El fotógrafo y periodista Malcol Linton vino por primera vez a Colombia cuando sólo tenía 19 años. Se obsesionó durante una década con la idea de volver hasta que encontró la posibilidad en 1985, cuando apenas comenzaba su carrera. Se quedó dos años en los que vio las peores tragedias del país, como la toma del Palacio de Justicia y la avalancha de Armero. El desastre lo ligó más al opaís y desde ese momento, dice, Colombia “es fascinante e irresistible de un modo que es difícil de explicar”. Le atrae que sea un lugar que sobrevive a sí mismo todos los días.
Volvió de nuevo en 2015, en plena negociación de acuerdo de paz entre el Gobierno y la extinta guerrilla de las Farc. En ese momento pensó que debía aportar con su trabajo al país que tanto quería y que a la vez lo contrariaba. Se imaginó la palabra “reconciliación”. Llamó la palabra “futuro”. No se quedó en el registro de la noticia y prefirió ir tres pasos más adelante.
“Sabía que muchos colombianos ven a las Farc como monstruos, pero también era consciente de que el conflicto suele llevar a las personas a deshumanizar al adversario y que la realidad nunca es tan simple. Pensé que como extranjero podría fotografiar a la guerrilla sin tantos prejuicios. Quise mostrar quiénes eran, qué pensaban, cómo se sentían y qué pasaría con sus vidas”, explica Linton.
Entonces decidió plantearles el proyecto a las Farc a principios de 2016. Tardó varios meses intentando contactar a sus líderes, pero no logró nada. Sin respuestas, decidió viajar a La Habana, donde se estaban desarrollando las conversaciones de paz. Linton cuenta que pasó una semana en el café bar del centro de conferencias y cada vez que aparecía un delegado de las Farc se presentaba y le hablaba de su proyecto. Tampoco tuvo éxito allí. Luego, regresó a Bogotá, donde recibió un mensaje aceptando su solicitud para visitar un campamento.
“Hice el viaje con la documentalista inglesa Emily Wright, y durante los primeros días acordamos abstenernos de tomar fotos o de hacer videos para que todo el mundo tuviera la oportunidad de conocernos. Creo que eso fue crucial porque los guerrilleros se sintieron lo suficientemente cómodos como para ignorarme cuando comencé a fotografiarles. De hecho, si alguien reaccionaba ante la cámara, solía parar, pues quería que las fotos fueran sobre ellos, y no sobre su respuesta a mi presencia”, agrega el fotógrafo oriundo de Reino Unido.
¿Por qué bautizar el libro Metamoforsis? Sí, está relacionado con la novela de Franz Kafka. En este caso, el argumento más evidente es que para ese entonces estaban en el paso de guerrilleros a civiles. Pero, para Linton, esta palabra también es una manera de indicar que esto es más que una colección de fotos de viaje. Considera que la situación de los excombatientes comparte muchos de los temas principales de la historia de Kafka, “como el rechazo social del individuo debido al miedo y la incomprensión; la pérdida de control de la propia vida al caer en un proceso impredecible; y la diferencia entre cómo se ve uno y cómo lo ven los otros”.
El libro de Villegas Editores presenta, según su autor, una mirada de los guerrilleros desconocida para la mayoría de las personas. Espera que su publicación contribuya a cambiar la tendencia actual de actitudes y opiniones. Esa sería, además, una metamorfosis de quienes miran las fotos. Al punto que pueden comprender que no sólo fueron victimarios, sino también víctimas. “Creo que aceptar este tipo de cosas paradojicas es esencial para una paz estable, y es por eso que trato de tomar fotos que cuestionan las creencias de las personas y no de confirmarlas”, afirma Linton.
Muchos excombatientes han regresado al monte. Otros probablemente los seguirán si tienen que dejar las zonas de transición. Pero el fotógrafo dice que ninguno de los que conoció tenía ganas de pasar por una metamorfosis inversa. En su obra, Linton les da un rostro y muestra cómo, al igual que otros colombianos, ellos también cargan con una maleta de ilusiones dentro de la que llevan la esperanza de no volver a empuñar un arma.