ambi fue capturada, exhibida y maltratada sin contemplación en un circo. A esta osa, una de las consentidas del veterinario Orlando Feliciano Cáceres, le amputaron las garras de las manos y le golpearon un ojo, del que perdió la visión. No puede valerse por sí misma y por esta razón es uno de los ejemplares de la fauna silvestre que se encuentran bajo protección de Feliciano.
La labor de este hombre, por la que hoy es uno de los finalistas de Titanes Caracol, en la categoría de Sostenibilidad Ambiental, ha salvado miles de vidas como la de Bambi. La Fundación Bioandina, que dirige, trabaja por la conservación de la fauna silvestre colombiana a través del rescate, rehabilitación, liberación y monitoreo de animales, así como en proyectos de educación y sensibilización ambiental con las comunidades que interactúan con estas especies.
Gracias a su liderazgo ambiental, esta iniciativa ha sido protagonista desde 1989 en actividades como, por ejemplo, la reintroducción de cóndores andinos en el país, la conservación del oso andino y el intercambiado de conocimientos y experiencias nacionales con zoológicos de Estados Unidos e instituciones ambientales en Argentina, Venezuela, Chile y Ecuador.
Feliciano, desde su papel como veterinario, también presta atención médica 24 horas a los animales silvestres en peligro de extinción. Cuenta con dos centros de recepción de fauna silvestre, en Guasca y El Colegio (Cundinamarca), a donde llegan los ejemplares decomisadas de las corporaciones autónomas regionales, del Ministerio de Ambiente y Parques Nacionales.
En el municipio de Guasca las tareas están enfocadas en la rehabilitación de la fauna y a la educación en colegios y universidades sobre las especies que ya no es posible reintroducir a su ambiente natural por culpa de los abusos que sufren en el tráfico ilegal. Este lugar alberga alrededor de 100 animales, entre los que se destacan osos, venados, primates y felinos, como tigrillos y pumas. Además, el sitio tiene un sendero de 6 kilómetros para el avistamiento de aves.
Pero no todos pueden regresar a su hogar nato. Cerca del 20 % de los animales que son atendidos no pueden volver a su hábitat, por “lo que toca reubicarlos y condenarlos de por vida a condiciones de cautiverio”, explica Feliciano. Tal es el caso de Félix, un jaguar que se acostumbró a la presencia humana y por eso no puede ser liberado; no sería capaz de competir con otros felinos.
En el segundo centro de atención, en El Colegio, conviven 450 animales, en su mayoría aves, como loras, guacamayas y pericos, toches, azulejos, águilas, lechuzas y búhos. También, mamíferos como venados, zorros, mapaches, reptiles, tortugas y serpientes.
“Lo más bonito de mi trabajo es coger un animal, ver su proceso de recuperación, llevarlo al monte y que se reincorpore a la vida silvestre sin mirar para atrás”, asegura Feliciano.
El segundo componente, adicional a la liberación, es la transformación de los comportamientos locales. Miguel Ángel Rodríguez, un campesino, es ejemplo de ese cambio. Asegura que antes le gustaba ir de cacería y matar a los osos, pero gracias al trabajo de Orlando, ahora los cuida y junto a sus vecinos impide que sean asesinados.
“Sueño que la fauna silvestre esté libre, no sea maltratada y sea conocida como un patrimonio que nos pertenece a todos”, concluye Feliciano.
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