Al Mercado de Granos de Barranquilla llegaban las canoas por el caño de la Auyama desde el otro lado del Magdalena. Las bestias, como les llamaban a las mulas, burros y caballos, esperaban afuera mientras los comerciantes descargaban sacos de pescado, yuca, plátano, maíz, gallinas y bollos de mazorca.
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Los puestos eran de madera y con tejas de zinc. En los pasillos estaban pequeños graneros, lo que le dio el nombre al lugar, que con el pasar del tiempo se convirtió en centro de venta de ropa de segunda y artesanías. “Era un mercado que abastecía a la ciudad y sostenía a muchas familias”, recuerdan quienes crecieron allí, como Leandro Manuel Zabaraín Ramírez y Wilman Solano Romero, que hoy, después de seis años de cierre, han vuelto a sus puestos con la esperanza de recuperar lo que una vez fue el tradicional mercado.
Leandro llegó por primera vez a los seis años al local de su padre, uno de los primeros comerciantes del mercado. “Mi papá vendía plantas medicinales desde 1903. Yo lo acompañaba a las cuatro de la mañana, cuando descargábamos lo que traían las canoas”, recordó. Aprendió desde los 11 años a preparar los jarabes, botellas para la circulación y remedios naturales con zarzaparrilla, ron compuesto y otros ingredientes que aún sigue vendiendo.
Wilman tiene una historia similar en el mercado. Iba al mercado después del colegio a buscar la comida con su padre y luego le ayudaba en su negocio, que era de ropa de segunda. Años más tarde, compró un puesto en el mercado y decidió cambiar el negocio a las artesanías: hamacas, sombreros, fruteras y poteras, entre otras.
Con el paso de los años, el Mercado de Granos se convirtió en un espacio descuidado y rodeado de basuras. “Este mercado se fue acabando lentamente”, dijo Wilman. Comenzó con la acumulación de desechos, filtraciones y malos olores producto de las aguas estancadas alrededor del caño. El abandono era tal que los techos se volaban constantemente, la estructura se deterioró y la parte trasera se convirtió en un espacio para consumir drogas.
En temporada de lluvias la situación se agravaba porque el agua les llegaba a las rodillas y los comerciantes tenían que improvisar para evitar pérdidas, pero en muchas ocasiones el agua se llevaba la mercancía. “Cada vez que llovía nos tocaba subir la mercancía como podíamos, porque el agua se metía por todas partes”, relató Wilman.
El proyecto de recuperación del mercado inició en 2018, durante la primera administración del alcalde Alejandro Char, y aunque las obras continuaron en la siguiente alcaldía, las obras, que prometieron terminar en seis meses, se extendieron por seis años debido a retrasos, cambios administrativos y la pandemia.
Cuando el mercado cerró, Leandro fue uno de los últimos en salir. “Perdí toda mi mercancía. Fueron como $30 o $35 millones”. En esos años estuvo desempleado, viviendo de la ayuda de su familia. Por eso, celebró la reapertura del mercado. Wilman mientras cerró el mercado y alquiló una caseta al frente para mantener sus ingresos diarios. Además, recibía una compensación de $600.000 mensuales, que según él se demoraban en entregarle entre 8 y 10 meses. “Estábamos ahí porque estábamos acostumbrados a trabajar. Pero se sufrió mucho”. Él fue uno de los que participó en reuniones, salió a protestas y medió con la Alcaldía para que no permitieran que el mercado se convirtiera en un elefante blanco.
Finalmente, el mercado fue recientemente reinaugurado por Alejandro Char. La intervención transformó este espacio con más de 112 años de historia, considerado un símbolo del comercio y la industria barranquillera. “Hoy estamos dignificando un lugar donde nació el comercio de la ciudad”, afirmó el mandatario.
Las obras incluyeron la construcción de una cubierta metálica, instalación de baños, iluminación, redes eléctricas, señalización, red contra incendios, arborización y adecuación de espacios para personas con movilidad reducida. En total, hay 110 locales internos y 23 externos. También se intervinieron 350 metros lineales de vías aledañas, la plaza Ujueta y más de 320 metros cuadrados de paisajismo, incluyendo la siembra de 12 árboles.
Nuevos retos
Con el mercado nuevamente abierto vienen retos grandes: hacer inversiones para reabrir los negocios y volver a atraer a los clientes a la zona para reactivar su economía. Wilman, a sus 72 años, regresó a su “colmena”, como le llamaban a las casetas en el mercado, surtido de mercancía nueva. Pero no todos los comerciantes tuvieron la misma posibilidad de reabrir enseguida.
Las mejores temporadas para los comerciantes del Mercado han sido diciembre, Carnaval y Semana Santa. En esas fechas, el flujo de clientes aumentaba notablemente porque muchos acudían allí buscando precios bajos y variedad. Wilman recordó que durante el Carnaval, por ejemplo, vendían más que otros sectores reconocidos. “La gente llegaba al Mercado porque sabían que aquí encontraban lo mismo, pero más barato”, explicó. Incluso comerciantes de otros puntos, cuando se quedaban sin mercancía, iban al mercado a surtirse. Ahora esperan que esas temporadas vuelvan a traer el movimiento que tanto necesitan para volver a sostenerse.
Wilman señala que perdió su respaldo financiero, dejó de tener crédito y tarjetas en los bancos, y que la falta de actividad comercial golpeó a su familia como a la mayoría de sus compañeros en el mercado. “Comercialmente nos mataron, porque la gente llegaba y les decían no cojan para allá que eso sigue cerrado”, dijo. Aun así, cree que la situación puede mejorar tras la reapertura y que con el respaldo de la Alcaldía, a través de promoción y acceso a créditos que permitan a los comerciantes surtirse, el Mercado tiene posibilidades de reactivarse más rápido.
“Muchos puestos siguen cerrados porque la gente no tiene con qué comprar mercancía. Hicimos una petición de capital semilla y préstamos. El mercado está bonito, pero da tristeza tener paredes nuevas y que algunos de los puestos sigan cerrados”, concluyó Wilman.