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El 54 % de las 2.809 protestas que se han realizado en 101 países en los últimos 15 años han sido impulsadas por la percepción del fracaso de los sistemas políticos y en casi un tercio de las manifestaciones la solicitud era la existencia de una “democracia real”. Este es uno de los principales hallazgos del informe “World Protests: A Study of Key Protest Issues in the 21st Century”, hecho por Friedrich Ebert Stiftung y la Iniciativa para el Diálogo de Políticas (IPD), y publicado el pasado 4 de noviembre, que estudió las manifestaciones en más de 900 movimientos, sus motivaciones y actores.
Además de esto, el informe evalúa las protestas a través de sus causas: fallas en la representación política, la injusticia económica y medidas de austeridad, exigencia de derechos civiles y justicia global. También resalta el aumento de la participación de la clase media y los partidos políticos, así como que cada vez es más común que sean varias las peticiones y no solo una, lo que denominan protestas “ómnibus”. América Latina y el Caribe se configuran como la segunda región, después de Europa, en donde más protestas se realizaron, mientras que el 42 % de las manifestaciones tuvieron un “logro demostrable” en cuanto a cambios en políticas públicas o renuncias en altos cargos, lo que se evidenció más en países de ingresos medios-bajos.
El Espectador habló con Sara Burke y Hernán Sáenz, dos de los investigadores detrás del informe, acerca de sus perspectivas sobre las protestas en la región y puntualmente los hallazgos en Colombia, así como de las nuevas particularidades de la protesta, la politización de estos espacios y el uso de la protesta por intereses políticos.
¿Qué hizo que en América Latina y el Caribe se registraran tantas protestas en los últimos años?
Es una región histórica de protestas, revoluciones y golpes de Estado. Si analizamos el período de 2006-2020, son los años en donde la desigualdad probablemente se ha incrementado bastante. Dentro de las regiones más desiguales, con relación a la propiedad de la tierra y la concentración de la riqueza, está América Latina y dentro del continente también existen algunos de los países más desiguales, como Guatemala, Colombia y Brasil. Asimismo, los altos niveles de pobreza y de polarización política contribuyen a las protestas. La concentración de poder en unas cuantas élites genera también descontento.
El informe señala, además, que una de las principales motivaciones de las protestas es la búsqueda de una “democracia real”. ¿Cómo la definen?
A partir de las mismas percepciones de los manifestantes. Este concepto abarca todo desde la tradicional democracia participativa hasta un gobierno funcional y representativo, que promulgue políticas justas con un impacto real. La clase media quiere un gobierno que trabaje y entregue resultados. Este deseo está presente, sin importar el sistema político que haya en distintos países. Hicimos una ronda de investigación en 2013, y esta fue la petición número uno en todo el mundo, a pesar de que la mayoría de solicitudes giraban alrededor de asuntos económicos, como salarios, trabajos y servicios sociales. Años después de la crisis económica de 2008-2009 no hubo mucho progreso en cumplir con las peticiones económicas, entonces nos dimos cuenta de que se dio paso a más solicitudes políticas.
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¿Cómo evalúan la situación que se presentó en Colombia?
En este proceso hay tres pasos: el gobierno no está escuchando, la gente está identificando esto y concluye que la única manera de participar es a través de la protesta, y las protestas “ómnibus” nos están demostrando de que no se trata de la política pública, sino de las decisiones políticas. Otro hallazgo que está relacionado es que vimos que la participación de los grassroots o sectores de base en las protestas aumentó 10 veces. No es solo en Colombia, en todas partes vemos que manifestantes de la clase media, que no eran activistas antes, han salido a las calles. El paro nacional de Colombia contó con la participación de feministas, grupos LGBTQ y ambientalistas. Creo que esto es una consecuencia directa de que las democracias viejas y nuevas están fallando al cumplir con lo que la gente pide y necesita.
¿Cuál es el papel de la violencia en las protestas?
Es preocupante cómo se puede utilizar la misma protesta para deslegitimarla, que es algo que vemos en muchos países, cuando se utiliza al vandalismo para destruirla. Cuando se caracteriza una protesta como un disturbio la Policía la parará, ya sea porque piensa que los manifestantes están vandalizando la propiedad privada o porque dice que hay gente armada: esa se convierte en la justificación. Frecuentemente vimos que la violencia solo empieza a ocurrir cuando la Policía se involucra en la protesta. Los disturbios muchas veces ocurren tras la provocación por parte de las fuerzas de seguridad. Esta deslegitimación es un riesgo grande en un momento de polarización.
¿Cómo caracterizan la asimetría entre la violencia por parte de los manifestantes y de la Fuerza Pública?
No se justifica ni se puede justificar, pero no hay un punto de comparación entre los actos violentos de los manifestantes a la que pueden ejercer organismos de seguridad, con las armas a las que tienen acceso. La presencia de Policía en las protestas se podría interpretar como una falla más de la democracia, porque los gobiernos están cerrando la puerta al diálogo. Aunque el uso de la violencia de la Fuerza Pública puede provocar una reacción poderosa de rechazo de la población, no viene sin su costo, que es el de las vidas perdidas.
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¿Cómo se miden los logros de las protestas?
Hay dos formas: en el corto y largo plazo. En la primera se evalúa lo que se logra con relación a las peticiones, pero cuando hay muchísimas solicitudes, los logros son más difíciles de alcanzar. Nos hemos dado cuenta de que estas manifestaciones no solo logran que se cumpla una petición concreta, sino que eventualmente cambian la mentalidad de las personas con respecto a la igualdad, la justicia, la calidad de los servicios públicos y el poder. Este logro no se puede medir. En retrospectiva, creo que muchas protestas lograron bastantes cosas. Tener un 38 o 42 % de logro en la protesta es bastante.
¿Cómo garantizar que los gobiernos escuchen a los manifestantes?
Pienso que el asunto del que nadie habla es la vasta desigualdad en casi todos los países. Lo que entiendo de la reforma tributaria presentada este año en Colombia es que tal vez incluía algo de lo mejor que se había propuesto en un tiempo, pero no tenía en cuenta la redistribución de la riqueza. Hasta que el Gobierno esté dispuesto a regular la riqueza y a hacer algo sobre la redistribución, no va a tener mucha credibilidad.
