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Si no es la universidad el ente reflexivo por antonomasia de la sociedad, entonces, ¿quién? En mayo del 68 francés plasmó para la historia la importancia de esa reflexión, y el poder no sólo académico, sino político que habita en las aulas de clase, y que en los instantes críticos corre a las calles y alza su voz contra la injusticia.
Pero entre el mayo francés y los disturbios ocurridos la semana pasada en la Universidad Industrial de Santander, reflejo de los que a menudo mancillan las universidades del país, no sólo hay más de cuatro décadas, sino un profundo distanciamiento de los ideales propios a la academia. Hoy esas ideas son infiltradas por fines particulares, unas veces quizá sólo necios, pero otras veces oscuros.
Significativa muestra de ese distanciamiento que sustituyó ideas por gritos son los resultados que ha dejado el último enfrentamiento entre un grupo de encapuchados y la Fuerza Pública: daños materiales estimados en cerca de $3 mil millones. Una cifra que, por su frialdad, poco dice de la realidad que abarca: 1.700 estudiantes sin servicio de comedores, a veces su principal sustento; equipos de laboratorio destrozados, razón de importantes atrasos en materia de investigación; sustracción de información académica y administrativa a través del hurto de discos duros, y miedo.
Apenas oír la voz tenue de cualquier estudiante basta para comprender que el vandalismo se ha arraigado en la universidad gracias al miedo. Y es natural: en esta desafortunada ocasión, algunos de los encapuchados se identificaron como miembros del Partido Comunista Clandestino y del Movimiento Bolivariano, reconocidas —en temeroso silencio— facciones urbanas de las Farc. Por eso los estudiantes callan; los directivos de la UIS reclaman la asistencia de la Fuerza Pública; la academia observa impotente cómo las ideas son reemplazadas por la irracionalidad de las bombas molotov.
Reunidas las directivas del claustro, el gobernador de Santander y el ministro de Defensa, se propuso ofrecer una recompensa de $50 millones a quien ofrezca información que permita identificar a estos… ¿estudiantes? No. Un estudiante universitario, uno de la más importante universidad del oriente colombiano, bien sabe que el eco de las palabras retumba más que el de las bombas de estos delincuentes.