento logró mostrar algo de esto.
Se pidió a los asistentes que conformaran dos grupos, unos a favor de los acuerdos y otros asumirían una postura indiferente. En medio del salón, una cinta blanca marcaría la división. Una única instrucción: convencer al grupo contrario de su postura.
Al inicio, cada grupo de manera ordenada empezó a exponer sus argumentos. Poco a poco la situación empezó a tornarse desordenada y los ánimos se fueron encendiendo, hasta el punto en el que la línea divisoria no significaba nada, solo se oían gritos, algunos “¡Cállate!” y burlas. Otros, al no poder ser escuchados, empezaron a sentarse, indiferentes a lo que ocurría.
La indignación, el miedo y la rabia parecen ser algunas emociones que a nivel político movilizan las acciones y determinan su justificación. Los asistentes pudieron reconocer que activar estas emociones puede llegar a producir grandes colaboraciones colectivas, gracias a la empatía, o desencadenar grandes divisiones, a través del odio.
“La implementación del Acuerdo Final es una condición necesaria para la construcción de una paz estable y duradera, pero no es suficiente, se debe también profundizar el trabajo con las emociones, las narrativas, las actitudes y los lenguajes de los colombianos”, afirma Cancino.
Precisamente para generar una acción colectiva que tenga un verdadero impacto nacional, los asistentes a estos tres días, en esta región de los Montes de María, intentaron identificar cuál sería la emoción que tendrían que reconocer. Una vez hecho esto, podrían utilizarla a través de un acto regional para movilizar a la sociedad, impulsados por el poder aglutinante del arte, la cultura y la pedagogía. Dicha emoción fue el asombro.
Cantantes, poetas, ilustradores y escritores caribeños estuvieron también presentes en la reunión. Ellos reflejan el crisol de razas, tradiciones y experiencias del Caribe que se expresan en su múltiples manifestaciones artísticas, pero que desde su diversidad intentan aportar a la paz de una nación.
“Tenemos varias tragedias nacionales y hemos heredado todo el odio generado a través de esas guerras, ¿cómo desmontar eso de aceptar la muerte para resolver nuestros conflictos?, ¿cómo denunciarnos a nosotros mismos que somos machistas, excluyentes, desconfiados del otro que es diferente a nosotros? Yo creo en la palabra, en la capacidad de contarnos, encontrarnos y reflejarnos a través de la poesía”, dice Leonardi Pérez, poeta del Cesar presente en el evento.
“Reconciliarnos con el territorio”, esta fue una las frases insignes del evento, que al final de tres días (7 al 9 de octubre) produjo una serie de concertaciones que pretenden movilizar a la comunidad educativa. A través de un evento que de manera simultánea se realice en los ocho departamentos de la región, se buscará irrumpir con dichas acciones en la agenda política nacional.
La idea de “reconciliarnos con el territorio” es precisamente llamar la atención sobre la necesidad de resignificar el campo, pero también que la ciudad y el campo empiecen a zanjar su brecha histórica.
“Se debe tener en cuenta que en San Andrés, que también es Colombia, hemos sufrido el conflicto de una manera distinta. Nuestro mar se ha convertido en la ruta del narcotráfico, por ejemplo, pero también tenemos el problema actual de la sobrepoblación. Si se van a hacer acciones colectivas concertadas con la Región Caribe, debe tenerse en cuenta la especificidad de cada departamento”, aseguró Silvia Venner, líder social del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
Eventos gastronómicos, caminatas hacia áreas rurales o regiones que fueron significativas en el conflicto (el campo o el mar), combinadas con actos culturales en donde se haga hincapié en el territorio como problemática central de la violencia histórica en Colombia, pretenden “hacer que el alimento, la concentración de tierras y el abandono del territorio sean los temas de los que se hable en la agenda de la política colombiana”, afirmó el asesor de la Oficina del Alto Comisionado, Diego Cancino.
Vea también: El sur del Tolima le sigue apostando al desarrollo rural
Al final de este evento era evidente que en cuestiones de política no todo es calculado, razonado y frío. Es más, apelando y escuchando a nuestras emociones más humanas y culturales, este evento demostró que se puede influir en las psicología ciudadana para la creación y fortalecimiento de instituciones que representen unas emociones eficaces, precisas y útiles en una democracia, y sobre todo en la construcción de una pedagogía para la paz y la reconciliación.
Los distintos comités se organizaron para concretar durante los próximos meses la actividad que harán durante el primer trimestre del próximo año. 2018 será un año clave no sólo por las elecciones presidenciales y legislativas, sino por la continuación de la implementación de muchos de los acuerdos generados en La Habana entre el Gobierno colombiano y las Farc, donde el tema de tierras y las víctimas tiene un papel esencial. De ahí la relevancia de iniciativas que nazcan de las preocupaciones y concertaciones de la organización civil y desde los territorios.
Representantes de organizaciones civiles y estudiantiles, comunicadores regionales, artistas y educadores del Atlántico, Bolívar, Cesar, Magdalena, Sucre, La Guajira, Córdoba y el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, se reunieron para “hacer cambios en las narrativas cotidianas de la sociedad que, en su conjunto, creen una nueva cultura de paz”, afirma un comunicado de la Oficina del Alto Comisionado.
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Se pretende hacer estos cambios mediante acciones colectivas regionales nacidas de la iniciativa de la sociedad civil. Son siete los encuentros que la Oficina del Alto Comisionado para la Paz intenta propiciar para generar dichas acciones con impacto nacional. El encuentro en San Juan Nepomuceno fue el tercero, luego de los de Buenaventura (Región Pacífica) y Florencia (Región Amazonia).
“Colombia está transitando de las emociones de la guerra a las emociones de la paz, del miedo y la venganza a la solidaridad, la tranquilidad y la empatía. Sabemos que la construcción de paz va más allá de los acuerdos que le ponen fin al conflicto armado, e implica la necesidad de reconstruir el tejido social, la confianza y las relaciones basadas en la equidad, el respeto y la no violencia. Todo esto significa la reconstrucción de la sociedad y la superación de los efectos no deseados de los altos niveles de polarización que vive el país”, afirma Diego Cancino, asesor de paz territorial de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, organizador de dichos encuentros.
Las emociones capturan un contenido narrativo importante, una actividad realizada en el evento logró mostrar algo de esto.
Se pidió a los asistentes que conformaran dos grupos, unos a favor de los acuerdos y otros asumirían una postura indiferente. En medio del salón, una cinta blanca marcaría la división. Una única instrucción: convencer al grupo contrario de su postura.
Al inicio, cada grupo de manera ordenada empezó a exponer sus argumentos. Poco a poco la situación empezó a tornarse desordenada y los ánimos se fueron encendiendo, hasta el punto en el que la línea divisoria no significaba nada, solo se oían gritos, algunos “¡Cállate!” y burlas. Otros, al no poder ser escuchados, empezaron a sentarse, indiferentes a lo que ocurría.
La indignación, el miedo y la rabia parecen ser algunas emociones que a nivel político movilizan las acciones y determinan su justificación. Los asistentes pudieron reconocer que activar estas emociones puede llegar a producir grandes colaboraciones colectivas, gracias a la empatía, o desencadenar grandes divisiones, a través del odio.
“La implementación del Acuerdo Final es una condición necesaria para la construcción de una paz estable y duradera, pero no es suficiente, se debe también profundizar el trabajo con las emociones, las narrativas, las actitudes y los lenguajes de los colombianos”, afirma Cancino.
Precisamente para generar una acción colectiva que tenga un verdadero impacto nacional, los asistentes a estos tres días, en esta región de los Montes de María, intentaron identificar cuál sería la emoción que tendrían que reconocer. Una vez hecho esto, podrían utilizarla a través de un acto regional para movilizar a la sociedad, impulsados por el poder aglutinante del arte, la cultura y la pedagogía. Dicha emoción fue el asombro.
Cantantes, poetas, ilustradores y escritores caribeños estuvieron también presentes en la reunión. Ellos reflejan el crisol de razas, tradiciones y experiencias del Caribe que se expresan en su múltiples manifestaciones artísticas, pero que desde su diversidad intentan aportar a la paz de una nación.
“Tenemos varias tragedias nacionales y hemos heredado todo el odio generado a través de esas guerras, ¿cómo desmontar eso de aceptar la muerte para resolver nuestros conflictos?, ¿cómo denunciarnos a nosotros mismos que somos machistas, excluyentes, desconfiados del otro que es diferente a nosotros? Yo creo en la palabra, en la capacidad de contarnos, encontrarnos y reflejarnos a través de la poesía”, dice Leonardi Pérez, poeta del Cesar presente en el evento.
“Reconciliarnos con el territorio”, esta fue una las frases insignes del evento, que al final de tres días (7 al 9 de octubre) produjo una serie de concertaciones que pretenden movilizar a la comunidad educativa. A través de un evento que de manera simultánea se realice en los ocho departamentos de la región, se buscará irrumpir con dichas acciones en la agenda política nacional.
La idea de “reconciliarnos con el territorio” es precisamente llamar la atención sobre la necesidad de resignificar el campo, pero también que la ciudad y el campo empiecen a zanjar su brecha histórica.
“Se debe tener en cuenta que en San Andrés, que también es Colombia, hemos sufrido el conflicto de una manera distinta. Nuestro mar se ha convertido en la ruta del narcotráfico, por ejemplo, pero también tenemos el problema actual de la sobrepoblación. Si se van a hacer acciones colectivas concertadas con la Región Caribe, debe tenerse en cuenta la especificidad de cada departamento”, aseguró Silvia Venner, líder social del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
Eventos gastronómicos, caminatas hacia áreas rurales o regiones que fueron significativas en el conflicto (el campo o el mar), combinadas con actos culturales en donde se haga hincapié en el territorio como problemática central de la violencia histórica en Colombia, pretenden “hacer que el alimento, la concentración de tierras y el abandono del territorio sean los temas de los que se hable en la agenda de la política colombiana”, afirmó el asesor de la Oficina del Alto Comisionado, Diego Cancino.
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Al final de este evento era evidente que en cuestiones de política no todo es calculado, razonado y frío. Es más, apelando y escuchando a nuestras emociones más humanas y culturales, este evento demostró que se puede influir en las psicología ciudadana para la creación y fortalecimiento de instituciones que representen unas emociones eficaces, precisas y útiles en una democracia, y sobre todo en la construcción de una pedagogía para la paz y la reconciliación.
Los distintos comités se organizaron para concretar durante los próximos meses la actividad que harán durante el primer trimestre del próximo año. 2018 será un año clave no sólo por las elecciones presidenciales y legislativas, sino por la continuación de la implementación de muchos de los acuerdos generados en La Habana entre el Gobierno colombiano y las Farc, donde el tema de tierras y las víctimas tiene un papel esencial. De ahí la relevancia de iniciativas que nazcan de las preocupaciones y concertaciones de la organización civil y desde los territorios.