Digamos que estoy en una ciudad infinita. Pensaría que podría ser Bogotá, Ciudad de México o Buenos Aires, pero Miguel luego me dirá que esta ciudad pequeña también podría ser infinita. Digamos que estoy en un café de la zona centro releyendo el libro sobre el que me hablarán, mientras me entero de las movidas políticas que se cocinan en la mesa de al lado.
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Digamos que estamos en Valledupar y ya me había resonado, aunque no sorprendido, que en el prólogo se le calificara como una ciudad marginal. Este es el segundo libro que lanza la editorial independiente que lidera Miguel Barrios Payares, quien acaba de sentarse a mi lado. Un proyecto del que luego él podría referirse como un fracaso.
Miguel ha apostado por otros fracasos. Ha creado talleres de escritura, clubes de lectura o de cine, al que asistí recientemente. Se proyectaba “Searching for Sugar Man”, una documental sobre el músico Sixto Rodríguez, quien había fracasado con su música en Estados Unidos, pero que, sin saberlo, era un completo éxito en otro país.
En el prólogo del libro se habla de una ciudad marginal y se tocan temas marginales, ¿se sienten ustedes como escritores marginales?
Uno es marginal, en tanto no toca el centro. Lo que pasa es que las expresiones literarias, académicas y editoriales buscan centrarse en la capital y todo lo que está por fuera es excluido. Si no estás en el centro, pierdes el capital simbólico. Además, nosotros estamos en la periferia del país. Nos llega todo tarde, cansado, pero no es que uno se sienta un autor marginal, sino que los procesos editoriales te marginan. Entonces la región termina siendo marginal, aunque nosotros no somos en sí marginales.
¿Cómo es el proceso publicar un libro independiente en esta zona marginal?
Aquí nos dimos cuenta de que no podíamos jugar en el mismo juego ni en la misma liga que en el interior del país. Entonces nuestros procesos de distribución son distintos. Las grandes editoriales tienen una cadena de suministros donde incluyen editores, ilustradores, distribuidores, vendedores que terminan siendo las librerías. Nosotros tratamos de saltarnos todos esos pasos, y tratamos de llegar como editores-autores al lector para abaratar costos.
¿Ante las entidades territoriales, cómo es la búsqueda de recursos o apoyos para estos procesos culturales, que no implican folclor?
Es casi imposible. De hecho, optar por las iniciativas privadas es mucho más fácil o menos difícil. Las alcaldías o gobernación no están interesadas.
¿Y cuál es la razón? ¿Hay un desconocimiento o negligencia?
Me gustaría creer que es desconocimiento. Es preferible que sea desconocimiento, a que sea desidia o negligencia. De hecho, existen consejos culturales solo para cumplir con la ley. Escogen un consejero de cultura y no pasa nada más.
Algo recurrente en los cuentos del libro es que ninguno se relaciona con la música vallenata, ¿es un intento precisamente por desmarcarse editorialmente?
Totalmente. Pero no hubo un comité editorial donde se excluyera ese tema, solo que los autores están sobrecargados con ese tema. O sea, aquí todo gira en torno a eso. Y tú ves también que las propuestas cinematográficas que salen de aquí no tocan ese tema de del folclor vallenato porque ya nos tiene invadidos todos los espacios.
¿Es buscando la mirada de otro Caribe?
Una visión del Caribe donde hay otras miradas posibles. No la mirada hegemónica con que se nos ven desde el centro, como el costeño orgulloso o que sabe poco o nada de cultura. Aquí se intenta mostrar también que hay unos mínimos de calidad literaria que podrían estar a la par de cualquier otra antología de cualquier en otra región.
***
Miguel quiere completar este año con ocho libros publicados con “Colección Babel”. Está trabajando en poesía, ensayo, novela, libros infantiles y demás. Mientras me cuenta, caminamos una cuadra a una tienda histórica de la ciudad que está en frente de la tradicional Plaza Alfonso López, en donde todo vallenato ha tenido que comprar algún producto alguna vez en la vida.
Miguel es de Astrea, Cesar, el mismo municipio donde vive el cantante vallenato ‘Poncho’ Zuleta. Hacía un paneo por los cuadros de músicos vallenatos pintorescos que estaban en la tienda. Digamos que esa tienda es el ejemplo de la hegemonía que absorbe a la cultura de Valledupar. Digamos que este proyecto literario en una ciudad como Valledupar está condenado a fracasar. “Fracasar en grande”, como Miguel lo aclara. Digamos que Miguel fracasará y que, al mismo tiempo en que lo hace, estará triunfando en un universo paralelo.
Autores del libro “Cuentos de esta ciudad infinita”
Luis Mario Araújo:
- Prólogo: Una ciudad infinita. Un apocalipsis cercano
Aurora Montes:
- Esperando
- A discreción
Gabriel Galiano Rangel:
- Cartas a Gina
- Volver al río
Laura Rodríguez Ruíz:
- Calladitos nos vemos más bonitos
- Mi hermano
Piero Pradilla Colmenares:
- Especies
- La semilla
Diana Verónica Méndez Sánchez:
- La estafa
- Crónica onírica de las Nuevas Indias
Felipe Núñez Mestre:
- El mar nocturno
Jerson Acero:
- El accidente
- El trancón
Rodolfo Celis:
- A malos pasos
- El punto blanco más blanco
Luis Barros Pavajeau:
- Nahualtocaitl
- Xenophilia
Eivar Cartagena:
- Humano, demasiado humano
- El café se enfría
Carlos César Silva:
- El miedo se pudre en tu garganta
- La osadía de los desdichados
Miguel Barrios Payares:
- De todos los finales posibles
- No mueras en viernes