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De la bonanza petrolera al turismo: la nueva cara de Tauramena, en Casanare

Tras la caída en la industria petrolera, el municipio le apuesta al turismo, la cultura y la naturaleza para reconstruir su futuro. Con miradores, parques temáticos, están liderando una transición ejemplar en el país.

Valeria Gómez Caballero

02 de junio de 2025 - 08:22 p. m.
Puente tibetano y piscina ecológica en Oasis Ecopark, uno de los destinos que combina aventura y naturaleza en Tauramena.
Foto: Sebastián López Ramírez
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El petróleo ha dejado de verse con grandes ojos en Casanare. Nelson Moreno, “el artesano del pueblo”, como lo llaman en Tauramena, señala que en medio del auge petrolero se formó como soldador, pero en los últimos años el empleo ya no fue igual. “Trabajaba haciendo sistemas de soportería y en tubería”, recordó. La inestabilidad lo llevó a cambiar de rumbo y ahora se encarga de grandes figuras de gran tamaño, hechas de material reciclado, que buscan convertirse en atractivo turístico en la región. Pero, ¿cómo se llegó hasta ahí?

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En los 90 empezó a explotarse en grande el petróleo en Casanare. Construyeron una pista de aterrizaje para facilitar la llegada de materiales y maquinaria. Poco después comenzó la extracción, y con ella abundantes ofertas de empleo. Así el crudo se volvió el centro de la economía de Tauramena. Abrieron vías, servicios y floreció el comercio gracias al crecimiento del campo Cusiana, uno de los más importantes de Colombia.

En 2013 hubo un quiebre, la comunidad de Tauramena rechazó, a través de una consulta popular, nuevas exploraciones en áreas claves para la recarga hídrica ante los daños que ya había dejado la explotación petrolera. A esto se sumó la caída del precio del petróleo y la salida de varias multinacionales, lo que finalmente evidenció la dependencia del municipio al petróleo. El efecto fue inmediato: ahora había desempleo, migración y calles llenas de letreros de “se vende”.

Sobre esto Moreno cuenta que cuando le terminaron su contrato probó suerte en la pintura sobre lienzo, incluso viajando a Ecuador. “En cinco meses vendí un solo cuadro”, dijo. De regreso retomó una pasión que tenía de niño, inspirado en los pocos programas de televisión que se podían ver en la región. Comenzó a trabajar con materiales reciclados creando figuras. “Aprovechaba el reciclaje de motos, cadenas, alambres… Pero al momento de vender, prácticamente lo regalaba, y uno le invierte tiempo y dinero”.

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El Arca de Noé, obra central del Parque Bíblico Tierra de Dios, un símbolo de fe, creatividad colectiva y orgullo de Tauramena.
Foto: Sebastián López Ramírez

Construyó, para una feria ganadera, una vaca en tamaño real, utilizando alambre de construcción. Fue tal el éxito, que de allí surgió Balcones del Cacique, un mirador turístico entre montañas, donde las esculturas hablan de su identidad. Hizo un cacique de más de 10 metros de altura, que representa el origen del nombre de Tauramena: Taura, por Taurus (toro), y Mena, por el cacique de la región. “Esa fue como la puerta para dar a conocer mi trabajo. En muchos momentos pensé que no iba a seguir, porque no vendía nada. Pero Balcones me dio a conocer”, añade Moreno.

La idea de impulsar el turismo en el departamento ha calado. Gustavo Monroy Torres, ingeniero civil y quien también trabajo en el sector petrolero, resalta que “no tenemos ninguna otra economía sino el petróleo, pero se acaba… Mi miedo era que iba a desaparecer el pueblo y apenas el turismo estaba arrancando”, expresó.

Él decidió iniciar la construcción del Arca de Noé, una obra inspirada en el relato bíblico, que considera un llamado religioso. Cuando ya no tenía dinero para continuar las obras la comunidad se sumó, confiando en que la obra beneficiaría a todos.

Con el tiempo, el parque creció y con ello construyeron nuevas atracciones, como las pirámides de Egipto, inspiradas en otros pasajes de la Biblia. Así, en el Parque Bíblico Tierra de Dios se hace un recorrido por el Antiguo Testamento y además se puede visitar el “Mirador Trolla-no”, una mezcla entre Grecia y el llano colombiano, con una vista al río Cusiana, donde hay un caballo de Troya construido en llantas.

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De acuerdo con la Alcaldía de Tauramena, este nuevo renglón de la economía ya mueve entre $35.000 y $45.000 millones al año, lo que ha generado empleos. “El turismo se está convirtiendo en un pilar económico del municipio, y aunque la institucionalidad genera condiciones, es el sector privado el que impulsa esta transformación”, destacó Diego García, delegado de la Gobernación.

Pero no solo hay grandes atracciones. Daniel Jiménez creó, junto a su familia Villa Antonella, un paraíso del aguacate, en el que preparan desde hamburguesas, jugos, sodas, crocantes y helados hasta licores artesanales, con la fruta que se cosecha en el mismo lugar.

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También está el Mirador Farallones, donde se puede contemplar el río Cusiana y atracciones para niños, mientras que en Jaguito Xtreme hay pistas de enduro para manejar cuatrimotos o motos. Otro de los lugares que se han construido es Oasis Ecopark, con atracciones extremas como la bicicleta en el aire, el puente tibetano, columpio triple, cabalgatas y una piscina natural.

En Virtual Ecopark se mezcla tecnología y aventura en un laberinto temático que se convierte en safari y se recorre con gafas 3D, mientras que en La Villa al Revés hay casas construidas de cabeza, pista de karts, motos, bungees y juegos infantiles. En el caso de Arcoiris Aventura, hay un mirador hacia los Farallones y un tobogán triple. Asimismo, Colina Achagua ofrece el tobogán más largo del país, con más de 300 metros de largo. Finalmente están las Cabañas el Guafaso, en las que se ofrece hospedaje.

También cuentan con recorridos, como el safari llanero, y lugares como La Cabaña, que ofrecen recorridos aéreos en un paramotor, tractor o a caballo, para observar aves, ganado y fauna silvestre en su hábitat natural. En Hato Barley, una hacienda con 102 años de historia, el safari llanero incluye recorridos con avistamiento de más de 370 especies de aves, actividades culturales, zona de camping y fogatas con arpa, cuatro y maracas.

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Esta apuesta es por el turismo de naturaleza. Desde Corporinoquia, entidad encargada de la gestión ambiental en la región, señalan que promueven que el desarrollo sostenible se dé junto a la conservación. “No estamos en contra del desarrollo, pero sí insistimos en que se haga de forma responsable, salvaguardando los ecosistemas”, señaló la directora Diana Mariño, quien resalta además el trabajo en conservación de fauna y aprovechamiento del recurso hídrico. Tan solo en Casanare existen más de 200 reservas de la sociedad civil, muchas de las cuales ya prestan servicios turísticos, ecológicos o se están preparando para hacerlo.

Hoy Tauramena se reconstruye. Ahora, entre miradores, parques temáticos y una creciente oferta de turismo basada en su identidad. La transición no ha sido fácil, pero hay motivación para demostrar que el municipio puede resurgir y dejar a un lado la dependencia petrolera.

Por Valeria Gómez Caballero

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