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Si la ilusión en los ojos chocoanos convirtiera los sueños en realidad, a Quibdó hubiera llegado desde hace mucho tiempo la paz. Lo único que la guerra no le ha podido quitar a esa tierra es la resistencia y la esperanza de que algún día la vida sea mejor y posible. Algunos de los proyectos comunitarios buscan, además, arrebatarle a la violencia sus jóvenes, principales víctimas de un conflicto urbano que se ha intensificado.
Este municipio ha sido históricamente puerto de llegada de víctimas de desplazamiento forzado de todo el departamento de Chocó, lo que ha generado problemáticas a raíz del asentamiento y crecimiento de bandas criminales, así como la ruptura de su tejido social.
Esas dinámicas de conflicto urbano también se han afianzado en el territorio debido a la delincuencia común y el microtráfico, un fenómeno que toma fuerza por la ubicación estratégica de Quibdó y su cercanía con el río Atrato, una ruta de drogas y mercancías ilegales con salidas al mar y a Panamá. Pero esas dinámicas que han implementado los actores armados en esa región, como siempre, dejan en medio a las comunidades.
Las disputas territoriales entre grupos ilegales que hacen presencia en Quibdó ha generado paros armados, confinamientos, homicidios y extorsión, un fenómeno que aunque se ha tratado en el proceso de paz urbano, todavía alcanza niveles altos.
Según datos oficiales, en Quibdó se han registrado 301 casos de extorsión hasta el 20 de noviembre, eso sin tener en cuenta el subregistro, mientras que en el mismo período del año anterior se presentaron 242 casos. Cabe anotar que las cifras también incluyen acciones extorsionistas por parte del Clan del Golfo (autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia, EGC).
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Asimismo, la falta de oportunidades por la poca presencia del Estado en esos territorios, ha provocado que incluso los actores armados encuentren un caldo de cultivo propicio para la inclusión de mujeres, niños y jóvenes en el mundo de la criminalidad.
Sin embargo, en un intento por desmontar las estructuras criminales en esa región del país, el gobierno de Gustavo Petro, en el marco del proyecto de paz total, instaló el pasado 18 de agosto de 2023, un laboratorio de paz urbana que involucra a las tres principales bandas de Quibdó: RPS, Locos Yam y Mexicanos, cada estructura compuesta por aproximadamente de 300 jóvenes en las comunas 1, 4, 5 y 6, con lo que podrían tener una injerencia en el 85 % de los barrios.
Según un informe de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), el involucramiento de los jóvenes responde a la falta de oportunidades que enfrentan en la capital del Chocó. En un comunicado donde explican sus orígenes, integrantes de los mexicanos afirman: “Desde muy niños nos convirtieron en los actores principales de una guerra absurda que no tuvimos por qué vivir”.
En entrevista con Colombia+20, David Racero, representante a la Cámara por el Pacto Histórico y coordinador del espacio sociojurídico, apuntó que el hambre y la pobreza extrema en Quibdó son dos factores preocupantes de cara al conflicto armado.
“No tener un plato de comida hace que muchos jóvenes entren a la delincuencia. Las cifras salen por sí solas. Quibdó es la ciudad capital de departamento con mayor índice de pobreza multidimensional, mayor índice de pobreza monetaria, llegando casi a un 60%. La ciudad con la tasa de desempleo más alta del país, alrededor de un 30% y con el desempleo juvenil más alto, llegando al 35%. Así que pensar que situaciones de pobreza extrema no son condiciones de posibilidad para la delincuencia, es negar la realidad. Por eso las acciones de transformación en los territorios son tan importantes”, señaló.
En ese contexto, el espacio socio jurídico con las bandas criminales en Quibdó busca disminuir los niveles de violencia y las dinámicas criminales que han fortalecido su presencia en los barrios. Al mismo tiempo, desde ese proceso se quieren impulsar iniciativas de transformación territorial y apoyar los proyectos comunitarios existentes para que los jóvenes encuentren otro futuro diferente a la guerra.
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En ese sentido, en ese territorio se impulsan estrategias de impacto rápido que tienen como objetivo apoyar y fortalecer las iniciativas que desde antes venían trabajando los quibdoseños en compañía de la Diócesis.
Y, junto con la Unión Europea, se están trabajando otros proyectos comunitarios con un impacto más grande que surgen desde el proceso en la cárcel. “Muchos de estos jóvenes, que no superan los 30 años, en otro tipo de condiciones hubiesen sido unos líderes sociales o hasta políticos”, agregó el congresista.
Es así como desde la Delegación del Gobierno Nacional para el Espacio Socio Jurídico de Paz (ECSJ) junto con la Unión Europea, el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ), bajo el proyecto Apoyo a la consolidación de la paz en Colombia, se está impulsando la paz territorial a través de iniciativas comunitarias. Líderes del territorio trabajan en proyectos como galpones de gallinas ponedoras, huertas caseras, productos procesados, artesanías desarrolladas por mujeres emprendedoras, productos textiles para jóvenes en los barrios.
En el recorrido que hizo Colombia+20 por Quibdó, especialmente las zonas de Guayabal (Comuna uno, zona rural) y El Reposo dos, visitó proyectos de comunidades indígenas, mujeres cabeza de hogar y jóvenes de los barrios más afectados por la violencia. Como una forma de contribuir a la paz, han resistido en sus territorios y han fomentado alternativas productivas diferentes a las impuestas por las dinámicas de conflicto en la región.
Resistir en el territorio mientras se construye paz
Desde hace más de 11 años, tres asentamientos indígenas, La Paz, Wounnan y Villanueva, ubicados en la comuna 1, han resistido a la violencia que los ha querido desterrar de sus suelos sagrados. Ese territorio estaba bajo el control de la banda criminal Los Mexicanos, que ahora están sentados en la mesa de diálogo con el Gobierno, pero tras la avanzada militar del Clan del Golfo, autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia, se tomaron ese territorio y desplazaron a esa banda ilegal urbana.
Sin embargo, las comunidades decidieron quedarse en ese territorio. Juegan fútbol todas las tardes, sin falta, en una cancha rodeada por casitas de madera y niños curiosos que miran desde las ventanas un grupo de gente que los visita para conocer el proyecto productivo de pollos y gallinas ponedoras que ha creado la comunidad y que hoy por hoy es fuente de sustento para las numerosas familias.
El líder de la comunidad da un saludo de bienvenida mientras luce una camiseta con la bandera de la Unión Europea, dice que tiene mucho que agradecerle a la comunidad internacional por todo el apoyo que han significado en el desarrollo de sus asentamientos.
De pie, en la mitad de una escuelita improvisada y rodeado de artesanías, mujeres, niños y otros hombres de su comunidad, el líder comienza a explicar su proyecto productivo.
Adecuaron una caseta para reunir 50 gallinas ponedoras y entre las 19 familias que componen el asentamiento de Villanueva, se van rotando el turno para alimentarlas, darles agua y estar atentos por si alguna gallina se enferma. Cuenta que todavía no han puesto ningún huevo, pero que están aliviadas porque hasta ahora ninguna se ha muerto.
Este proyecto que había recibido apoyo también por parte de la Diócesis de Chocó, para los asentamientos indígenas ha significado un sustento económico y la soberanía alimentaria de más de 50 personas. Pero más allá de eso, la iniciativa ha sido excusa para mantenerse unidos frente al riesgo latente de una violencia que los acecha.
“Para nosotros la unión hace la fuerza, si nosotros no tenemos esa unión, no somos nada. Los jóvenes están mirando que nosotros como padres hemos tratado de visibilizar todos los problemas y hemos estado al frente de los problemas. Ellos ven este proyecto como una alternativa para mirar más allá y manejar sus vidas”, explicó el líder Wounnan.
Mujeres que reconstruyen el tejido social
La casa de Ana Isabel Moreno huele a sancocho de gallina recién hecho. Los trozos de pollo que rebosan el caldo son criados en los dos corrales casi improvisados que construyó con su comunidad, las mujeres emprendedoras de Guayabal, y de la mano de la Diócesis de Chocó, en cabeza del padre Johnny Milton Córdoba.
Como una forma de hacer resistencia en el territorio tras los efectos de la guerra entre guerrilleros y autodefensas, y ahora por la minería ilegal, las mujeres de esa comunidad rural de la Comuna 1 de Quibdó, aceptaron el proyecto y recibieron 180 gallinas que, por falta de espacio, se fueron muriendo.
Sin embargo, ante esa adversidad, las mujeres de Guayabal no desistieron del proyecto y recibieron capacitación de técnicos del SENA, recibieron 35 gallinas y comenzaron a recoger los huevos para su comercialización y también para consumo.
Actualmente, las mujeres tienen ochenta gallinas y recogen alrededor de 25 huevos al día que se venden entre 15 mil y 18 mil pesos la canasta para beneficiar a más de 30 familias y sostener el proyecto comunitario.
“Esto nos ha ayudado a fortalecer los lazos en la comunidad. Nosotros ya estamos haciendo paz con este proyecto. La mayoría somos mujeres cabeza de familia, tenemos un hogar, tenemos hijos y nietos. A todos los estamos involucrando en el proceso para trabajar en familia y que no haya espacio para otras cosas. Estamos resistiendo en nuestro territorio”, relató Ana Isabel. Según ella, lo que piden a la mesa de diálogo y al Gobierno es más apoyo para que el proyecto crezca con mejoras en su infraestructura, adecuación de los galpones y máquinas con más tecnología.
El sueño de la paz en los jóvenes de El Reposo
Una casa vacía en el barrio El Reposo dos encierra la esperanza de los jóvenes que creen en un futuro mejor. Las paredes de ese lugar están decoradas con fotografías de las máquinas con las que esperan hacer realidad el sueño de echar a andar el proyecto “Diseño y producción de prendas de vestir propias de la cultura joven y afro” que nació desde el espacio socio jurídico con apoyo del ICTJ.
Aunque todavía no tienen el nombre de la marca de las camisetas con las que esperan representar su cultura y ser ejemplo de que se puede pensar en una vida lejos del conflicto, sí tienen listas las áreas administrativas, productivas y hasta el manejo del marketing a través de redes sociales para cuando esté lista la primera producción de las camisetas. También tienen listo el personal que va a desarrollar el proyecto: madres cabeza de familia a las que llaman tejedoras de sueños. Lo único que les hace falta para arrancar son las máquinas para confeccionar que por ahora solo tienen en papel, pero ni siquiera eso les quita la ilusión de que la paz es posible.
“Este proyecto tiene un papel significativo en la construcción de paz en la región, especialmente al ser promovido desde una mesa de diálogo con bandas urbanas. Al ofrecer a los jóvenes una alternativa positiva y creativa, se busca desviar su atención de actividades violentas hacia la producción artística y cultural”, explicó Robinson Palacios, líder del proyecto que vincula directamente a 17 personas. Todos y todas recibirán capacitación en confecciones, manejo de máquinas, diseño, estampado y aspectos empresariales.
Según explicó David Racero, coordinador por el Gobierno del espacio de diálogo, están pendientes de que se concrete la compra de los equipos por parte de Fondopaz.
“La capacidad organizativa de Quibdó es sorprendente. La comunidad cumple un papel fundamental en la cohesión social y por eso queremos recuperar este tipo de proyectos. Ya está la estructura del proyecto, la ruta y el plan de negocios. Queremos que sean sostenibles financieramente y que se haga inversión en formación e infraestructura para que el emprendimiento camine solo”, dijo el delegado mientras recorría la casa donde se ubicará la sede del proyecto.
La comunidad le pide al espacio de diálogo con las bandas que se promueva el proyecto de manera que se pueda contribuir a un cambio duradero en las dinámicas de la comunidad.
“La promoción de la identidad y la cultura puede ser una herramienta poderosa para la reconciliación y el entendimiento y es que, a través del servicio a la comunidad y los procesos constructivos de las mismas se fomenta un ambiente de paz y se reduce la tensión social. Esta iniciativa no solo busca generar un impacto inmediato, sino también contribuir a un cambio duradero en la dinámica de la comunidad”, añadió Palacios.
*Esta pieza periodística hace parte de la iniciativa “Comunidades que Transforman” de El Espectador, el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ por su sigla en inglés) y la Embajada de la Unión Europea. Esta es una alianza para producir contenidos que narran los esfuerzos de las organizaciones comunitarias, las autoridades y el sector privado en la construcción de paz.
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