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                                                                                                                              Mario Calderón, Elsa Alvarado y su amor eterno llamado Iván

                                                                                                                              Amigos y familiares de la pareja cuentan detalles de la historia entre la comunicadora y el jesuita retirado. Los esposos fueron asesinados en 1997 por orden de Carlos Castaño y con apoyo de militares.

                                                                                                                              Diana Durán Núñez y María José Medellín Cano / @dicaduran @Majomedellinc

                                                                                                                              Mario Calderón compartía con su esposa Elsa el proyecto de criar a su promogénito Iván. Añoraban tener un segundo hijo. / / Archivo particular

                                                                                                                              Iván Calderón Alvarado, hijo de los investigadores del Cinep Mario Calderón y Elsa Alvarado, asesinados el 19 de mayo de 1997 en su propio apartamento, se ha convertido en una especie de mito urbano: el bebé cuya madre escondió en un clóset cuando cuatro sicarios irrumpieron en su casa. “No tengo idea de dónde salió esa versión, yo no sé si un periodista se lo inventó. Pero Iván no estaba en ningún clóset. Donde se supone que lo metieron era un espacio reducido, de linos, y estaba lleno. Arnulfo, el portero, me dijo que había encontrado al niño cerca de la puerta. A Mario, cerca del comedor. Y a Elsita en el cuarto, entre la cuna y el armario”, cuenta Elvira Alvarado.

                                                                                                                              “Elsita…”, dice. Y enseguida calla. Sus ojos se llenan de lágrimas. Respira profundo, como cogiendo impulso para poder volver a armar una frase completa. Elvira es la mayor de los cinco hijos que tuvieron Carlos Alvarado y Elvira Chacón —Elsa era la menor—, y en 20 años de vivir con esta tragedia a cuestas nunca había querido hablar con un medio de comunicación. Lo hace ahora “porque esto ayuda a que Iván sane”. El pequeño, que sobrevivió a la masacre del apartamento 702 del edificio Quintas de La Salle, junto con su abuela materna, es el hijo de Mario y Elsa. Y también el hijo de Elvira. “Mi hermana me dio el hijo que yo no había podido tener”.

                                                                                                                              Iván, coinciden los amigos de la pareja, fue un niño amado y muy esperado. “Para Elsa, la maternidad fue un paso muy importante en su realización como persona. El nacimiento fue motivo de mil fiestas y celebraciones”, recuerda Juan Manuel Navarrete, uno de sus mejores amigos de la universidad. Myriam Inés Awad, otra amiga de ellos, señala: “Fuimos parte de ese grupo de mujeres del Cinep con más de 30 años, con posiciones y libertades muy claras, que empezamos a quedar embarazadas. Las barrigas nos dieron una sensación de fragilidad, pero también de mucha alegría por poder escoger la maternidad de una manera absolutamente consciente. Elsa amaba su barriga”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Después de estas dos décadas de dolor profundo, Elvira Alvarado tampoco comprende por qué su hermana y su cuñado fueron el blanco de tanta sevicia: “Mario le hablaba a la gente, construía. Elsita les enseñaba a las madres, a los niños. Les quitaron la vida porque sí”, dice, resignada. “Con su muerte les infundieron miedo a las personas y organizaciones que trabajaban defendiendo las fuentes de agua del Sumapaz, aunque también otros quisieron seguir trabajando, aun con temores. Yo no soy una de esas”. Ella, bióloga marina, se hizo cargo de inmediato de su madre y de Iván. “Yo me casé con un buen hombre. Ni siquiera le pregunté si Iván y mi mamá podían vivir con nosotros. Y él lo aceptó todo”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              “Sergio Restrepo y Mario se volvieron grandes amigos manejando la parroquia de Tierralta, en Córdoba. Cuando a Sergio lo asesinaron en 1989, Mario tuvo que salir de la zona inmediatamente. Él entró al Cinep para poner en marcha unas investigaciones y fue ahí donde conoció a Elsa. Poco después, cuando él ya se había retirado, se organizaron como pareja”, recuerda el padre Javier Giraldo, jesuita e integrante del Cinep. “Mario y Elsa se conectaron a través de la picardía y de la pureza de sus almas”, señala Ángela Sánchez, otra amiga de Elsa de la universidad. “Ella siempre quiso explorar la vida, el puerto firme llegó con Mario. Y ambos tenían claro que su proyecto de vida era criar a su hijo”, agrega.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Calderón era un amante del ron, los tangos donde Marielita, en el centro de Bogotá, la salsa y el son cubano. A Elsa le gustaba la salsa, pero para bailarla. Ambos medían más de 1,80 metros, “eran dos garzas”, dice Myriam Inés Awad. En las fiestas que ofrecieron en su casa, que se volvieron épicas, ella se encargaba de la cocina mientras él, en la sala, ofrecía a sus visitantes un trago de ese que solía acompañarlo cuando se montaba en mula a recorrer las veredas de Tierralta para bautizar a los hijos de los campesinos. Eran años de bohemia y música de golpe. “Con Mario teníamos una costumbre: sentarnos a beber ron el primer jueves de cada mes”, recuerda Marco Raúl Mejía, uno de sus mejores amigos.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              El 19 de mayo de 1997, en la masacre del apartamento 702 del edificio Quintas de La Salle, murió también un hombre de quien nadie suele hablar: Carlos Alvarado. De Natagaima (Tolima), ingeniero civil de la Universidad Nacional, Alvarado llamaba a su nieto Iván “el bebé de mi bebé”. Su hija Elvira relata que era un hombre tímido, un conservacionista del medioambiente adelantado a su época, un amante de la música clásica y de los perros grandes. “Le gustaba el mar. Mi hermana nadaba con mucha elegancia. Creo que todos nosotros le cogimos amor al agua por él. Era un hombre amplio de mente, que aceptó la relación de Elsa y que sus otras hijas no nos casáramos por la Iglesia”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Para la época en que Carlos Alvarado fue asesinado, dice Elvira, él y su mamá todavía andaban juntos de la mano. “Mi mamá nunca volvió a ser la misma. Ella era alegre y optimista y, aunque no puede luchar contra su naturaleza, es una mujer muy triste. No hay día que no piense en mi papá y en mi hermana, no hay día que no lamente haberlos enterrado. Ella vive por Iván, que se volvió su quinto hijo”. Elvira Alvarado considera que haber declarado este caso de lesa humanidad “es el inicio de una justicia, pero uno no sabe qué pensar”. Su semblanza se torna de nuevo melancólica, su voz temblorosa y sus ojos se inundan de lágrimas. “A uno no le devuelven a nadie”.

                                                                                                                              Aquí puede encontrar la primera entrega de este trabajo conmemorativo: Mario y Elsa, un crimen sin castigo. 


                                                                                                                              * En la primera entrega de este trabajo conmemorativo, publicada el domingo 14 de mayo, indicamos que los tres hermanos de Mario Calderón habían fallecido. Aclaramos que sus hermanas María Luisa e Inés siguen vivas.

                                                                                                                              Mario Calderón compartía con su esposa Elsa el proyecto de criar a su promogénito Iván. Añoraban tener un segundo hijo. / / Archivo particular

                                                                                                                              Iván Calderón Alvarado, hijo de los investigadores del Cinep Mario Calderón y Elsa Alvarado, asesinados el 19 de mayo de 1997 en su propio apartamento, se ha convertido en una especie de mito urbano: el bebé cuya madre escondió en un clóset cuando cuatro sicarios irrumpieron en su casa. “No tengo idea de dónde salió esa versión, yo no sé si un periodista se lo inventó. Pero Iván no estaba en ningún clóset. Donde se supone que lo metieron era un espacio reducido, de linos, y estaba lleno. Arnulfo, el portero, me dijo que había encontrado al niño cerca de la puerta. A Mario, cerca del comedor. Y a Elsita en el cuarto, entre la cuna y el armario”, cuenta Elvira Alvarado.

                                                                                                                              “Elsita…”, dice. Y enseguida calla. Sus ojos se llenan de lágrimas. Respira profundo, como cogiendo impulso para poder volver a armar una frase completa. Elvira es la mayor de los cinco hijos que tuvieron Carlos Alvarado y Elvira Chacón —Elsa era la menor—, y en 20 años de vivir con esta tragedia a cuestas nunca había querido hablar con un medio de comunicación. Lo hace ahora “porque esto ayuda a que Iván sane”. El pequeño, que sobrevivió a la masacre del apartamento 702 del edificio Quintas de La Salle, junto con su abuela materna, es el hijo de Mario y Elsa. Y también el hijo de Elvira. “Mi hermana me dio el hijo que yo no había podido tener”.

                                                                                                                              Iván, coinciden los amigos de la pareja, fue un niño amado y muy esperado. “Para Elsa, la maternidad fue un paso muy importante en su realización como persona. El nacimiento fue motivo de mil fiestas y celebraciones”, recuerda Juan Manuel Navarrete, uno de sus mejores amigos de la universidad. Myriam Inés Awad, otra amiga de ellos, señala: “Fuimos parte de ese grupo de mujeres del Cinep con más de 30 años, con posiciones y libertades muy claras, que empezamos a quedar embarazadas. Las barrigas nos dieron una sensación de fragilidad, pero también de mucha alegría por poder escoger la maternidad de una manera absolutamente consciente. Elsa amaba su barriga”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Después de estas dos décadas de dolor profundo, Elvira Alvarado tampoco comprende por qué su hermana y su cuñado fueron el blanco de tanta sevicia: “Mario le hablaba a la gente, construía. Elsita les enseñaba a las madres, a los niños. Les quitaron la vida porque sí”, dice, resignada. “Con su muerte les infundieron miedo a las personas y organizaciones que trabajaban defendiendo las fuentes de agua del Sumapaz, aunque también otros quisieron seguir trabajando, aun con temores. Yo no soy una de esas”. Ella, bióloga marina, se hizo cargo de inmediato de su madre y de Iván. “Yo me casé con un buen hombre. Ni siquiera le pregunté si Iván y mi mamá podían vivir con nosotros. Y él lo aceptó todo”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              “Sergio Restrepo y Mario se volvieron grandes amigos manejando la parroquia de Tierralta, en Córdoba. Cuando a Sergio lo asesinaron en 1989, Mario tuvo que salir de la zona inmediatamente. Él entró al Cinep para poner en marcha unas investigaciones y fue ahí donde conoció a Elsa. Poco después, cuando él ya se había retirado, se organizaron como pareja”, recuerda el padre Javier Giraldo, jesuita e integrante del Cinep. “Mario y Elsa se conectaron a través de la picardía y de la pureza de sus almas”, señala Ángela Sánchez, otra amiga de Elsa de la universidad. “Ella siempre quiso explorar la vida, el puerto firme llegó con Mario. Y ambos tenían claro que su proyecto de vida era criar a su hijo”, agrega.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Aquí puede encontrar la primera entrega de este trabajo conmemorativo: Mario y Elsa, un crimen sin castigo. 


                                                                                                                              * En la primera entrega de este trabajo conmemorativo, publicada el domingo 14 de mayo, indicamos que los tres hermanos de Mario Calderón habían fallecido. Aclaramos que sus hermanas María Luisa e Inés siguen vivas.

                                                                                                                              Por Diana Durán Núñez y María José Medellín Cano / @dicaduran @Majomedellinc

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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