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Chupave, el ocaso de la abundancia

Después de mover más de 1.100 millones de pesos semanales  en el auge de la coca, esta inspección ubicada en Cumaribo (Vichada) en plenas sabanas del Llano, pasó a ser casi un pueblo fantasma, ya que más del 80 por ciento de sus habitantes se ha ido.

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Rosario Moreno Hernández / Especial para El Espectador- Chupave (Vichada)
16 de febrero de 2009 - 07:17 a. m.
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Sus calles polvorientas, solitarias y tostadas por el sol llanero, recuerdan las películas del lejano oeste. Hace tres años Chupave tenía más de 4.000 habitantes. Hoy solo tiene unos 250 entre indígenas y colonos.

Después de que el Gobierno Nacional inició en agosto de 2008 la erradicación de más de 1.500 hectáreas de coca en esa zona, los campesinos que por décadas vivieron de ese cultivo comenzaron a marcharse. ‘Chagriar’ era la única forma que conocían de supervivencia.

“Para una población que por más de 20 años estuvo bajo la merced de la coca y del frente 16 de la Farc, es muy difícil de la noche a la  mañana adaptarse a un nuevo modo de vida, ya que todo lo que se compraba en este caserío se hacía con coca y la economía estaba basada solo en este producto. Aquí se movían 1.100 millones de pesos  en una semana”, afirma Jorge Eliécer Vega, un líder campesino que hace casi dos décadas llegó a este pueblo en busca de un mejor porvenir. 

Con la evaporización de la ‘narcoeconomía’, el dinero en efectivo hace varios meses se acabó y la coca está guardada a la espera de un comprador. Sin semillas y sin un plan para cultivar, estas 250 personas están empezando a aguantar hambre.

Esperan que el Gobierno Nacional los ayude a salir de la crisis severa a través de proyectos económicos que les permita obtener productos para subsistir.

Por  ahora los únicos billetes que están  moviendo la  decaída economía  de Chupave, son los de los militares que se encuentran  allí.

“Las tierras que hay aquí se pueden trabajar sembrando diferentes productos como caucho, cacao, plátano y  maíz y también para pastar ganado. Solo queremos que el Estado nos brinde las herramientas y nosotros empezar a trabajar”, agrega Vega, quien es presidente de la vereda La Reforma de Chupave.

A pesar de la erradicación y la prohibición de seguir negociando con coca, algunos habitantes lo hacen, a espaldas de los militares de la Brigada de Selva 28, la única autoridad y presencia estatal en este fantasmal pueblo.


Paradójicamente, por el momento la única ayuda que están recibiendo es de quien ayudó a acabar con su medio de vida: el Ejército Nacional.

Con el apoyo de Acción Social, en los últimos meses han tenido que llevar mercados para tratar de paliar un poco la agobiante situación de los campesinos.

“Nosotros venimos gestionando desde hace varios meses algunos proyectos productivos para que esta población pueda abastecerse y también tenga la posibilidad de vender y reactivar su economía”, manifestó el general Luis Alfredo Zapata, comandante de la IV División del Ejército.

Algunos de esos proyectos son pozos para producir pescados que cuando estén listos serán entregados a la población junto con los alevinos de cachama y mojarra.

La falta de gobernabilidad ha obligado incluso que los militares impulsen la creación de un Plan de Ordenamiento Territorial, que permitirá a este centro poblado tener bases sólidas a la hora de presentar programas de desarrollo al Gobierno.

Además de esto en los próximos días viajaran a la zona unos ingenieros de Corpoica, que se encargaran de realizar un estudio de suelo para saber que clase de productos se pueden sembrar allí.

Lo único que esperan  los habitantes que decidieron quedarse en esta apartada población de la región de la Orinoquia colombiana es que el Gobierno Nacional llegue lo más pronto posible con muchos proyectos productivos que les permitan tener una economía viable para poder sacar adelante a sus familias y dejar atrás la coca.

De lo contrario, Chupave podría convertirse definitivamente en un pueblo fantasma.

Por Rosario Moreno Hernández / Especial para El Espectador- Chupave (Vichada)

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