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La otra contienda, interpretar el acontecimiento

En Colombia, en medio del Paro Nacional, desde sus diversas expresiones y en la manifestación callejera de la indignación, en la escaramuza y su contención, surge una contienda inusitada por darle sentido a lo que ocurre, cuando las voces oficiales y mediáticas, mutuamente acomodadas, lograron su nivel más alto de desprestigio.

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José Hleap B.
21 de mayo de 2021 - 01:09 a. m.
Los habitantes del barrio Siloé, al oriente de Cali, denuncian que han sido víctimas de disparos por parte de la policía y el ejército en el marco del Paro Nacional.
Los habitantes del barrio Siloé, al oriente de Cali, denuncian que han sido víctimas de disparos por parte de la policía y el ejército en el marco del Paro Nacional.
Foto: Jose Vargas
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El acontecimiento da a ver lo que una época tiene de intolerable, pero también hace emerger nuevas posibilidades de vida.

Maurizio Lazzarato

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En Colombia, en medio del Paro Nacional, desde sus diversas expresiones y en la manifestación callejera de la indignación, en la escaramuza y su contención, surge una contienda inusitada por darle sentido a lo que ocurre, cuando las voces oficiales y mediáticas, mutuamente acomodadas, lograron su nivel más alto de desprestigio.

¿Quienes toman la palabra? Aquí el “tomar la palabra” encuentra el sentido pleno de un ejercicio de poder, que desplaza la voz autorizada, cuya autoridad se desprende de su misma visibilidad mediática, por la autoridad apalabrada en la acción. En la proliferación incontenible de videos, imágenes y audios que inundan las redes sociales y que abruman incluso a los corresponsales y medios internacionales, se ha librado una batalla que, como en “el nuevo traje del emperador” (Hans Christian Andersen) mostró al desnudo el carácter construido de la verdad, hizo oír al viejo Nietzsche: “no hay hechos, solo interpretaciones”.

Los muy avezados analistas de la vida social, todos realmente desbordados por lo ocurrido, a tientas intentan dirigir la opinión, como lo hacen infructuosamente los profesionales de la información, e incluso dibujan escenarios de futuro para los acontecimientos, cuya probabilidad de ocurrencia manifiesta a las claras el punto de vista, la miopía o la ceguera de quien, escondido en la “neutralidad” de su investidura, proclama la realidad fastuosa del nuevo traje del emperador. Al reventar por saturación el aislamiento comunicacional de sus algorítmicas burbujas, aparece desnuda, en el reenvío incesante de mensajes por las redes, la unilateralidad de las posiciones que celebran, con vestigios audiovisuales de facticidad, una verdad incontrovertible que ella misma desmiente.

Este estado de cosas ha propiciado una gran lección para los comunicadores sociales, como nos lo han hecho saber los estudiantes vinculados a las líneas de resistencia: su quehacer no es neutral, los implica en el acontecimiento y los interpela en su ejercicio profesional.

Aparecen, con una eficacia excepcional, tanto los recursos tecnológicos cotidianos como el celular que de viva voz dan nombre, fecha y lugar de los sucesos, como las expresiones artísticas que despliegan mundos para la interpretación; ambos efectúan, como el niño en el cuento de Andersen, una mirada que deja de manifestó nuestro propio entrampamiento, el lugar desde donde interpretamos.

Mientras tanto, asistimos a la emergencia del inédito viable, como llamara Paulo Freire al presente como espacio-tiempo de posibilidad, en medio de la “democratización de la desvergüenza” en una ciudad estallada por la exclusión social, la corrupción y la impunidad que han deslegitimado el carácter incluyente del “bien común”. Otros mundos posibles se insinúan en la ampliación de formas de solidaridad, aguante y generosidad que contrastan con reducidas actitudes anquilosadas de discriminación, racismo e intolerancia violenta, propias del statu quo.

Por José Hleap B.

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