Tienen el sueño que los impulsa, tienen la visa, los pasajes, pronto el vuelo y casi listo el equipaje; mas el sueño americano de Paola Viviana Monroy y Gustavo Adolfo Rincón no es el de ir a buscar mejores horizontes, sino el de alcanzar la gloria. El próximo 20 de mayo juntos participarán por Colombia en la carrera Gran Fondo de Nueva York, una muy importante en el mundo para ciclistas aficionados; sin embargo, y valga la ironía, solo hace falta un pequeño detalle: la bicicleta. A Gustavo se la robaron.
Fue el pasado domingo a la madrugada. Él iba a encontrarse con Paola para realizar un exigente entrenamiento que los llevaría de Bogotá al municipio de Villeta y los montaría en las cimas de los altos del Vino, la Tribuna y el Trigo; pero Gustavo apenas había alcanzado la largada desde su casa cuando dos hombres lo interceptaron, lo tumbaron al suelo y con destellos de puñal lo intimidaron. «No se vaya a hacer matar por una bicicleta», los sujetos huyeron por el caño de la diagonal primera con avenida 68.
Era todavía oscuro. Como pudo, Gustavo se reincorporó y trató de correr por el orillo del caño. Dos personas que estaban haciendo ejercicio le dijeron que los ladrones habían arrancado las luces encendidas de la bicicleta para no dejar rastro; más adelante, un vigilante le permitió llamar a la policía del área. Los agentes llegaron diez minutos después, pero por cuestión de seguridad, no podían bajar al caño para iniciar la persecución; además, que el otro de la avenida 68 le corresponde a una jurisdicción policial distinta.
Es una bicicleta Specialized de ruta con las fibras de carbono visibles. De colores negro, gris oscuro y líneas blancas, con adhesivos de un jaguar y de la marca de los bocadillos de guayaba que ellos consumen cuando corren. Su tamaño, marco 58, es poco común para el medio colombiano, debido a que su dueño mide 1.87 metros; no cualquiera puede montar en ella, ni siquiera los ladrones que, presume Gustavo, se la llevaron cargada a lo largo del caño rumbo al barrio La Igualdad, al sur de Bogotá.
La pareja tiene lugar en la competición neoyorquina gracias a que Paola ganó la versión colombiana de la carrera, corrida el pasado 18 de marzo en Guasca (Cundinamarca). Los premios por ese triunfo _solo para ella_ fueron un aparato de entrenamiento, la inscripción en la carrera y apenas dos noches de hotel. Lo demás: los pasajes de ambos, los mil dólares que cuesta la matrícula de Gustavo, los viáticos y el hospedaje, tienen que asumirlo con su peculio.
Desde que obtuvieron el derecho, Paola y Gustavo han estado tocando puertas en busca de recursos, pues este reto, además del esfuerzo físico, implica uno económico. Al consabido dilema que enfrentan muchos deportistas en Colombia por la falta de apoyo estatal y de patrocinio privado, se suma la contrariedad por el atraco del que fue víctima Gustavo; su ilusión es que el velocípedo aparezca antes del 17 de mayo, día en que tomarán el vuelo a Nueva York.
Paola, que se inició en el ciclismo de manera recreativa hace siete años, y de forma competitiva hace dos, ya acumula un importante palmarés por sus participaciones en Colombia, historial que incluye varios primeros lugares, como el que le otorgó el cupo al Gran Fondo de Nueva York. Dice que aunque el ciclismo es un deporte en el que los títulos son personales, es imprescindible el trabajo en conjunto. Gustavo es su coequipero hace ocho meses, se conocieron por intermedio de un grupo de deportistas de la Universidad Nacional, de donde ambos son egresados.
«Él le pone el pecho al viento. Si voy a su rueda, ahorro energía, me fortalezco psicológicamente, me olvido del cansancio que llevo y sé que puedo contar con su apoyo si me falta agua, alimento o si tengo algún percance mecánico». Al mismo tiempo que explica el fundamental papel de su compañero en la competencia, Paola rezuma la incertidumbre porque no es solo el viento, sino que el tiempo está corriendo en su contra. Si la bicicleta de Gustavo no aparece, la ilusión de imponerse en Nueva York se desvanece.
El caso de Paola y Gustavo es reflejo de los muchos deportistas que, a ramal y media manta, compiten dentro y fuera del país, sin más recursos que el esfuerzo, la disciplina y el hambre de victoria. Además, el atraco pone en evidencia una problemática creciente en Bogotá. Según estadísticas de la Secretaría de Seguridad, en 2017 en Bogotá se robaron una bicicleta cada tres horas, más de 3 100 durante el año.
Gustavo, que tiene en vilo la participación en Estados Unidos, pudo contar y denunciar su historia porque no opuso resistencia y porque los ladrones no se ensañaron con él. Pero han sido muchas las víctimas fatales de atracos y accidentes en carreteras. Como sucedió a comienzos de este año con el estudiante Luis Cifuentes en la localidad de Kennedy, o más recientemente con la joven Hannah Davidson, quien murió atropellada por una tractomula cuando entrenaba por la vía Bogotá – Siberia, la misma que iba a recorrer el joven ciclista y veterinario el día que lo atracaron.
Faltan pocos días para el Gran Fondo de Nueva York y Paola y Gustavo quieren estar en el punto de partida del puente George Washington junto a más de cinco mil inscritos. Para el 20 de mayo esperan haber resuelto el tema de hospedaje, de alimentación y de viáticos pero, sobre todo, que la bicicleta sea recuperada. Ella confía en la solidaridad de la gente y que a su cuenta de correo (pabola555@gmail.com) lleguen buenas noticias. Correrá la próxima Vuelta a Colombia Femenina y tiene amplias posibilidades de ganar en la capital del mundo, pero sin el apoyo de su compañero será muy complicado. Ya tienen la visa, pero en el equipaje falta la bicicleta.