25 años de su magnicidio
Galán fue el mejor líder político de nuestra generación; fue un colombiano excepcional.
Hernando Roa Suárez*
Comencemos este aporte recordando algunas dimensiones del contexto que le correspondió vivir a Galán en el interior del proceso de transformación de Colombia: de un país prioritariamente rural, hacia otro especialmente urbano. Él inició su trabajo político dentro de los principios orientadores del Frente Nacional y propuso nuevas formas de organización y lucha, frente a las prácticas clientelistas de los partidos tradicionales que habían mutado el papel de la política como agenciadora de los procesos de cambio; y enfrentó la corrupción del narcotráfico, el paramilitarismo y sus diversas alianzas con politicastros que desvirtuaron los fines fundamentales de la política.
Ante las crisis del país (del Estado, de los partidos políticos, de la democracia representativa, del modelo de desarrollo, de los valores...), Galán irrumpe para mostrar caminos nuevos a la democracia y contribuir a la reforma de las costumbres políticas. Su mensaje es el de un hombre honesto, inteligente, coherente, analítico, vigoroso, perseverante, valiente y carismático, con magnífica capacidad de liderazgo y una vocación consagrada al servicio de la democracia. Quienes hemos estudiado su pensamiento, conocemos que Luis Carlos formuló, con una visión integral de la sociedad y su futuro, propuestas en las instancias económica, política, social, cultural, ecológica e internacional. No olvidemos que Luis Carlos no fue neoliberal, sino un social demócrata moderno.
Parte significante de su concepción, en torno a las reformas políticas, fueron plasmadas tanto en los contenidos dogmáticos como en los políticos, de la nueva Constitución de 1991. Allí se incorporaron temas tales como los procesos de modernización del Estado (descentraliza¬ción, desconcentración, regionalización y planificación) que preservaron sus orientaciones básicas. Sin embargo, quisiera hacer notar que el estudio de los megaproyectos económicos y sociales, que Galán propuso para el decenio de los 90’s y su visión en torno a la construcción de la paz, están pendientes de concretarse integralmente en nuestras estructuras.
En este aniversario deseo enfatizar que, según mi experiencia académica, en los últimos cincuenta años, sigo encontrando una gran deficiencia en la formación político-democrática de nuestros estudiantes universitarios. Es frecuente que la juventud contemporánea identifique a los políticos con seres ligados a la corrupción, al narcotráfico, al paramilitarismo, a las prevendas y a las deshonestidades. En múltiples escenarios, públicos y privados, he escuchado a los universitarios su rechazo a participar en la política, por la imagen que poseen de la mayoría de los políticos de nuestro tiempo. Y esta situación se me presenta de una inmensa gravedad que facilita que proyectos políticos -de corte neofascista- adquieran peso en Colombia. Recordemos que por falta de responsabilidad histórica y descomposición de los liderazgos de Acción Democrática y la Democracia Cristiana, se facilitó el surgimiento del liderazgo de Chávez en Venezuela. Análogamente y teniendo en cuenta sus especificidades, ocurrió lo mismo en Perú, Uruguay, Argentina y Brasil, en el decenio de los setenta y de los ochenta.
Ahora bien, esta conmemoración nos permite hacer notar que, salvo excepciones, los sectores mayoritarios colombianos seguimos padeciendo la ausencia de líderes políticos de nuevo tipo que sean agenciadores de grandes proyectos nacionales, con capacidad de despertar compromiso político por los valores de la democracia participativa. Y es que si a lo largo del proceso educativo no se enseña -paulatina y sistemáticamente- la importancia de las ideas democráticas, no se puede esperar que, en años ulteriores, surjan líderes comprometidos y éticos. Adicionalmente, si los institutos o departamentos de formación de los partidos y movimientos políticos, sólo actúan en los procesos electorales, estamos contribuyendo a no tener organizaciones políticas modernas, si no a estar en presencia de partidos electoreros, y esto es altamente nocivo para la democracia.
Si nos detenemos a analizar la visión política mayoritaria de los universitarios, de los sectores público y privado, encontramos que, en medio de algunos aportes excepcionales, está pendiente introducir en los currículos de las profesiones -tanto en ciencias sociales como en ciencias naturales- cambios que faciliten acceder al conocimiento teórico-práctico de nuestros grandes líderes, al desarrollo de competencias de liderazgo, y de las estructuras que sustentan las democracias contemporáneas.
Así que, si tenemos en cuenta los últimos resultados electorales de nuestro país (2014) y específicamente el problema estructural de la abstención, bien vale la pena que, como un homenaje específico a la vida, obra y testimonio final de Luis Carlos Galán, los ministerios de Educación y de Gobierno se den a la tarea de preparar cambios que nos permitan, en los próximos decenios, tener partidos políticos modernos y disfrutar de un ambiente que facilite la construcción de la paz y la solución a nuestras inequidades.
Deseo observar que el conocimiento total de Luis Carlos Galán, seguirá siendo significante para nuestra juventud, que puede ver en él un ejemplo de líder político comprometido con los procesos de cambio. Mas también, su testimonio y reflexiones seguirán siendo importantes para los demócratas latinoamericanos, para quienes el proyecto galanista se presenta como una factibilidad digna de ser complementada y plasmada en la práctica histórica. roasuarez@yahoo.com
* Doctor en derecho y socioeconomía. Profesor universitario. Columnista del Espectador.
Comencemos este aporte recordando algunas dimensiones del contexto que le correspondió vivir a Galán en el interior del proceso de transformación de Colombia: de un país prioritariamente rural, hacia otro especialmente urbano. Él inició su trabajo político dentro de los principios orientadores del Frente Nacional y propuso nuevas formas de organización y lucha, frente a las prácticas clientelistas de los partidos tradicionales que habían mutado el papel de la política como agenciadora de los procesos de cambio; y enfrentó la corrupción del narcotráfico, el paramilitarismo y sus diversas alianzas con politicastros que desvirtuaron los fines fundamentales de la política.
Ante las crisis del país (del Estado, de los partidos políticos, de la democracia representativa, del modelo de desarrollo, de los valores...), Galán irrumpe para mostrar caminos nuevos a la democracia y contribuir a la reforma de las costumbres políticas. Su mensaje es el de un hombre honesto, inteligente, coherente, analítico, vigoroso, perseverante, valiente y carismático, con magnífica capacidad de liderazgo y una vocación consagrada al servicio de la democracia. Quienes hemos estudiado su pensamiento, conocemos que Luis Carlos formuló, con una visión integral de la sociedad y su futuro, propuestas en las instancias económica, política, social, cultural, ecológica e internacional. No olvidemos que Luis Carlos no fue neoliberal, sino un social demócrata moderno.
Parte significante de su concepción, en torno a las reformas políticas, fueron plasmadas tanto en los contenidos dogmáticos como en los políticos, de la nueva Constitución de 1991. Allí se incorporaron temas tales como los procesos de modernización del Estado (descentraliza¬ción, desconcentración, regionalización y planificación) que preservaron sus orientaciones básicas. Sin embargo, quisiera hacer notar que el estudio de los megaproyectos económicos y sociales, que Galán propuso para el decenio de los 90’s y su visión en torno a la construcción de la paz, están pendientes de concretarse integralmente en nuestras estructuras.
En este aniversario deseo enfatizar que, según mi experiencia académica, en los últimos cincuenta años, sigo encontrando una gran deficiencia en la formación político-democrática de nuestros estudiantes universitarios. Es frecuente que la juventud contemporánea identifique a los políticos con seres ligados a la corrupción, al narcotráfico, al paramilitarismo, a las prevendas y a las deshonestidades. En múltiples escenarios, públicos y privados, he escuchado a los universitarios su rechazo a participar en la política, por la imagen que poseen de la mayoría de los políticos de nuestro tiempo. Y esta situación se me presenta de una inmensa gravedad que facilita que proyectos políticos -de corte neofascista- adquieran peso en Colombia. Recordemos que por falta de responsabilidad histórica y descomposición de los liderazgos de Acción Democrática y la Democracia Cristiana, se facilitó el surgimiento del liderazgo de Chávez en Venezuela. Análogamente y teniendo en cuenta sus especificidades, ocurrió lo mismo en Perú, Uruguay, Argentina y Brasil, en el decenio de los setenta y de los ochenta.
Ahora bien, esta conmemoración nos permite hacer notar que, salvo excepciones, los sectores mayoritarios colombianos seguimos padeciendo la ausencia de líderes políticos de nuevo tipo que sean agenciadores de grandes proyectos nacionales, con capacidad de despertar compromiso político por los valores de la democracia participativa. Y es que si a lo largo del proceso educativo no se enseña -paulatina y sistemáticamente- la importancia de las ideas democráticas, no se puede esperar que, en años ulteriores, surjan líderes comprometidos y éticos. Adicionalmente, si los institutos o departamentos de formación de los partidos y movimientos políticos, sólo actúan en los procesos electorales, estamos contribuyendo a no tener organizaciones políticas modernas, si no a estar en presencia de partidos electoreros, y esto es altamente nocivo para la democracia.
Si nos detenemos a analizar la visión política mayoritaria de los universitarios, de los sectores público y privado, encontramos que, en medio de algunos aportes excepcionales, está pendiente introducir en los currículos de las profesiones -tanto en ciencias sociales como en ciencias naturales- cambios que faciliten acceder al conocimiento teórico-práctico de nuestros grandes líderes, al desarrollo de competencias de liderazgo, y de las estructuras que sustentan las democracias contemporáneas.
Así que, si tenemos en cuenta los últimos resultados electorales de nuestro país (2014) y específicamente el problema estructural de la abstención, bien vale la pena que, como un homenaje específico a la vida, obra y testimonio final de Luis Carlos Galán, los ministerios de Educación y de Gobierno se den a la tarea de preparar cambios que nos permitan, en los próximos decenios, tener partidos políticos modernos y disfrutar de un ambiente que facilite la construcción de la paz y la solución a nuestras inequidades.
Deseo observar que el conocimiento total de Luis Carlos Galán, seguirá siendo significante para nuestra juventud, que puede ver en él un ejemplo de líder político comprometido con los procesos de cambio. Mas también, su testimonio y reflexiones seguirán siendo importantes para los demócratas latinoamericanos, para quienes el proyecto galanista se presenta como una factibilidad digna de ser complementada y plasmada en la práctica histórica. roasuarez@yahoo.com
* Doctor en derecho y socioeconomía. Profesor universitario. Columnista del Espectador.