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La Escuela Naval de Cadetes cumple 90 años; aquí nació la marina

La Escuela Naval de Cadetes “Almirante Padilla”, cumplió 90 años formando jóvenes colombianos.

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Pedro Mendoza
08 de julio de 2025 - 02:08 a. m.
Escuela Naval de Cadetes se ha convertido en un actor clave en la comunidad marítima regional.
Escuela Naval de Cadetes se ha convertido en un actor clave en la comunidad marítima regional.
Foto: Pedro Mendoza
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Era julio de 1935 cuando Colombia decidió construir su futuro en el mar. La Escuela Naval de Cadetes cumplió esta semana noventa años formando oficiales de la Armada Nacional. Es una historia que comenzó con cuarenta jóvenes llegados de rincones lejanos del país, muchos de los cuales nunca antes habían visto el océano. Cartagena, con sus murallas, casas coloniales y su inconfundible torre del reloj, fue el escenario de ese primer encuentro entre tierra y mar.

En lo que hoy es la Base Naval los esperaba el capitán de Navío, Ralph Duglas Binney, oficial británico encargado de sentar las bases de la nueva institución. El diario personal de Binney, al que El Espectador tuvo acceso, revela detalles íntimos de aquella gestación naval. El capitán, aprendiendo español, anotaba con pulso firme cómo se iba tejiendo el futuro de la Armada.

Escribió el martes 2 de julio de 1935: “Nuestros primeros cadetes subieron a bordo esta mañana, cuatro exgrumetes y un joven del Magdalena”. El 3 de julio escribió algo que marcaría la historia: “Después de mucho llamar descubrí que todos habían desembarcado en Calamar y que se devolvían en tren. Esto significaba que estaban en la estación de ferrocarril a las 17:30 y yo estaba dispuesto en poner a disposición un bote que se encontrara con ellos en la estación. Llegaron a las 18:45, no estuvo mal a pesar de su larga travesía”.

Y agrega. “Los cadetes parece que se establecieron rápidamente. Estoy mirando unos uniformes para ellos….”. No todos se quedaron. Del primer contingente, algunos no lograron graduarse. Los nuevos oficiales que sí, seguramente celebraron su ascenso en alguna casa del barrio Manga, bailando al ritmo de “In the Mood” de Glenn Miller, o soñando despiertos con “Lili Marleen”, canción que aún hoy resuena entre los cadetes.

Al principio, se dio a bordo del buque MC Cúcuta y en 1941 se trasladó a la Base Naval en Bocagrande. Nació así, entre tinta, sal y viento, una institución que marcó la historia marítima de Colombia. Una Escuela que, por 90 años, ha formado los oficiales navales, infantes y mercantes de Colombia.

Como escribió Juan Gossain, en libro de los 70 años de la Escuela Naval, la historia de la Armada de Colombia está ligada a Cartagena y al Caribe. “El mismo mar bravo por donde vino el gran mulato de la Guajira, José Prudencio Padilla, orgullo y honra del Caribe, cuyo nombre lleva, en prueba de que la justicia existe, la Escuela de Cadetes”.

La tradición continua. Los marinos tienen un lenguaje propio, se comunican en altamar con un silbato. Y es común escucharles palabras como; camarote, contramaestre, cucarda, jardín, alerón, escala de gato y muchas más que se aprenden y se dicen en las faenas de mar y de tierra.

El grado máximo en la carrera naval es la de almirante, no sin antes ser contralmirante y vicealmirante. Esta palabra viene del árabe “amir” que es comandante, a la que se le agrega el-bahr, que viene de mar. En España, el otorgamiento del título de almirante se da desde los tiempos de Fernando III.

La Base Naval fue trasladada en 1955 a la Isla de Manzanillo. Allí quedaba el antiguo aeropuerto de Cartagena. Era una estructura recia de colores gris con blanco y el mar al frente. La primera vez que se izó el pabellón fue el 12 de abril de 1961. Hoy es moderna con amplios espacios, laboratorios especializados, tecnología, banderas y monumentos que fortalecen la identidad institucional con la tradición. Adentro está la casa de Huéspedes Ilustres.

El contralmirante John Henry Ruíz Murcia, actual director de la Escuela Naval, tiene más de 30 años de servicio, se encuentra en su despacho, donde hay íconos de la formación de un oficial naval. Hay una mesa marinera y la foto de su abuela, la señora Olga Beatriz Osorio de Ruiz, quien en una tarea del destino lo trajo a la Armada cuando tenía 17 años.

Sobre el escritorio está su bastón de mando, conformado por tres piezas principales; empuñadora, cuerpo y regatón, además tiene incrustada una insignia, un catalejo y la rosa de los vientos.

-¿Usted cuando era cadete usaba un uniforme azul, era muy joven, pensaba que sería almirante?

-“El himno de la Escuela Naval dice, ‘A Colombia dedicó mis triunfos y por ella seré pficial; Almirante seré de la Armada para bien de mi patria y mi hogar’. Pero en ese momento lo veía muy lejos. Fue hace 35 años. Pensé que nunca llegaría y hoy día lo transmito y se lo digo a esas almas jóvenes y llenas de sueños por el mar y el país”.

En cuanto a su vida de cadete, señala que: “mis años como cadete fueron fundamentales en mi vida. Fue allí donde comencé a entender el significado de la disciplina, el trabajo en equipo y el honor de ser oficial naval. Viví experiencias intensas, desde las exigencias académicas hasta las prácticas en el mar, que me prepararon no solo profesionalmente, sino también como persona y eso aún continua aquí”

Agrega que en este espacio de formación hay dos palabras: honor y tradición, una frase que dijo el almirante Gabriel Arango Bacci y que resume el paso del cadete naval. Afirma que la misión es clara y dada por su comandante: “Defender la soberanía marítima de Colombia y proteger la nación en el mar y en nuestros ríos en un cimiento de principios y valores”. Se refiere al Almirante Ricardo Rozo, comandante de la Armada. Ingresó a la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla en enero de 1986 y se graduó como teniente de Corbeta el 1 de diciembre de 1989.

Y es que como academia de formación naval y militar, el rol es doble: formar oficiales y actuar como universidad. Esto Implica no solo enseñar tácticas y estrategias. “No solo se ha prestado un servicio a la patria protegiendo la soberanía nacional, sino que también, se han convertido en actores claves, la creación de empresas, el desarrollo tecnológico y la competitividad del sector marítimo”.

Además de su formación militar, la Escuela Naval es conocida, también, como la “Universidad del Mar”. Un título que, según el almirante Ruiz, no es casualidad: “Ofrecemos programas de pregrado, posgrado, maestrías e incluso el único doctorado en las Fuerzas Militares en el país”.

Desde 1977, el Ministerio de Educación Nacional reconoció esta Academia Naval como Universidad, siendo la única universidad del país dedicada exclusivamente a satisfacer las necesidades del sector naval, marítimo y portuario. “Esta transformación académica nos ha permitido formar no solo oficiales, sino profesionales altamente calificados en áreas marítimas, tecnológicas y científicas”. Hoy, están certificados como la única universidad marítima internacional en Sudamérica, adaptándose a los desafíos globales en el ámbito naval.

Esta semana el Batallón se fortalecerá con la llegada de nuevos aspirantes. Desde su fundación, por sus aulas han pasado 17.509 jóvenes, de los cuales 8.106 obtuvieron su primer grado militar, incluyendo a 1.048 mujeres. Además, gracias a acuerdos internacionales, cadetes extranjeros han formado parte de esta institución naval.

En la escuela, se destaca el nuevo monumento a la ballenera, esa embarcación símbolo del primer contacto entre el hombre y el mar. Un marino curtido por el viento de uniforme caqui, cuenta que son embarcaciones de madera impulsadas a remo y vela, “testigos del coraje humano frente al infinito mar. Hoy, ese legado vive en una nueva era: se entregó esta semana la primera ballenera fabricada en fibra de vidrio, un avance técnico que conserva su esencia: el trabajo en equipo”.

Al lado del Almirante, atenta y discreta, se encuentra una teniente de Navío, María José Arismendy. Su uniforme blanco resalta un cordón grueso dorado sobre el hombro izquierdo que la identifica como ayudante. Su presencia simboliza una realidad que, en pocos años, se ha consolidado: la participación femenina en la Armada.

Las mujeres comenzaron a integrarse en 1984, cuando se abrió la puerta al ingreso de profesionales en distintas disciplinas. Pero fue en 1997 cuando se dio un paso histórico: la incorporación de mujeres para recibir formación regular como Oficiales Navales. Aquel año entraron 16 cadetes regulares, de las cuales cinco se graduaron como tenientes de Corbeta para diciembre de 2000.

Ahora, ese camino sigue avanzando. La Escuela Naval se prepara para recibir el próximo año a las primeras cadetes femeninas en la especialidad de Infantería de Marina, reforzando un principio claro: en el mar, no hay distinciones.

Hemos llegado al campo de paradas, el mismo lugar donde por más de 70 años se han graduado los Oficiales. En el caso del Almirante Ruiz ocurrió una noche de diciembre de 1995. Hace silencio como repasando su bitácora. Como decía Laureano Gallardo, “ningún mar en calma hace experto a un marinero”.

¿Almirante, el mar es como lo pintan los poetas?

“El corazón de los marinos está rodeado no solamente del azul de los mares, también de nuestros ríos, de nuestra patria, de nuestra nación, como dice nuestro comandante, siempre guiado por los dos luceros, el de la patria y el de mi hogar”, responde.

De nuevo hace silencio y menciona: “Y El mar sí es como lo pintan los poetas, hay que aprender a amarlo, quererlo y conocerlo en sus diversas formas, porque así como todos tenemos sentimientos, el mar también se mueve junto con ellos”.

Por Pedro Mendoza

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