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Entonces, el país se fue a la guerra que ganó el Gobierno y le permitió a Núñez cambiar la Constitución de 1863, consolidar su movimiento de La Regeneración y darle un vuelco absoluto a la Nación que se afianzó en dos sexenios consecutivos (1886-1892 y 1892-1898), en los cuales Núñez fue reelegido, pero dejó que gobernaran sus vicepresidentes conservadores.
En esa época de poder, más de un bolivarense, entre ellos varios cartageneros, estuvieron en el círculo político íntimo de Rafael Núñez. En primer lugar, su segunda esposa, Soledad Román, y junto a ella Joaquín F. Vélez, ministro de Colombia en Roma y pieza clave para la firma del Concordato con la Santa Sede en 1887; de la misma familia, pero más joven, su sobrino Carlos Vélez Daníes; Pedro Vélez Racero, también sobrino; y Felipe Angulo, su ministro de Guerra y Relaciones Exteriores, además de confesor de la familia.
Al concluir la Guerra de los Mil Días en 1903, un año más tarde Joaquín F. Vélez perdió la Presidencia por 12 votos con Rafael Reyes, generando dos circunstancias críticas: el escándalo del “Registro de Padilla”, llamado así por el fraude electoral que se cocinó en esta provincia en favor del candidato ganador; y la negativa de Vélez de posesionar al presidente Reyes, en calidad de Presidente del Senado. Para muchos historiadores la derrota de Joaquín F. Vélez precipitó el ocaso del liderazgo cartagenero en el ámbito nacional.
Como si fuera poco, a Felipe Angulo le tocó cumplir el duro papel de ser el más enconado opositor del presidente Rafael Reyes, en momentos en que unos querían heredarle el Palacio de San Carlos, otros sustituir la estatua de Simón Bolívar en la plaza central de Bogotá por la del gobernante, y al final el asunto terminó con una asamblea constituyente de bolsillo que alargó el período de Reyes a 10 años. Sólo completó cinco, y años después, cuando Angulo preparaba su campaña presidencial, la muerte lo sorprendió en 1912.
Aunque durante la hegemonía conservadora hubo ciertos nombramientos que recayeron en personalidades cartageneras, como Carlos Vélez Daníes, en general se registró un ocaso en su proyección nacional. Sin embargo, al tiempo con la irrupción de la República Liberal, desde los frentes de la oposición fueron apareciendo dirigentes cartageneros, más de uno laureanista, que fue llenando ese vacío y catapultó al poder en Bogotá a varios líderes nacidos, criados o adoptados en la ciudad heroica.
Esta lista la encabezan Alfredo Araújo Grau, varias veces ministro y congresista en los años 50 y 60; Raimundo Emiliani Román, promotor de la famosa Ley Emiliani de los puentes festivos, quien también figuró en los gabinetes ministeriales; el historiador y congresista Eduardo Lemaitre, el exitoso empresario Alberto Araújo Merlano; y una buena pléyade de líderes cartageneros con influencia nacional: Fulgencio Lecquerica Vélez, José María Bustillo Franco, Joaquín Franco Burgos, Carmelo Martínez Conn u Otoniel Escorcia, entre otros.
Sin descontar a Roberto Gerlein, barranquillero de nacimiento pero con votos de Bolívar; los Espinosa Faciolince o los Pretelt de La Vega, también con larga presencia nacional, el liderazgo cartagenero sigue creciendo en múltiples frentes. Hoy, en la empresa privada, en el mundo intelectual, en el periodismo, en la academia o en el universo político, muchos cartageneros brillan con luz propia. Y la ciudad, cada día se proyecta más y es sede de incontables encuentros de especialistas. Cartagena vive y con ella sus hijos.
Tres cartageneros en un año crítico
En 1861, por guerra entre el gobierno de Mariano Ospina y la rebelión de Tomás Cipriano de Mosquera, ocuparon la Presidencia de Colombia dos cartageneros. Por la Confederación Granadina, es decir, el gobierno, entre el 1° de abril y el 18 de junio, estuvo Bartolomé Calvo. Por los Estados Unidos de Colombia, es decir, de los rebeldes, entre el 25 de enero y el 18 de julio lo hizo Juan José Nieto.
El primero fue además candidato presidencial en 1876, gobernador en Panamá y embajador en Ecuador. El segundo, representante a la Cámara y diputado. La guerra la ganó Mosquera ese 1861 y, al integrar su gabinete, le entregó el Ministerio de Hacienda a otro cartagenero que daría de qué hablar: Rafael Núñez Moledo.
Mujer emblemática en el Corralito
La personalidad y el destino de Soledad Román son un ícono en Cartagena. Nacida en 1832 en una familia acaudalada, se convirtió en la segunda esposa de Rafael Núñez. Éste era casado con Dolores Gallego y ella también había tenido una relación conyugal. Los dos se unieron en enlace civil en julio de 1877. El vínculo religioso se selló hasta febrero de 1889.
Sin embargo, no fue un asunto simple, en medio de las confrontaciones políticas Soledad Román fue blanco de toda clase de ataques. Aún así, ella ejerció notable influjo en las decisiones del Jefe del Estado. A la muerte de Núñez, sobrevivió 30 años. A los 84 de edad, en la hacienda de El Cabrero, hoy convertida en museo, falleció sin remordimientos. Tenía 84 años.