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Armero, 40 años: así fue la noche en la que la avalancha arrasó el municipio

En cuestión de minutos, una avalancha arrasó con Armero en la noche del 13 de noviembre de 1985. Así lo recuerdan sus sobrevivientes.

Redacción Colombia

13 de noviembre de 2025 - 07:46 a. m.
La tragedia de Armero dejó más de 22.000 muertos y alrededor de 5.000 personas heridas.
Foto: El Espectador
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“Vea, es que no se ven casas. Quedó arena. Eso quedó completamente desaparecido Armero. Es que no se ve ni muros, ni árboles, ni nada. Eso quedó una playa gigantesca”, dijo en la mañana del 14 de noviembre de 1985 el capitán Fernando Rivera a Yamid Amat, que estaba en vivo por Caracol Radio. Tanto lo que vio el socorrista como lo que narró en la radio era algo verdaderamente dantesco y difícil de creer. Una avalancha de lodo y escombros había sepultado a uno de los municipios más pujantes del Tolima y aunque no se tienen cifras exactas, se sabe que allí murieron más de 22.000 personas. Lo de Armero fue una tragedia nunca antes vista ni en Colombia, ni en el continente.

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A pesar de que desde hacía casi un año venía preocupando el volcán Nevado del Ruiz, que hacía 69 años no tenía actividad, y de que el alcalde de Armero, Ramón Rodríguez, parecía un loco pidiendo acciones a las autoridades locales y nacionales, por la tragedia que se podría presentar, nadie preveía que una catástrofe de tal dimensión se pudiera dar. El siguiente relato es de lo que ocurrió las últimas siete horas del 13 de noviembre de 1985, cuando la erupción del volcán Nevado del Ruiz derritió el hielo de la cima y este bajó a gran velocidad por los afluentes que nacían en la montaña, por lo que terminó convertido en lodo, que sumado a escombros, arrasó con Armero.

El día comenzó relativamente normal en el municipio tolimense. El socorrista de la Defensa Civil Leopoldo Guevara recuerda que en la mañana había estado cayendo ceniza, por lo que su amigo el alcalde Ramón Rodríguez, al que le decían “Moncho” de cariño, le había insistido que creía que un día de esos iba a pasar algo en Armero, aunque “la gente tampoco le paró muchas bolas, porque decían que lo que buscaba era protagonismo”.

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Foto: Archivo

Así transcurrió el día. A las 4:00 p.m., cuando a la caída de ceniza se le sumó el de material piroclástico y un mal clima que al parecer iba a perdurar en la región, Guevara decidió viajar a Venadillo (a menos de 25 kilómetros), “para organizar a mi equipo y en algún momento prestar alguna ayuda a los compañeros de Armero”, explicó.

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Por su parte, Martha Lucía López, quien vivía en el municipio con su hijo y su esposo, regresaba de una cita médica en Ibagué donde le confirmaron que tenía tres meses de embarazo. Asegura que escuchó en la radio que el volcán había hecho emisiones de arena, por lo que pedían a la comunidad tapar los tanques de agua y mantener la calma. El anuncio fue seguido de una extraña llovizna que cayó sobre las seis de la tarde.

20 minutos más tarde, en la iglesia de Armero, el padre Augusto Osorio, que ya había acabado sus labores del día, se preparaba para viajar a Ibagué. Tanto en sus memorias como en entrevistas que dio en los últimos años ━ falleció en junio de 2024━, aseguró que nunca salió con un megáfono a decirle a las personas que no se fueran, así como insistió en que no huyó del municipio. Lo que ocurrió es que era su día de descanso, que eran los jueves, y decidió viajar a la capital tolimense para ir a visitar a una de sus hermanas que se encontraba enferma.

La lluvia siguió, y a las 9:30 p.m. el volcán hizo erupción. En la radio comenzaron a dar la noticia, mientras en televisión Hernán Castrillón Restrepo anunció en TV Hoy: “Parece que hizo erupción el Nevado del Ruiz”. López señala que la despertó el sonido del teléfono. Su familia la llamó para preguntarle cómo estaba y qué estaba pasando, pero ella tampoco lo tenía claro, por lo que junto a su esposo decidieron ir a averiguar a la estación de Bomberos del municipio.

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Apenas escuchó la noticia que dio en televisión Castrillón Restrepo, Leopoldo Guevara llamó al director de la Defensa Civil, Guillermo de la Cruz, para pedirle autorización de ir hasta Armero. No se la dio, pero con un grupo de compañeros decidió viajar en un carro particular hasta Lérida para intentar averiguar algo.

La erupción del volcán provocó el deshielo del nevado. En cuestión de minutos esa agua comenzó a bajar rápidamente por los ríos que nacen en la montaña (Lagunilla, Chinchiná, Gualí y Azufrado), lo que formó una especie de lodo que muchos describían como gelatinoso y que a su paso arrastró rocas, árboles y escombros.

En la casa de Omayra Sánchez, su papá, su tía y su hermano no habían podido dormir por el temor que ya había en el ambiente. La llovizna que cayó en la tarde ahora era una lluvia que con ceniza. El temor de muchas personas en el pueblo era que se diera una inundación.

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Se cree que el lodo bajó de la montaña a una velocidad que alcanzó los 80 kilómetros por hora, por lo que, sobre las 10:40 p.m. la avalancha que se armó alcanzó la zona rural del municipio de Chinchiná, que se encontraba en plena cosecha cafetera.

Además de quienes vivían en las fincas, entre las víctimas que quedaron entre el lodo también se encuentran recolectores de café, que tenían como costumbre improvisar cambuches en los que vivían mientras trabajaban en la zona. El lodo también llegó hasta las urbanizaciones La Nevera, Almacafé y la del Río, que estaban en la parte más baja del casco urbano de Chinchiná y que desaparecieron completamente.

Sobre las 11:05 p.m., el médico Juan Antonio Gaitán lo despertó la lluvia que caía en Armero y cómo sonaba. En el libro El barro y el silencio, de Juan David Correa, y algunas entrevistas que ha dado, recuerda que le preguntó a su papá que pasaba y él le dijo que podría tratarse de una inundación, por el desbordamiento del río Lagunilla, lo que ya había pasado en 1951. Se fue la luz, por lo que salieron con linternas a la calle. “Miré al asfalto y vi agua negra corriendo, agua como petróleo (...). En ese momento empezó a sonar todo como si estuviera temblando: pum, pum, pum. Durísimo”.

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Los dos entraron a la casa y Gaitán acompañó a su papá a recoger la alfombra porque esperaba una inundación, pero lo que empezaron a oír fue como el sonido de una turbina. Un ruido ensordecedor terminó en una explosión, que llenó de lodo su casa. Lo sacó de la sala y lo llevó a un cuarto, donde escuchó por última vez a su papá. Intentó salir, pero la fuerza del líquido maleable y tibio que lo levantaba se lo impidió. Terminó aprisionado contra el techo de su casa, que poco después termino por quebrarse y levantarse, con lo que él pudo por fin respirar.

De regreso a su casa, Martha Lucía López vio junto a su esposo cómo avanzaba la avalancha por la calle en la que vivían. Intentaron huir en el carro, pero rápidamente el lodo se lo llevó, por lo que ambos tuvieron que correr.

Lo hicieron en sentido contrario hacia donde las personas huían, porque en lo que pensaron era en llegar a la orilla del río que había armado el lodo para intentar nadar de lado y salvar a su hijo Sergio, quien se había quedado dormido en su habitación cuando ellos salieron a averiguar lo que pasaba en la estación de Bomberos. Ese detalle los salvó, pues quedaron en la parte alta de un árbol y luego pudieron pasarse a un tejado.

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Armero quedó arrasado en menos de 20 minutos. Todo el material que descendió del volcán nevado alcanzó una velocidad de 17 metros por segundo, por lo que a las 11:30 p.m. ya no quedaba nada. Solo algunos supervivientes que tuvieron que esperar más de 10 horas para que los rescataran.

Sobre las 12 de la noche, el socorrista Guevara viajó hasta La Sierra y luego manejó junto a algunos compañeros hacia Armero. Al llegar a la Y, donde la vía se divide y se puede desviar para tomar al Líbano, vieron que había lodo y un olor intenso a azufre. Alcanzaron a avanzar unos metros más hasta cuando se encontraron a un grupo de cuatro personas sobre el capó de un carro. Los rescataron y desistieron de seguir, porque no sabían si el puente que llevaba a Armero se encontraba seguía en pie.

En medio de la madrugada, López recuerda que lo único que se veía eran pequeñas explosiones esporádicas. Ella cree que se trataba de cilindros de gas, mientras que Gaitán asegura que provenían de las estaciones de gasolina que quedaron bajo el lodo. La esperanza estaba puesta en que amaneciera. Ninguno tenía idea de qué había ocurrido, ni la magnitud de la tragedia.

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A las 4 a.m. se decidió que Guevara sobrevolaría la zona en una avioneta de fumigación. Faltando un cuarto para las 6:00 a.m., con el capitán Fernando Rivera, tomaron rumbo hacia Lérida y luego hacia Armero. Sobre los aires quedaron en shock al evidenciar que el pueblo había sido arrasado. Fueron alrededor de 90 millones de metros cúbicos de lodo los que sepultaron el municipio.

Por ellos el país se enteró de lo que pasó. Una tragedia que no solo marcó a sus habitantes, sino también al país que a partir de allí replanteó el seguimiento vulcanológico y el sistema de atención de riesgos que antes de eso no existía.

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