Mañana, por primera vez en público, dos hombres que fueron víctimas de la guerra por las decisiones de sus familiares -un jefe paramilitar y un comandante guerrillero- se encontrarán para contar su historia de reconciliación y perdón: Jorge Rodrigo Tovar Vélez, hijo de Jorge Tovar Pupo (conocido como Jorge 40, exjefe del Bloque Norte de las Auc), y Jaime Palmera, hermano de Ricardo Palmera Pineda (conocido como Simón Trinidad, excomandante del Bloque Caribe de las Farc). Los dos se reencontraron a finales de julio del año pasado, protagonizaron un abrazo espontáneo en un foro en Valledupar y desde ese día decidieron que trabajarían juntos por la paz, en el más completo anonimato.
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Los dos han padecido el exilio, la estigmatización, la persecución, el secuestro y la muerte de familiares y amigos, en medio del conflicto que su padre y hermano protagonizaron durante décadas. Las amenazas no cesan, reconocen los dos, por eso decidieron mantenerse al margen de eventos públicos y de los medios de comunicación. Pero hoy quieren contarle al país su proceso de reencuentro y reconciliación. Están convencidos de que hacer pública su experiencia de dolor y de perdón puede ayudar en algo a superar el ambiente político alimentado por el odio, el rencor, la pugnacidad y la polarización.
Jorge y Jaime compartirán panel durante el conversatorio “Verdad y justicia, claves para la reconciliación”, que organiza Colombia2020 y su capítulo de Justicia para la Paz, este lunes 9 de octubre en la Universidad Javeriana de Cali, a partir de las dos de la tarde.
La historia de estas dos familias ha inspirado varios relatos periodísticos y más de una leyenda. Eran amigas y vecinas. Compartían una vida de confort, dinero y oportunidades. Los padres de Jorge y Ricardo fueron respetados patriarcas, el uno militar y el otro abogado. Sus familias compartían la misma cuadra donde vivían los más pudientes de Valledupar y las visitas al club. Pero el ingreso de Ricardo a las Farc (1987) y de Jorge a las Auc (1996) las separó de la manera más dolorosa.
En principio la familia de Ricardo tuvo que soportar el rechazo de su círculo social. “Nos sacaban el cuerpo”, recuerda Jaime, el mayor de los cuatro hijos de don Ovidio y doña Alix. Luego vinieron las amenazas, cuatro allanamientos del Ejército a la casa de los padres ya ancianos, el secuestro de su hermana Leonor por parte de los paramilitares y el exilio de todos.
Para Rodrigo, quien tenía 8 años cuando su padre aceptó la invitación de Salvatore Mancuso de irse a comandar un frente paramilitar en la Sierra Nevada de Santa Marta, la situación no fue mejor. Él, su mamá y sus hermanos salieron del país. Su tío Sergio, quien había asumido la función de padre, fue asesinado el 24 de diciembre de 1999 y ni siquiera pudieron ir al sepelio.
Jaime regresó al país hace tres años motivado por la nostalgia y la idea de que sería otra vez un arquitecto más en su ciudad. Ayudó a que su mamá (hoy de 97 años) y una de sus hermanas se establecieran de nuevo en su tierra.
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Jorge regresó hace cuatro años. También añoraba su tierra y en el fondo de su corazón sentía que podía aportar algo a la construcción de la paz. Llegó a Bogotá a terminar sus estudios de derecho y el año pasado volvió a Valledupar dispuesto a emprender acciones concretas por la reconciliación de los colombianos.
En julio del año pasado se reencontraron y a pesar de la diferencia de edades, Jaime tiene 73 y Jorge apenas 27, hallaron más coincidencias que diferencias. “Ellos habían sufrido igual que nosotros, ninguno tuvo que ver con la decisión de Ricardo o de mi papá. No es justo que las generaciones que vienen tengan que vivir lo mismo”, dice Jorge, explicando su decisión de propiciar un encuentro con las dos familias.
“Yo lo recibí desprevenidamente, me llamó la atención su calidez. Sus intenciones han sido buenas con respecto a la paz; le cogí tanto cariño, que al día siguiente de conocerlo le dije que lo sentía como un hijo mío”, recuerda Jaime sobre la primera vez que lo vio en julio de 2016.
Ninguno culpa a la otra familia por sus desgracias. “La disolución de mi familia es culpa de la manera de pensar de los colombianos. En otras partes del mundo, cada persona responde por sus actos, pero en este país toda la familia resulta responsable de lo que haga alguno de sus miembros”, reprocha.
La foto que acompaña este artículo es la única en la que aparecen los dos. Fue producto de la casualidad, explican. Los dos fueron a un foro sobre paz que se realizó en Valledupar el 29 de julio de año pasado, porque querían saludar al entonces alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo, y al jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle. Cuando se percataron de su presencia, de manera sorpresiva los organizadores los invitaron a subir a la tarima. “Ese abrazo fue un gesto espontáneo, muchos creen que fue preparado y que fue un acto político. No fue así”, recalcan los dos por separado.
La historia de Jorge, quien es asesor en temas de reconciliación y posconflicto en la Gobernación del Cesar, y de Jaime, quien se dedica a ejercer su profesión de arquitecto, transcurre en Valledupar, donde a pesar de los señalamientos, las intrigas y las amenazas están intentado recuperar la memoria de sus familias.
Los dos serán parte de un panel titulado “Las víctimas dan el primer paso”, en el que también estarán Bertha Lucía Fríes, víctima del atentado al club El Nogal, y Danilo Rueda, defensor de los derechos humanos y representante de las víctimas de los paramilitares.
Este será el primer panel de tres que se desarrollarán en el marco de este conversatorio, apoyado por el Centro Internacional de Justicia Transicional en Colombia (ICTJ, por sus siglas en inglés) y la Universidad Javeriana de Cali.
Este es el primero de varios eventos que se realizarán en la alianza entre Colombia2020, la campaña pedagógica y periodística de El Espectador, y la embajada alemana en Colombia, con el respaldo de la Unión Europea.
Diálogo entre Rendón y “Catatumbo”
Luego de varios encuentros privados que se han cumplido en el más completo hermetismo, por primera vez dialogarán en público Pablo Catatumbo, secretario político del partido Farc, y Freddy Rendón, excomandante de las Auc. Los dos aceptaron la invitación de Colombia2020 y su capítulo “Justicia para la Paz”, para hablar en Cali de la verdad como un componente esencial que permita lograr la reconciliación, justo cuando en el Congreso y en la Corte Constitucional se define el futuro de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
Estos protagonistas de algunos de los hechos más violentos de las últimas décadas en el país, también han encabezado actos de perdón ante sus víctimas. Ese será uno de los temas de su conversación este lunes.
Pablo Catatumbo. / AFP
En busca de la verdad
La historia de Bertha Lucía Fries está marcada por su lucha para sacar del anonimato a las víctimas del atentado al club El Nogal y por encontrar la verdad sobre lo sucedido aquella noche del 7 de febrero de 2002.
Luego de superar, casi de manera milagrosa, una discapacidad física del 95 %, se dedicó a tratar de entender por qué las Farc habían detonado ese carro bomba con el que murieron 36 personas y 198 quedaron heridas. Esa búsqueda la llevó hasta los jefes de esa guerrilla en La Habana. De manera paralela trabajaba con otras víctimas del atentado para que lograran, como ella, superar el odio hacia los guerrilleros. En ese proceso lleva ya tres años y ha logrado varios encuentros entre algunas de las víctimas y varios líderes del hoy partido político Farc. Diseñó un modelo que llama “Reconciliación con valores”, que ha probado con buenos resultados en varios encuentros similares. Su testimonio refuerza la idea de que las víctimas, en muchas ocasiones, dan el primer paso.
Bertha Fries. / Archivo
Danilo Rueda y su lucha por la verdad
Hace 31 años empezó su camino en la defensa de los derechos humanos. En ese momento, siendo estudiante de comunicación social en la Pontificia Universidad Javeriana, asistió a una reunión sobre cómo mostrarle la otra verdad del país al papa Juan Pablo II. Dos días después de ese encuentro se enteró de que dos asistentes habían sido violentados: Antonio Hernández, a quien torturaron y desaparecieron; y Guillermo Marín, uno que sobrevivió a los hechos y se exilió. En ese momento conoció el significado de la palabra injusticia.
Ahora es coordinador nacional de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz (CIJP), una organización que lleva 30 años defendiendo los derechos humanos y apoyando las poblaciones más afectadas por el conflicto armado en Colombia. Él forma parte de esa sociedad desde hace 29 años.
Su trabajo lo ha llevado a convencerse de la importancia absoluta de la verdad, el descubrimiento de la humanidad del otro, el perdón y la reconstrucción de las relaciones sociales. Además, que la justicia se logra si hay una verdad en la que las víctimas puedan entender qué, cómo, quiénes, dónde y por qué pasaron los hechos. Asimismo, dice que es necesario que los victimarios puedan construir una relación con su conciencia para asegurar la no repetición de los horrores de la guerra.
Rueda ha sido amenazado en varias ocasiones, pero nunca ha desistido. Sigue pensando que se están dando pasos acertados hacia la verdad, la justicia, la reintegración y la reconciliación
La sociedad civil y su rol en la reconciliación
En desarrollo del conversatorio “Verdad y justicia, claves para la reconciliación”, mañana en Cali se realizará un panel dedicado al rol que ha desempeñado la sociedad civil en los esfuerzos de consecución de la paz.
La conversación se dará entre Henry Acosta, facilitador de los diálogos de paz con las Farc; Manuel José Carvajal, presidente de la Fundación Carvajal, y Manuel Ramiro Muñoz, del Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana. La moderación estará a cargo de María Camila Moreno, directora en Colombia del ICTJ.
Los tres paneles se podrán seguir a través de transmisión en vivo por el canal de Youtube, las redes sociales de Colombia2020 y la página web devEl Espectador.