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                                                                                                                              La lucha de las mujeres de Valle Encantado (Córdoba) por el agua

                                                                                                                              Un grupo de 15 mujeres desplazadas y a las que el Estado les adjudicó un predio en 1997 duraron 15 años sin agua potable. Con la mano de obra de sus familias y el apoyo de cooperación lograron construir un pozo de 40 metros de profundidad, del que ahora se abastecen dos comunidades vecinas.

                                                                                                                              Esther Polo Zabala*

                                                                                                                              Alicia Arroyo llena un tanque con el agua que le llega del pozo. / Mauricio Alvarado
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado

                                                                                                                              A Camión le faltó vida para seguir abasteciendo de agua, más o menos potable, a las 15 familias de Valle Encantado, en el corregimiento de Las Palomas de Montería (Córdoba). Era un burro mansito, comunitario, que cada día debía hacer hasta seis viajes de entre una hora, hasta un punto conocido como Piedra Uno, y otras tres horas hasta La Palma, en donde había pozos cavados en la tierra en los que las mujeres que arriaban a la bestia recogían agua de lluvia reposada.

                                                                                                                              Esos estanques eran la única fuente de agua para hidratar a vacas, caballos, otros burros y los miembros de las familias, y con la que las mujeres lavaban, cocinaban, regaban los cultivos y hacían todas las labores domésticas en verano, cuando se acababa el agua lluvia que ellas recogían en baldes en sus ranchos. “Desde las 5 de la mañana hacíamos turnos para ir a recoger el agua con el burro y a A veces daban las 8 o 9 de la noche y había gente todavía recogiendo agua. El pobre animalito pereció de puro y físico cansancio”, cuenta María Zabala con su acento cordobés, mirada dura y gestos de mando.

                                                                                                                              Lea: “Devuélvanos a nuestros hijos”: la historia de resistencia de las mujeres de Valle Encantado

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              A las 15 mujeres las unía un dolor: la violencia armada de los paramilitares del Urabá les había arrebatado sus casas y sus esposos, hermanos o hijos. Varias de ellas habían sido víctimas de violencia sexual, y a todas las habían obligado a desplazarse a barrios marginales de Montería.

                                                                                                                              En Nuevo Horizonte usan el agua de los pozos para bañarse, lavar y cocinar. / Mauricio Alvarado
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado

                                                                                                                              El de Valle Encantado es un terreno ganadero con algunos fragmentos inundables, ubicado a unos 60 kilómetros del área urbana de la capital de Córdoba, por un trayecto de casi tres horas que en invierno puede tardar hasta cinco por las condiciones de la carretera. Y, sin embargo, fue para todas el mayor motivo de alegría, porque iban a dejar sus trabajos haciendo aseo en casas de familia y el temor por el futuro de sus hijos en la ciudad. La entrega fue uno de los primeros casos en Colombia de adjudicación de tierras, donde las mujeres fueron las titulares de la propiedad. “Cuando llegamos acá, todo estaba abandonado y quienes le dieron vida a estas comunidades fuimos nosotros los desplazados”, dice doña María, quien salió de San Rafaelito (Córdoba) en 1989, luego de que paramilitares mataran a su esposo y un cuñado frente a sus hijos y quemaran su casa.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Le puede interesar: La deuda de hacernos preguntas incómodas para cerrar las heridas de la guerra

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                                                                                                                              Del mismo pozo de los animales

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              A esa situación de orden público se sumaba una igual de grave: la falta de agua potable. “Cuando recién llegamos, caminábamos apenas una hora de ida y una de vuelta, porque nos atravesábamos una finca ganadera vecina. Pero a los finqueros no les gustó y ‘encercaron’. Entonces nos tocaba dar la vuelta completa y ya nos gastábamos como medio día para ir y volver con una carga de agua”, recuerda Claudia. Esa carga de agua eran cuatro tanques, cada uno de 20 a 25 litros, que ellos utilizaban solo para tomar o cocinar para que rindiera. Para lo demás, utilizaban los pozos más cercanos, en donde se veía menos limpia.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Ocho de las quince mujeres a las que les adjudicaron el predio. / Mauricio Alvarado
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado
                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Así duraron 15 años, hasta que en 2013 lograron hacer un pozo subterráneo de 40 metros de profundidad, gracias a un proyecto realizado por la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP), que habían acompañado el proceso legal del predio y conocían la necesidad. “Vinieron unos técnicos que cavaron aquí y allá, y se llevaron muestras del suelo. Luego vinieron y probaron donde doña Alicia, que es la primera casa. Allá encontraron un pozo, pero el agua era muy salada, que solo sirve para darle a los animales. Después se vinieron haciendo pruebas hasta que cavaron en mi predio, en una de esas encontraron petróleo y dijeron que no estaba listo para sacar; en otra a 12 metros salieron las primeras gotas y a los 40 metros encontraron la verdadera fuente de agua”, relata doña María.

                                                                                                                              Después de corroborar que el agua, en efecto, era potable, los técnicos dejaron toda la infraestructura lista para sacarla del pozo y transportarla unos 100 metros hasta un tanque de 5.000 litros subido a una estructura de madera de unos seis metros. Todas debían caminar hasta la casa de doña María por el agua, adonde aún hoy acuden pobladores de Nuevo Horizonte y La Puente, comunidades cercanas que no tienen agua.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Doña María Zabala.
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado

                                                                                                                              Las mujeres, acostumbradas a unirse ante las tragedias, volvieron a hacerlo para reconstruir la casa. Hicieron una recolecta con ayuda de conocidos en Montería y Bogotá, y con poco más de $1 millón consiguieron el zinc, la madera y el mercado para hacerle una nueva casa sencilla que le sirviera de cocina, y que ella tiene toda adornada de flores. Pero ese hecho mostró nuevamente que no era suficiente tener el agua potable si no llegaba hasta la casa de todas las mujeres.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Por eso, en diciembre de 2021, cuando el gobierno de Bélgica les ofreció dos proyectos productivos por $5 millones , por medio del Grupo por la Defensa de la Tierra y el Territorio en Córdoba (GTTC), ellas dijeron: “Nada productivo vamos a poder hacer si no tenemos agua en nuestras casas”. Con los primeros $5 millones reconstruyeron la estructura de madera del tanque, que estaba a punto de caerse pese a las múltiples peticiones que le habían hecho a la Alcaldía de fortalecerla. Y con la segunda parte compraron toda la manguera que pudieron para llevar el agua potable lo más cerca posible de cada una de las viviendas.

                                                                                                                              Otro contexto en Valle Encantado: Conozca a los animales de “Una decisión valiente”

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Ahora casi todas muestran con orgullo la manguera por donde les llega el agua. Algunas, como doña Arsenia, tienen reparos porque le toca caminar unos 10 metros hasta el punto donde llegó el tubo, al ser su casa una de las más lejanas del tanque; otras dicen que hizo falta ser más pulidos en las uniones, porque en algunos puntos tienen escapes, pero otras dicen que esa es “pura labor de carpintería”. Doña Carmela Burgos, desplazada de El Mellito (Antioquia) luego de la desaparición de su esposo, es una de ellas. “Lo más difícil era conseguir el agua limpia. A mí la manguera me llegó hasta allí no más y yo compré lo que hizo falta para completar y le puse una llave de abrir y cerrar, y ahí mantengo lleno mi tanquecito”, señala y hace una demostración. Junto a ese tanque, tiene otro en el que sigue recogiendo agua lluvia “para no perder el vicio”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Las necesidades, sin embargo, no cesan. Casi todos en Valle Encantado están entre los 55 y 70 años. La falta de servicios básicos y el mal estado de la vía hizo que sus hijos salieran apenas tuvieron edad de trabajar, para sostener a sus familias. “Aquí el Estado ha brillado por su ausencia. Todo lo que nosotras tenemos, los proyectos productivos y el agua ha sido gracias a proyectos de organizaciones y de cooperación” “, denuncia Claudia, mostrando uno de los mayores problemas de los territorios donde el Estado no ha llegado nunca de manera integral. El agua es el ejemplo más claro. Aunque las mujeres de Valle Encantado lograron obtenerla, al menos cinco comunidades aledañas siguen dependiendo de sus pozos.

                                                                                                                              El agua, un derecho para todas las comunidades

                                                                                                                              “Duda de Los llantos” era un nombre muy triste para 111 familias desplazadas a quienes les adjudicaron 978 hectáreas de esa finca, contigua a Valle Encantado. Por eso, lo primero que hicieron fue cambiarlo: “Lo nombramos Nuevo Horizonte”, dice Nohora Villegas, lideresa de la zona. Esa es una de las al menos cinco comunidades vecinas que siguen dependiendo de los pozos de lluvia.

                                                                                                                              Nohora Villegas, lideresa de Nuevo Horizonte.
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado
                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              “Pero esos pozos se secan en verano y ahí sí quedamos peor”, asevera Nohora, por lo que le han pedido en repetidas ocasiones a la Alcaldía que les conecte el río Sinú, que está a solo 10 km, o que les haga un pozo como el de Valle Encantado. En la espera lo han intentado todo: robar agua de una finca “donde las vacas toman mejor agua que las personas”, mandar pimpinas en la chiva que va para Montería y apostar a proyectos de cooperación.

                                                                                                                              En uno de esos lograron hacer un pozo profundo de 36 metros de profundidad, de donde sale agua “que debe ser potable, porque ya la probamos”, pero aún les falta infraestructura: “Necesitan mil metros de tubo de una pulgada para poder abastecer a las familias”.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Alicia Arroyo llena un tanque con el agua que le llega del pozo. / Mauricio Alvarado
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado

                                                                                                                              A Camión le faltó vida para seguir abasteciendo de agua, más o menos potable, a las 15 familias de Valle Encantado, en el corregimiento de Las Palomas de Montería (Córdoba). Era un burro mansito, comunitario, que cada día debía hacer hasta seis viajes de entre una hora, hasta un punto conocido como Piedra Uno, y otras tres horas hasta La Palma, en donde había pozos cavados en la tierra en los que las mujeres que arriaban a la bestia recogían agua de lluvia reposada.

                                                                                                                              Esos estanques eran la única fuente de agua para hidratar a vacas, caballos, otros burros y los miembros de las familias, y con la que las mujeres lavaban, cocinaban, regaban los cultivos y hacían todas las labores domésticas en verano, cuando se acababa el agua lluvia que ellas recogían en baldes en sus ranchos. “Desde las 5 de la mañana hacíamos turnos para ir a recoger el agua con el burro y a A veces daban las 8 o 9 de la noche y había gente todavía recogiendo agua. El pobre animalito pereció de puro y físico cansancio”, cuenta María Zabala con su acento cordobés, mirada dura y gestos de mando.

                                                                                                                              Lea: “Devuélvanos a nuestros hijos”: la historia de resistencia de las mujeres de Valle Encantado

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              A las 15 mujeres las unía un dolor: la violencia armada de los paramilitares del Urabá les había arrebatado sus casas y sus esposos, hermanos o hijos. Varias de ellas habían sido víctimas de violencia sexual, y a todas las habían obligado a desplazarse a barrios marginales de Montería.

                                                                                                                              En Nuevo Horizonte usan el agua de los pozos para bañarse, lavar y cocinar. / Mauricio Alvarado
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado

                                                                                                                              El de Valle Encantado es un terreno ganadero con algunos fragmentos inundables, ubicado a unos 60 kilómetros del área urbana de la capital de Córdoba, por un trayecto de casi tres horas que en invierno puede tardar hasta cinco por las condiciones de la carretera. Y, sin embargo, fue para todas el mayor motivo de alegría, porque iban a dejar sus trabajos haciendo aseo en casas de familia y el temor por el futuro de sus hijos en la ciudad. La entrega fue uno de los primeros casos en Colombia de adjudicación de tierras, donde las mujeres fueron las titulares de la propiedad. “Cuando llegamos acá, todo estaba abandonado y quienes le dieron vida a estas comunidades fuimos nosotros los desplazados”, dice doña María, quien salió de San Rafaelito (Córdoba) en 1989, luego de que paramilitares mataran a su esposo y un cuñado frente a sus hijos y quemaran su casa.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Le puede interesar: La deuda de hacernos preguntas incómodas para cerrar las heridas de la guerra

                                                                                                                              Los paramilitares intentaron incidir en sus reuniones e incluso ofrecerles ayudas, pero ellas no aceptaron. “Incluso, en 2000 se hizo una reunión para decirles que nosotras no necesitábamos su control, que nosotras mismas resolvíamos nuestros problemas”, añade Claudia. Y hasta hablaron con Don Berna para reclamarle que les devolvieran a los hijos de algunas compañeras a los que habían intentado reclutar.

                                                                                                                              Del mismo pozo de los animales

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              A esa situación de orden público se sumaba una igual de grave: la falta de agua potable. “Cuando recién llegamos, caminábamos apenas una hora de ida y una de vuelta, porque nos atravesábamos una finca ganadera vecina. Pero a los finqueros no les gustó y ‘encercaron’. Entonces nos tocaba dar la vuelta completa y ya nos gastábamos como medio día para ir y volver con una carga de agua”, recuerda Claudia. Esa carga de agua eran cuatro tanques, cada uno de 20 a 25 litros, que ellos utilizaban solo para tomar o cocinar para que rindiera. Para lo demás, utilizaban los pozos más cercanos, en donde se veía menos limpia.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Ocho de las quince mujeres a las que les adjudicaron el predio. / Mauricio Alvarado
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado
                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Así duraron 15 años, hasta que en 2013 lograron hacer un pozo subterráneo de 40 metros de profundidad, gracias a un proyecto realizado por la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP), que habían acompañado el proceso legal del predio y conocían la necesidad. “Vinieron unos técnicos que cavaron aquí y allá, y se llevaron muestras del suelo. Luego vinieron y probaron donde doña Alicia, que es la primera casa. Allá encontraron un pozo, pero el agua era muy salada, que solo sirve para darle a los animales. Después se vinieron haciendo pruebas hasta que cavaron en mi predio, en una de esas encontraron petróleo y dijeron que no estaba listo para sacar; en otra a 12 metros salieron las primeras gotas y a los 40 metros encontraron la verdadera fuente de agua”, relata doña María.

                                                                                                                              Después de corroborar que el agua, en efecto, era potable, los técnicos dejaron toda la infraestructura lista para sacarla del pozo y transportarla unos 100 metros hasta un tanque de 5.000 litros subido a una estructura de madera de unos seis metros. Todas debían caminar hasta la casa de doña María por el agua, adonde aún hoy acuden pobladores de Nuevo Horizonte y La Puente, comunidades cercanas que no tienen agua.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Doña María Zabala.
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado

                                                                                                                              Las mujeres, acostumbradas a unirse ante las tragedias, volvieron a hacerlo para reconstruir la casa. Hicieron una recolecta con ayuda de conocidos en Montería y Bogotá, y con poco más de $1 millón consiguieron el zinc, la madera y el mercado para hacerle una nueva casa sencilla que le sirviera de cocina, y que ella tiene toda adornada de flores. Pero ese hecho mostró nuevamente que no era suficiente tener el agua potable si no llegaba hasta la casa de todas las mujeres.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Por eso, en diciembre de 2021, cuando el gobierno de Bélgica les ofreció dos proyectos productivos por $5 millones , por medio del Grupo por la Defensa de la Tierra y el Territorio en Córdoba (GTTC), ellas dijeron: “Nada productivo vamos a poder hacer si no tenemos agua en nuestras casas”. Con los primeros $5 millones reconstruyeron la estructura de madera del tanque, que estaba a punto de caerse pese a las múltiples peticiones que le habían hecho a la Alcaldía de fortalecerla. Y con la segunda parte compraron toda la manguera que pudieron para llevar el agua potable lo más cerca posible de cada una de las viviendas.

                                                                                                                              Otro contexto en Valle Encantado: Conozca a los animales de “Una decisión valiente”

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Ahora casi todas muestran con orgullo la manguera por donde les llega el agua. Algunas, como doña Arsenia, tienen reparos porque le toca caminar unos 10 metros hasta el punto donde llegó el tubo, al ser su casa una de las más lejanas del tanque; otras dicen que hizo falta ser más pulidos en las uniones, porque en algunos puntos tienen escapes, pero otras dicen que esa es “pura labor de carpintería”. Doña Carmela Burgos, desplazada de El Mellito (Antioquia) luego de la desaparición de su esposo, es una de ellas. “Lo más difícil era conseguir el agua limpia. A mí la manguera me llegó hasta allí no más y yo compré lo que hizo falta para completar y le puse una llave de abrir y cerrar, y ahí mantengo lleno mi tanquecito”, señala y hace una demostración. Junto a ese tanque, tiene otro en el que sigue recogiendo agua lluvia “para no perder el vicio”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Las necesidades, sin embargo, no cesan. Casi todos en Valle Encantado están entre los 55 y 70 años. La falta de servicios básicos y el mal estado de la vía hizo que sus hijos salieran apenas tuvieron edad de trabajar, para sostener a sus familias. “Aquí el Estado ha brillado por su ausencia. Todo lo que nosotras tenemos, los proyectos productivos y el agua ha sido gracias a proyectos de organizaciones y de cooperación” “, denuncia Claudia, mostrando uno de los mayores problemas de los territorios donde el Estado no ha llegado nunca de manera integral. El agua es el ejemplo más claro. Aunque las mujeres de Valle Encantado lograron obtenerla, al menos cinco comunidades aledañas siguen dependiendo de sus pozos.

                                                                                                                              El agua, un derecho para todas las comunidades

                                                                                                                              “Duda de Los llantos” era un nombre muy triste para 111 familias desplazadas a quienes les adjudicaron 978 hectáreas de esa finca, contigua a Valle Encantado. Por eso, lo primero que hicieron fue cambiarlo: “Lo nombramos Nuevo Horizonte”, dice Nohora Villegas, lideresa de la zona. Esa es una de las al menos cinco comunidades vecinas que siguen dependiendo de los pozos de lluvia.

                                                                                                                              Nohora Villegas, lideresa de Nuevo Horizonte.
                                                                                                                              Foto: Mauricio Alvarado
                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              “Pero esos pozos se secan en verano y ahí sí quedamos peor”, asevera Nohora, por lo que le han pedido en repetidas ocasiones a la Alcaldía que les conecte el río Sinú, que está a solo 10 km, o que les haga un pozo como el de Valle Encantado. En la espera lo han intentado todo: robar agua de una finca “donde las vacas toman mejor agua que las personas”, mandar pimpinas en la chiva que va para Montería y apostar a proyectos de cooperación.

                                                                                                                              En uno de esos lograron hacer un pozo profundo de 36 metros de profundidad, de donde sale agua “que debe ser potable, porque ya la probamos”, pero aún les falta infraestructura: “Necesitan mil metros de tubo de una pulgada para poder abastecer a las familias”.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Por Esther Polo Zabala*

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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