Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Si bien el Plan de Desarrollo contempla proyectos como la adecuación de un centro de víctimas, las metas relacionadas con la atención a esta población se quedan cortas. (Vea acá el especial "A construir la paz")
En cuanto a la reinserción, propone que los demovilizados involucrados en iniciativas de generación de ingreso pasen del 8 % al 50 % en 2019. Además plantea la implementación de mesas de diálogo entre reinsertados y comunidades.
Pablo Abitbol, investigador del Grupo Regional de Memoria Histórica en Bolívar, critica que el documento no formule “políticas públicas y proyectos que respondan a las responsabilidades locales para la implementación de los acuerdos de paz. Es preocupante que los gobiernos hayan optado por ‘transversalizar’ el tema del posconflicto”.
De pandillas y bacrim
La llegada masiva de desplazados a Cartagena “profundizó las problemáticas sociales de una urbanización acelerada, informal y excluyente”, dice Abitbol.
Todo esto confluye en barrios como Nelson Mandela, donde está el 80 % de los desplazados, que presenta los indicadores sociales más frágiles. Pero no es el único. La Defensoría del Pueblo reveló que son 40 los barrios de la ciudad en riesgo por la delincuencia y bandas criminales.
Para Germán Ruiz, investigador de la Universidad de Cartagena, las entidades responsables de la seguridad hacen más de lo mismo sin resultados: “Continúan enfatizando en el aumento del pie de fuerza y la instalación de cámaras, pero descuidan la prevención de comportamientos que generan delitos graves”.
Paradójicamente, la violencia que más quita vidas en Cartagena no es el sicariato, sino las riñas comunes.
La brecha rural
Para el 4 % que vive en los corregimiento aledaños, el rezago es mayor. La cobertura de acueducto es sólo del 4 %. Además, las vías son precarias y los colegios están en los peores lugares en calidad.
Si Cartagena busca ceñirse a la “transformación estructural del campo”, deberá mirar hacia su zona rural y erradicar la pobreza que mantiene. Esta es sólo una muestra de cómo el posconflicto será una oportunidad para hacer los cambios que la ciudad espera desde hace décadas.