Este 1° de octubre terminó la ronda de audiencias orales entre Colombia y Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, que antes de que finalice el año decidirá si nuestro país violó o no los derechos soberanos nicaragüenses o el derecho internacional en las zonas marítimas que han estado en controversia durante décadas. Aunque se habló de la Zona Económica Exclusiva, de la Zona Contigua Integral que defiende Colombia y de los derechos históricos de pesca y explotación económica de la zona limítrofe del mar Caribe, ninguna de las partes aludió al patrimonio cultural sumergido, también con potencial económico, que yace en el lecho marino en cuestión. (Recomendamos: Vea una charla entre el escritor Héctor Abad y Nelson Fredy Padilla sobre el galeón San José).
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Como conocedor del tema y autor del libro El galeón San José y otros tesoros (sello editorial Aguilar, 2016), hoy debo recordar que justo en esa frontera marítima, marcada por el famoso meridiano 82, estarían hundidos no menos de 300 galeones de la época de la Colonia con sus tesoros a bordo. El naufragio más simbólico sería el de cuatro naves de la flota de Luis Fernández de Córdova, desaparecidas en esa zona en 1605. ¿Son de Colombia o de Nicaragua?, será la pregunta por resolver en algún momento próximo.
Quien mejor conoce el tema y la zona, porque la ha navegado en busca de galeones, es el historiador náutico colombiano Daniel de Narváez, a quien pregunté cómo impactará lo que se decida en La Haya y respondió: “De manera muy grave, porque la ruta de los galeones de la época de la Colonia iba de Cartagena hacia La Habana con las naves cargadas de oro y plata americana, pasando precisamente por entre nuestros cayos limítrofes con Nicaragua, accidentándose muchas veces y hoy en el fondo del mar en disputa. Podría calcularse que al menos 300 galeones yacen en esas aguas”. Claro, a la previsible reclamación nicaragüense de patrimonio cultural sumergido habrá que sumarle la de España, pues muchas de sus embarcaciones eran consideradas naves de Estado protegidas por el Derecho Internacional Marítimo.
De Narváez explica: “He concentrado mis investigaciones en Serranilla y Bajo Nuevo. Toda esa zona, entre Quitasueños y Serranilla, es un cementerio de naufragios coloniales, porque las cartas de navegación eran inexactas y si llegaban de noche o en una tormenta, las naves desaparecían muchas veces sin dejar un solo sobreviviente, como pasó con la flota de 1605, se perdieron cuatro galeones y falta ubicar tres, que por los vientos del norte durante el huracán muy seguramente estarán hundidos en las aguas que la Corte de La Haya le entregó a Nicaragua y le quitó a Colombia”.
El destino de las naves del español Fernández de Córdova, que fuera capitán general, es una de las leyendas más enigmáticas de la época de la Colonia. Había pedido al rey Felipe III quedarse en Cartagena de Indias, pero le dieron orden de regresar a España. Zarpó el 1° de noviembre con siete galeones cargados con el tesoro para la Corona, más una nao y un patache, todos con destino inicial a La Habana. Cinco días después un huracán los atrapó entre los bancos de Serrana y Serranilla, hundiendo cuatro galeones, el San Roque, capitana; el Santo Domingo, almiranta; el Nuestra Señora de Begoña, y el San Ambrosio. Se ahogaron 1.300 personas junto a ocho millones de pesos oficiales, que podrían ser el doble por contrabando.
El reporte oficial era de 80 toneladas de oro, 500 de plata y 70 kilos de esmeraldas, más bienes personales. Después de esta tragedia épica, el galeón San Cristóbal, casi destrozado, logró regresar a Cartagena, mientras el San Martín y el San Gregorio rescataron a 27 náufragos del patache, y junto a la nao San Pedro alcanzaron la costa de Jamaica y luego arribaron a La Habana. Con base en testimonios de sobrevivientes, tres años duró la búsqueda de los tesoros hasta que la Corona no soportó más pérdidas. El último reporte llegó desde Cuba, y en este se concluye: “Por nuestros pecados había permitido Nuestro Señor su perdición en el mar”.
Sin embargo, el historiador y naufrólogo italiano Claudio Bonifacio me señaló sobre sus investigaciones atinentes a Colombia y la frontera marítima con Nicaragua: “En la época colonial a lo largo de la ruta que va desde Cartagena de Indias hasta La Habana (correspondiente a la armada y flota de Tierra Firme) muchos barcos desaparecieron con considerables riquezas en sus bodegas. Los cayos de Roncador, Quitasueño, Serrana, Serranilla y aun las islas de San Andrés y Providencia fueron mencionados con frecuencia al desaparecer dichos barcos. Diferente es el caso de naufragios en la costa de Nicaragua, lo cual, dada su naturaleza y la casi ausencia de puertos y un ambiente hostil, fueron las causas de no poder determinar y aun conocer las circunstancias de las pérdidas navales”.
Más allá de lo que decida la Corte de La Haya, para él resulta importante determinar, entre los dos países, “la cuestión de la Zona Económica Exclusiva de las 200 millas marítimas”, pues de eso dependerá cómo se investiguen y rescaten los galeones sumergidos cercanos al meridiano 82.
Así el caso del patrimonio sumergido, que puede incluir naufragios de varios siglos hasta hace 100 años, no se haya nombrado en la CIJ, el tema ha sido estudiado por el Gobierno de Colombia, más desde el hallazgo del galeón San José a fines de 2015 en aguas cercanas a las Islas del Rosario, y por parte del gobierno de Nicaragua, desde que esa Corte les concedió una nueva porción de mar Caribe, 75.000 kilómetros cuadrados del archipiélago de San Andrés, segúnfallo del 19 de noviembre de 2012.
Fuentes de la Armada colombiana dicen que han reforzado los patrullajes “disuasivos y de control”, pero que en un futuro cercano no es descartable con Nicaragua un incidente como el de la corbeta Caldas con Venezuela en 1987. Y no hay que pasar por alto que el país centroamericano cuenta con el respaldo naval de Rusia. La prensa nicaragüense ha informado que militares rusos y de ese país han patrullado juntos las aguas del Caribe ganadas en el litigio contra Colombia.
En esas estamos desde marzo de 2016, cuando el entonces presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunció que no acataría más las decisiones de la Corte de La Haya sobre el caso. Para entonces ya había ocurrido un intercambio de mensajes de advertencia entre las cancillerías por la presunta autorización de exploraciones petrolíferas en las aguas en cuestión.
Managua habló de defender no 75 mil kilómetros cuadrados, sino 90 mil y, con base en lo decidido por la CIJ, publicar una nueva cartografía y autorizar la explotación del mar Caribe que ya ganó. Al diferendo político e histórico se agrega el ambiental, por el impacto que operaciones petroleras o de rescate de galeones sobre la Reserva de Biósfera Seaflower, que afectaría el hábitat de las islas colombianas.
Habrá que ver quién intenta el primer operativo de rescate de galeones y sus tesoros en aguas limítrofes.