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Entre 1984 y 2013 fueron asesinados 83 sacerdotes en todo el país, ocho religiosos (cinco monjas, tres hombres) y tres seminaristas, al igual que un arzobispo y un obispo, según la Conferencia Episcopal de Colombia.
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Sin duda, dentro de la Iglesia Católica, los líderes religiosos que ayudan y luchan por las comunidades más vulnerables de nuestro país, son también los más susceptibles a recibir amenazas, ataques y hostigamientos por parte de grupos armados ilegales. Según el Informe Internacional de Libertad Religiosa para 2016, del Departamento de Estado de EE. UU, curas y monjas han sido atacados y asesinados por promover los derechos humanos, ayudar internamente a las personas desplazadas, ayudar con las reclamaciones de restitución de tierras y desincentivar el cultivo de coca.
A finales de noviembre de ese año, indica también este informe, la Dirección de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Procuraduría General de la Nación informó de 17 investigaciones abiertas por hechos relacionados con líderes religiosos amenazados, acosados o heridos como resultado de sus afiliaciones religiosas, en comparación con 11 casos abiertos a finales de 2015.
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Uno de los casos más conocidos es el de monseñor Jesús Emilio Jaramillo, asesinado por el Eln y beatificado, junto con el padre Pedro María Ramírez por el papa Francisco en septiembre del año pasado en Villavicencio, durante su visita a Colombia. La Diócesis de Arauca, en donde fue obispo Jesús Jaramillo, precisamente fue la primera en ser reconocida como víctima y como sujeto de reparación colectiva en junio de 2017. Otros cuatro sacerdotes fueron asesinados entre 1985 y 2003 en esa región: Raúl de Jesús Cuervo Arias (1985), Jesús Manuel Serrano (1998), José Rubín Rodríguez y Saulo Carreño, ambos en 2003.