En la madrugada del pasado martes 23 de septiembre comenzó una de las mayores tragedias por intoxicación masiva que se ha presentado recientemente en el país. Fue en El Boliche, una especie de mercado de pulgas en el que se venden repuestos para vehículos, mercancía usada y hasta comida, que está en el centro de Barranquilla. Específicamente fue en un puesto en el que se comercializaba un licor artesanal llamado cococho, que haría Nicolás Manuel Medrano, de 70 años, que esa madrugada comenzó a presentar convulsiones, por lo que fue trasladado de urgencia en un carricoche hasta el Nuevo Hospital de Barranquilla, donde se repetiría esta escena por lo menos cuatro veces más ese mismo día.
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“Llegó aproximadamente a las cuatro de la mañana con signos de intoxicación. Esta persona falleció una hora después y, aunque inicialmente se creía que podía ser una sobredosis, en la tarde empezaron a llegar más personas con los mismos síntomas, y además comenzamos a encontrar a personas en la calle graves y con vómito y espuma en la boca”, explicó a El Espectador el brigadier general Edwin Urrego, comandante de la Policía de Barranquilla.
En la entrada del hospital, como en el centro de la ciudad, había temor. En principio se habló de un ataque contra habitantes de calle, ya que la mayoría de las víctimas lo eran y hasta algunos fueron hallados muertos en bancas de diferentes barrios del centro, pero con el paso de las horas e información de quienes llegaban en condiciones favorables a los centros de salud se determinó que entre las víctimas se conocían y habían coincidido en algo: estuvieron tomando el licor artesanal, en el puesto de Medrano, donde se entregaba en botellas de agua y gaseosa, y se vendía entre $2.000 y $5.000, un precio asequible para los habitantes de calle y trabajadores de la zona. La cifra fue creciendo, a tal punto que para el pasado viernes había una docena de personas muertas, ocho en unidades de cuidados intensivos.
Una tragedia repetida
El toxicólogo Agustín Guerrero, quien ha estado liderando la atención de las víctimas, resalta que esta no es la primera vez que se presenta una tragedia similar en Barranquilla con cococho. “En septiembre de 1989 tuvimos una intoxicación masiva en el mismo sitio. Fueron 31 personas, de las cuales 21 murieron y las otras 10 quedaron ciegas. Esta intoxicación se repitió el Día de las Madres en 2004. Esa vez 89 resultaron intoxicadas, de las cuales murieron 19 y más de 30 quedaron con compromiso de la agudeza visual”.
El licor artesanal es el producto de una combinación mortal. A restos de whisky o ron le agregan agua y metanol o alcohol industrial, que según explica la médica toxicóloga Rossanna Patricia Elías, docente de varias facultades de medicina, sale de la madera y se aprovecha en la parte industrial como disolvente. “Produce efectos similares al etanol, que llamamos entre grandes comillas ‘alcohol del bueno’. Las personas se sienten eufóricas, desinhibidas y todo puede ser felicidad hasta que comienzan los efectos”.
Tras un análisis hecho a una de las personas muertas y a una de las que se encontraba en UCI, la secretaria de Salud de la ciudad, Stephanie Araújo, confirmó que en ambos casos se registró la presencia de metanol. “Sabemos que en algunos casos estas personas acostumbran a consumir alcohol no apto para el consumo humano. Sin embargo, esta vez la concentración de metanol pudo haber sido mayor, o también puede haber interacción con otros tipos de alcohol, como el etílico, que en algunas condiciones actúa como antagonista del metanol”.
Sobre los efectos, Elías explica que del metanol son peligrosos los metabolitos que genera al ingresar al organismo, “por un lado está el formaldehído o formol, que es muy tóxico, pero se metaboliza rápido, mientras que el otro es el ácido fórmico, que se metaboliza lento y se acumula cuando la persona se acuesta a dormir (...). Se acidifica la sangre y tiene predilección a afectar el sistema nervioso y el nervio óptico, por eso los afectados terminan viendo borroso”.
A esto Guerrero añade que para contrarrestar los efectos están aplicando a las personas afectadas “alcohol del bueno”, para que se produzcan las encimas que metabolizan más rápido el metanol, para de esta forma reducir las afectaciones. No obstante, el toxicólogo advierte que debe tenerse en cuenta que la mayoría de los afectados son habitantes de calle que no tienen familiares de apoyo, lo que podría afectar su recuperación y, además, aumentar la cifra de personas afectadas y no identificadas.
Sobre lo ocurrido, el Instituto Nacional de Salud señaló que en lo que va corrido de este año se han registrado 89 casos de intoxicación con metanol, entre las que se incluyen 17 del reciente caso en Barranquilla, pero su directora, Diana Pava, advierte que desde 2023 “no se registraban casos de intoxicación de bebidas alcohólicas adulteradas con metanol”. Ante esto, la Asociación Colombiana de Ingenieros Químicos del Atlántico pidió a la Secretaría de Salud y al Invima investigar a fondo este caso y tomar acciones que eviten que un caso de estos se vuelva a presentar, en especial en festividades, ya que más que un alcohol adulterado se trató de un licor artesanal que se suele consumir en la región.
Las autoridades a lo largo de la semana han realizado operativos en barrios como Las Nieves, donde se sabe que se produce el cococho, en las que no solo han encontrado este licor, sino además botellas, tapas y licor adulterado. El problema está diagnosticado, pues investigaciones de la Fiscalía indican que se llegan a producir más de 3.000 litros en un fin de semana, pero el lío es lo consolidado que está la fabricación y distribución del licor adulterado y lo arraigado de su consumo en la región. “Se advierte que se revisen las etiquetas y los sellos, que se compre en lugares certificados, pero ya hay botellas con niveles tan similares a las originales que pasan inadvertidas. De igual forma, las autoridades distritales y departamentales hacen campañas de prevención, pero es un problema de difícil control”, concluye Guerrero.