Mujeres de San Cristóbal Sur derrotan sus miedos con puntadas. El colectivo Tejedoras de Sabiduría, que nació hace siete meses, se ha tomado cuatro espacios públicos de barrios cercanos que habían dejado de transitar por miedo a ser asaltadas, manoseadas e, incluso, violadas.
Uno de esos sitios es un bosque ubicado al lado del jardín infantil San Jerónimo de Yuste, diseñado por los arquitectos Rogelio Salmona y Arcadio Polanco e inaugurado en 2002, donde no sólo se forman niños de barrios vecinos, sino que también se dictan talleres de creación para adultos.
En ese sector, la comunidad ha sido testigo de robos y crímenes como el macabro hallazgo, hace 17 años, del cuerpo de una mujer descuartizada. Por eso el colectivo, integrado por 23 mujeres entre los 30 y 83 años, eligió este bosque para ubicar 1.400 piezas bordadas. “Les pedimos permiso a los árboles. Decidimos que fuera en lanita y que tuviera huequitos para que el árbol pudiera seguir respirando, seguir viviendo”, explica Margarita Beltrán, miembro del colectivo.
Y agrega: “Allí sólo participamos mujeres. Los espacios que intervenimos son aquellos por donde los hombres no corren tanto peligro, pero a nosotras nos da mucho miedo pasar, porque nos sentimos en riesgo. Luego de nuestro trabajo, ahora vemos niños jugando en las tardes. A este bosque nadie se asomaba y nos dimos cuenta de que poniendo tejidos que adornaran los árboles y el sendero, la gente se comenzaba a acercar”.
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Así como a este espacio, han llevado su estrategia a otros sectores del barrio. Por ejemplo, en un sitio llamado El Mirador, donde hace tres años fue violado un niño, dejaron sus tejidos y adornaron el lugar con plantas. El menor, que hoy tiene 10 años, participó en el proceso.
También recuperaron la cancha Gran Colombia, que se había convertido en referente de drogadicción y violencia, y en un callejón del barrio El Pilar que da hacia un caño y donde “históricamente robaban y manoseaban a las mujeres, pintamos, sembramos maticas y pusimos sillas. Ahora la gente sale a tomar el sol”, dice Beltrán.
La iniciativa
A pesar de sus ocupaciones cotidianas y laborales, las mujeres se ponen de acuerdo para participar en los talleres todos los martes, de 10:00 a.m. a 12:00 m., en el jardín infantil, donde además de reunirse a tejer con aguja y a veces con los dedos, en lana y en trapillo, también aprenden a formular proyectos y comparten lo que las aqueja todos los días. “Gracias al tejido nos hemos transformado. Aquí vienen mujeres maltratadas que cuentan sus historias. En esos talleres escuchamos cosas duras, pero se forja una amistad. Nos volvemos más unidas”, indica Margarita Quevedo, madre de Beltrán, quien es ama de casa.
No todas tejen. A algunas que por su edad tienen limitaciones físicas, se les confían otras tareas. La mayor tiene 83 años. Se trata de doña Emma, quien no puede tejer, pero hace pompones. También está doña Rosita, que por la fragilidad de su visión ayuda a instalar los tejidos de sus compañeras en los espacios públicos.
Margarita Beltrán, a sus 30 años, es la más joven de las integrantes del colectivo, y a pesar de trabajar cuatro días a la semana en casas de familia y hacer trabajos por encargo en su máquina fileteadora, saca el tiempo necesario para cumplir con las piezas que debe hacer para el colectivo. Cuando el trabajo es mucho y cada una debe continuar con la tarea en su casa, hacen un acta en la cual definen compromisos.
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Fondo comúnPara mantener su iniciativa, estas mujeres provenientes de los barrios El Pilar, Montecarlo, Gran Colombia, Aguas Claras, Laureles, La Cecilia y Recodo crearon un fondo común, fruto de la venta de vasos, camisas, recordatorios y de sus tejidos, para realizar y hacerles mantenimiento a sus trabajos. Durante el proceso de crecimiento han podido capacitarse en emprendimiento. Cuentan que han sido invitadas a festivales artesanales y comunitarios donde comparten sus ideas. “A futuro queremos invadir más espacios públicos. El tejido es una motivación, porque brindamos calor, esperanza, seguridad a la gente”, agrega Beltrán.
Para esta época navideña, las mujeres instalaron y decoraron con tejido una estructura de cinco metros de alto por cuatro metros de ancho, desde la cual dictan talleres a la comunidad y realizan las novenas con los niños a partir de las 6:00 p.m. La muestra, que durará un mes, permitirá que quienes la visiten puedan tejer algo y lo cuelguen, pidiendo un deseo para el año nuevo.
El colectivo ve los espacios intervenidos como una donación a la comunidad. Aunque algunas piezas han sido robadas o destruidas por los mismos habitantes, ellas destacan que su trabajo ha aportado a la transformación social en beneficio de la seguridad y la unidad. Aspiran a resignificar más espacios públicos y a que más mujeres se integren y cuenten las cosas que las aquejan, y a través de sus manualidades contribuir a la seguridad.