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De la crisis a la revitalización
Luego de décadas de crisis, en 1988 surge el Cabildo de Getsemaní como una llama para alumbrar el camino que ha de abrirse y diferenciarse de la senda del Concurso Nacional de Belleza surgido en los años treinta del siglo XX. Con la aparición del Cabildo de Getsemaní se retoma la idea de la ocurrencia de los cabildos de nación y lengua del período colonial, y su realización, gracias al esfuerzo mancomunado de los getsemanisenses, muchos de ellos agrupados en la Fundación Gimaní Cultural, logra incorporarse de manera permanente en el calendario festivo de noviembre. Un bello desfile que desde ese entonces recorre la ciudad y termina en la plaza de La Trinidad, acoge a quienes consideraban, por ese entonces, que otras fiestas, distintas e independientes del reinado de belleza, eran posibles.
En 2003 se crea el Comité por la Revitalización de las Fiestas de Independencia, que logró convertirse en el principal promotor de su recuperación durante lo corrido del siglo XXI. Para este comité la revitalización es pensada desde la posibilidad de darle más energía, mayor potencia, mejor organización, más contenido histórico y cultural, mayores estímulos y recursos financieros. Retornarles a estas fiestas su posición principal es su misión.
Por el estímulo a la investigación, por la realización de foros y seminarios, por la propuesta sobre las políticas públicas necesarias, por el acompañamiento a instituciones públicas y privadas, por contar con una agenda permanente que convoca a los más variados sectores de la ciudad, es la organización de la sociedad que ha generado los mayores impactos posibles en la recuperación de las fiestas. Nació cuando el también desaparecido Jorge García Usta, luego de años dedicados a explicar su crisis y a recomendar su recuperación, convocó a instituciones y personas, a la academia y a grupos folclóricos, y armó este comité, que se mantiene vivo a la hora de escribir estas notas. García Usta murió en diciembre de 2005 mientras se realizaba una evaluación de las fiestas del noviembre inmediatamente anterior, en las que por primera vez adquirían un nuevo realce.
Con el ejemplo de Getsemaní, el continuado esfuerzo revitalizador y muchos barrios de la ciudad aparecieron carnavales, bandos, desfiles, comparsas y festivales durante la temporada novembrina. La ciudad había crecido y al cambiar de siglo ya no era aquel villorrio, se acercaba al millón de habitantes y los excluidos de las celebraciones oficiales buscaron sus propias expresiones. Fue así como San Diego, Daniel Lemaitre, Torices, Martínez Martelo, Las Gaviotas, Blas de Lezo, Escallón Villa, Lo Amador, Calamares, La Consolata, El Socorro, San José de los Campanos, entre otros tantos barrios, empezaron a contar, de manera intermitente, con sus propias celebraciones, no siempre reconocidas, apoyadas o bien vistas por la administración local. La fiesta se hace en los diversos barrios de la ciudad, por fuera, casi siempre, de la programación oficial y con baja visibilidad mediática. (Le puede interesar: Procuraduría cita a juicio disciplinario al alcalde de Cartagena).
Por su parte, dos instituciones educativas, la Escuela Superior de Cartagena de Indias y La Milagrosa, abrieron el camino a la amplia participación estudiantil en las fiestas. A partir de su ejemplo varias decenas de instituciones educativas cuentan con programas formativos que concluyen cada año con desfiles y festivales. Al lado del esfuerzo barrial, el cual marca la inclusión aspirada de los más amplios sectores de la población que se vieron desalojados de las fiestas oficiales, las instituciones educativas con su participación en las Fiestas de Independencia se convierten en, tal vez, la principal estrategia para la supervivencia y proyección de ellas.
Este período va a caracterizarse por el surgimiento de una propuesta clara para retomar el carnaval novembrino y dotar a las fiestas de contenido histórico y cultural. Las fiestas se conciben como un gran proyecto de ciudad que con mayor integración e inclusión sociales, contribuya a la transformación de Cartagena en una ciudad menos fragmentada. Así, el Comité por la Revitalización se ha detenido a pensar las políticas públicas necesarias para ello; ha promovido espacios de reflexión, investigaciones, intercambios de experiencias, propuestas de diseños de vestuario y utilería festiva, estrategias de divulgación, apropiación social del conocimiento y gestión interinstitucional. En este período, cuando el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC) y el Comité por la Revitalización de las Fiestas de Independencia han trabajado de la mano, las fiestas han avanzado. (Le puede interesar: ¿En qué va el proceso de revocatoria del alcalde William Dau?).
¿Por qué cambiar su nombre?
Como resultado temprano del Comité por la Revitalización, se realizó en junio de 2004 el seminario “Pensar las Fiestas de Independencia”, que gracias a la participación social y a los aportes de amplios estamentos festivos permitieron contar con los Principios para una política pública de fiestas, que han regido el pensamiento y las acciones del grupo de instituciones, grupos y personas aglutinadas en él. Uno de los temas debatidos ampliamente, tal vez el más trascendental, fue la importancia de recuperar el contenido histórico y cultural perdido. Por ello, tras un amplio ejercicio de participación social de organizaciones folclóricas y culturales e instituciones locales, apoyado por aportes intelectuales de investigadores que se dedicaron a reconstruir la memoria festiva, su significado y sus expresiones, se hizo un primer acuerdo para llamarlas Fiestas de Independencia, cuyo nombre fue acogido e incorporado por instancias gubernamentales, sociales y los medios de comunicación. Se hizo necesario renombrar los festejos de noviembre, que las nuevas generaciones de colombianos y cartageneros identificaban más con un reinado de belleza nacional que con la celebración de la independencia de Cartagena de Indias, la cual abrió y cerró el largo proceso de independencia de Colombia (1811-1821).
Tanto en el seminario como en los Principios mencionados, se hace énfasis en que: Fiestas de Independencia es el verdadero nombre de las fiestas populares que se realizan en el mes de noviembre en la ciudad de Cartagena, que atestiguan la esencia histórica, cultural y social de tales festividades, y expresan una metáfora viva de la independencia nacional y el valor histórico de los sectores populares y subalternos en la construcción de una ciudad caribe. A ellas, a sus programaciones, orientaciones y sentidos, se subordinan los otros festejos de noviembre.
Así, pues, las Fiestas de Independencia no son otra cosa que aquellas fiestas novembrinas o del Once de Noviembre, nacidas hace 205 años. Las propuestas para su revitalización reconocen la importancia de los espacios barriales para las celebraciones (cabildos, como el de Getsemaní, con tres décadas de existencia; bandos, carnavales, comparsas y desfiles); consideran la reconversión del reinado de las fiestas ‒que no reinado de la Independencia‒ como un ejercicio cívico de integración barrial para estimular los festejos arriba mencionados; estimulan la aparición de componentes festivos en los programas educativos institucionales que han originado la aparición de comparsas, desfiles y festivales estudiantiles, y convierten el Desfile de la Independencia en el principal evento de su conmemoración. Un desfile, al mejor estilo de los carnavales, entre las murallas de Cartagena y el mar Caribe.
Las organizaciones promotoras de las Fiestas de Independencia las han pensado como un gran proyecto de ciudad, que contribuya a reconvertir la exclusión y la fragmentación sociales. La ciudad del futuro es imaginada con una reducción notable de la pobreza y la discriminación racial, condiciones que afectan en mayor medida la población de herencia africana, y con mayores niveles de convergencia social frente a la aguda asimetría de su inequidad social. En ese proyecto de ciudad caben las Fiestas de Independencia como el espacio multirracial y multiclasista de mayor inclusión social, que suma, en mayor medida, sus manifestaciones culturales.
* (1957-2019) Fue un reconocido académico, investigador de la cultura Caribe y gestor cultural. Su último cargo fue director de la Biblioteca Luis Ángel Arango y la Red de Bibliotecas del Banco de la República.
* El fragmento publicado corresponde al libro “20 años de estudios sobre el Caribe colombiano”, de la Colección de Economía Regional del Banco de la República, que se publicó bajo la edición de Jaime Bonet Morón y el investigador Gérson Pérez Valbuena.