Ser náufragos y extranjeros en tiempos de coronavirus

El velero Aquarelle llegó a Colombia el 14 de marzo tripulado por dos argentinos a los que se les negó la entrada al país. Por una falla técnica quedaron encallados a 10 kilómetros de Barranquilla, fueron rescatados y cuando volvieron por el barco lo encontraron incinerado.

David Carranza Muñoz - dcarranza@elespectador.com - @carranzamunoz30
06 de abril de 2020 - 01:59 a. m.
El velero encalló en Bocas de Ceniza, a  10 km de la capitanía del puerto de Barranquilla. / Cortesía
El velero encalló en Bocas de Ceniza, a 10 km de la capitanía del puerto de Barranquilla. / Cortesía

Ramio Catriel Gayoso, un argentino de 33 años, zarpó el 25 de febrero junto con un compañero desde Granada, una pequeña isla que hace parte de las Antillas Menores del Caribe, con el objetivo de llegar a Panamá. Un viaje idílico que terminó incluyendo una pandemia, la prohibición de entrada a Colombia, el daño del motor del velero, la nave anclada en una playa, la discriminación por ser extranjeros en tiempos de coronavirus y el saqueo e incineración de su barco. Como él mismo dice, “los seres humanos somos 100 % circunstanciales”. El destino del viaje, por ahora, es una cuarentena en Barranquilla.

Gayoso salió de Aruba el 13 de marzo en su velero, el Aquarelle. La ruta lo llevaría a Puerto Bolívar, en La Guajira, un viaje que en el tipo de embarcación del capitán tarda poco más de un día. “Cuando salí de Aruba las autoridades me dijeron que solo había un infectado de coronavirus en la isla, que lo tenían separado y nada más”, cuenta. Para ese momento, en Colombia había 13 casos de personas contagiadas, pero Gayoso no lo sabía.

A su llegada a Puerto Bolívar se encontró con que ese lugar es propiedad de Carbones del Cerrejón, una empresa privada de extracción de minerales, así que no pudo desembarcar. Ese día, 14 de marzo, a eso de las seis de la tarde, agentes de la Armada le pidieron que fuera a Santa Marta para hacer los trámites de migración. Al medio día de esa misma fecha el presidente Duque anunció que desde el 16 de marzo quedaría prohibida la entrada de extranjeros al país. De acuerdo con Gayoso, ninguna autoridad lo alertó sobre esa decisión.

“El día 15 amanecimos en el Cabo de la Vela. Emprendimos un viaje de 150 millas que se traduce en 28 horas de recorrido. Cuando llegamos a Santa Marta, vuestro presidente ya había lanzado el comunicado donde cerraban puertos y fronteras”, contó Gayoso a El Es pectador al recordar que tres personas de una lancha de la Armada les exigieron salir de Colombia.

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Con el motor averiado, tuvieron que salir de las aguas de Santa Marta a eso de las 3:30 p. m. con condiciones difíciles por los vientos y la altura de las olas. “No nos soltaron a un mar suave. Nos soltaron a un mar muy violento”. Navegar hasta Cartagena, que era el último lugar donde tenían esperanza para poder atracar, fue la única opción”.Ninguna nave pudo trasladarse en las aguas del Caribe porque todos los puertos estaban cerrados. No me podía ir a ningún lado en mi embarcación. No es como en un auto que a usted en una frontera le dicen ‘está cerrada, se tiene que ir’ y usted agarra su auto hace 50 km y puede parar, descansar y hasta encuentra un pueblo donde se puede abastecer. Eso no pasa en el mar. Ante tal caos social, hay que respetar los protocolos de seguridad donde dice que hay que dejar atracar, fondear, y luego se analiza cómo se abastece la nave o cómo continúa el destino”.

El motor del Aquarelle dejó de funcionar cuando estaba por anochecer. El capitán se comunicó con el puerto de Barranquilla cerca de las 8:00 p. m. y pidió ayuda para que los remolcaran hasta el embarcadero. La Dirección General Marítima informó que no pudo rescatarlos en ese momento por las “condiciones adversas y la poca profundidad de la zona que dificultaban el ingreso de la embarcación”.

Gayoso dirigió el barco con la vela para llegar cerca de la costa. El velero encalló en Bocas de Ceniza, a unos 10 kilómetros de la capitanía del puerto. “Es inentendible por qué estando a esa distancia de la base de Dimar Barranquilla no nos hayan rescatado rápido. Tardaron desde las 12 de la noche del 16 hasta que llegaron dos efectivos a las nueve de la mañana del 17”.

Los dos tripulantes del Aquarelle pasaron la noche en esa playa. Hicieron una fogata y en la mañana dos pescadores los encontraron y les ofrecieron comida. Cuando llegaron los hombres de Dimar y la Armada tomaron las pertenencias más importantes y emprendieron una caminata de tres horas que los llevó hasta el río Magdalena, donde los esperaba un barco de guardacostas con funcionarios de Migración Colombia, Gestión del Riesgo y las secretarías de Salud distrital y departamental.

De ahí, cuenta Gayoso, los llevaron a la capitanía del puerto donde esperaron alrededor de seis horas una ambulancia que los condujo a la clínica La Asunción, donde les practicaron los exámenes para determinar si tenían COVID-19. Después de unos días los resultados fueron negativos para el virus.

En Barranquilla arrendaron un apartamento donde por fin iban a poder descansar. Era una vivienda que estaba dentro de un condominio. Sin embargo, a eso de las 11 de la noche, los porteros del lugar llamaron para pedirles los pasaportes. “Nuestros documentos estaban en Migración porque nos tenían que sacar la condición de inmigrantes. Habíamos pasado a ser náufragos”. Los vecinos, ante el pánico y la estigmatización que existe contra los extranjeros generada por el virus, presionaron para que los dos argentinos abandonaran el condominio. “La Policía vino y decidió que nos teníamos que quedar afuera, con todas nuestras pertenencias adentro, sin poder agarrar un celular o plata para ir a otro hotel. Hubo que quedarse desde las 11 de la noche hasta las siete de la mañana. No pudimos entrar de vuelta. Las autoridades se encargaron de retirar nuestras cosas y la dueña no nos pudo devolver todo el dinero”, cuenta Gayoso. Finalmente, ese mismo día una persona a la que le contaron su historia les alquiló un apartamento por un mes.

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Un día antes de empezar la cuarentena nacional decretada por el presidente Duque, Gayoso regresó al lugar donde había encallado pero lo que encontró fue partes de su barco desperdigadas por la playa. Lo habían saqueado y prendido fuego. “Fue un momento muy duro, todavía había olor a fibra de vidrio, porque de ese material estaba hecho el casco del velero”.

La Dimar informó que adelanta las indagaciones para esclarecer los hechos y tomar las acciones pertinentes. Sin embargo, hasta el momento no hay información sobre quiénes vandalizaron el Aquarelle. “Perdí los ahorros de 10 años. Póngale que seguimos los consejos de familiares y amigos y que lo material va y viene. Bueno, perfecto. Me encuentro en otro país, bajo una pandemia como extranjero, discriminado por la mayoría de colombianos que piensan que traemos el virus y no tenemos nada. Es más difícil de lo que uno pensaba”.

Por ahora, Gayoso y el otro tripulante viven de la ayuda de la gente que conoce su odisea. Tienen que esperar hasta el 13 de abril, día en el que se acabaría la cuarentena, para retomar sus planes. “Es difícil saber qué va a pasar con la pandemia que es el problema real, más allá de la pérdida de un velero de dos argentinos en un naufragio”.

Por David Carranza Muñoz - dcarranza@elespectador.com - @carranzamunoz30

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