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Seis de cada 10 protestas que sucedieron en el mundo a lo largo de los últimos 15 años registraron algún tipo de represión por parte de las autoridades, concluyó el estudio “World Protests: A Study of Key Protest Issues in the 21st Century”, que fue realizado por investigadores de Friedrich Ebert Stiftung y la Iniciativa para el Diálogo de Políticas (IPD), y que además alerta que los episodios de represión en las protestas se han aumentado en casi un 400% entre 2006 y 2020.
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Aunque se resalta la asimetría entre la violencia por parte de las autoridades y las expresiones de protesta violenta por parte de los ciudadanos, el informe indica que esta última también ha incrementado en estos 15 años, pues de 2006 a 2020, hubo un 5% más de episodios de protesta, donde hubo violencia por parte de los manifestantes. De todas formas, cuatro de cada cinco protestas fueron principalmente pacíficas.
El informe también concluye que la violencia por parte de los manifestantes ha ocurrido frecuentemente en las protestas “ómnibus”, que son las que se caracterizan porque los manifestantes tienen varias peticiones, que no se enfocan en un solo tema.
En diálogo con El Espectador, Sara Burke y Hernán Sáenz, dos de los autores del informe, indicaron que este fenómeno también ha hecho su presencia en Colombia, un buen ejemplo es el Paro Nacional de este año, que fue motivado por el anuncio de la Reforma Tributaria. “No se puede tolerar que esta violencia suceda, porque puede haber daños materiales, claro, pero también puede ser utilizada por parte de los políticos para tergiversar la protesta”, manifestó Sáenz.
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Según el estudio, en los meses previos a la Primavera Árabe, hubo muchas protestas por comida, que después fueron presentadas como más violentas de lo que en realidad fueron. “Informes y noticias con titulares extremos aparecieron después y los gobiernos se percataron de esto”, detalla el informe. El sobredimensionamiento de la violencia en las protestas le ha dado a los gobiernos el telón que necesitan para retractarse de políticas públicas impopulares, indica el estudio.
Además de esto, la violencia también ha sido usada como un medio para manipular a los ciudadanos, especialmente por parte de los movimientos políticos de extrema derecha. “Estos grupos utilizan distintas tácticas para instrumentalizar la protesta y hacer su propia propaganda”, explica Sara Burke, lo que hace a los ciudadanos susceptibles a creer la desinformación compartida a través de redes sociales que, frecuentemente, los partidos políticos aprovechan para sus propios objetivos.
Las protestas “ómnibus” también han propiciado espacios para que nuevos actores hagan parte de las protestas. El informe indica que ha habido un aumento en la participación de los grassroots o sectores de base, así como de movimientos sociales en las manifestaciones, entre los que se destacan estudiantes, indígenas y mujeres, que en América Latina y el Caribe llegan a tener casi la misma participación que los sindicatos.
Esto mismo ocurre con la participación de ciudadanos sin organización. “Los ciudadanos han tomado las calles en la Primavera Árabe, en Europa o en el Estallido Social de América Latina. Estos ciudadanos no se consideran activistas, pero protestan porque están desencantados con los procesos oficiales, con los partidos políticos”, concluye el estudio.