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La Coordinación de Mujeres Afrocolombianas Desplazadas en Resistencia (la “Comadre”) está conformada por 7.000 mujeres sobrevivientes de 23 municipios y 14 departamentos, fue reconocida en 2017 por la Unidad para las Víctimas como sujeto de reparación colectiva, pero según Luz Marina Becerra Paneso —representante legal— aún no hay ningún avance concreto al respecto, por lo que han elevado su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En esta entrevista Luz Marina Becerra da cuenta de la situación:
¿Cómo logra la “Comadre” ser reconocida como sujeto étnico de reparación colectiva?
Empezamos a darnos cuenta de que teníamos afectaciones distintas a las que vivían las mujeres blanco-mestizas y los hombres afrocolombianos en el marco del conflicto armado, especialmente en lo que tiene que ver con el desplazamiento forzado, el despojo, la violencia sexual y la desaparición forzada de nuestros hijos y compañeros sentimentales. Por eso documentamos para la Corte Constitucional las afectaciones que fragmentaron el rol que históricamente, y de “generación en generación”, jugamos como mujeres negras en la transmisión de nuestra cultura, esto aportó a la promulgación de los autos 092 de 2008, 005 de 2009, 098 de 2013, 009 de 2015, 443 de 2015 y 316 de 2016. Más recientemente, elaboramos informes para la Comisión de la Verdad, la JEP y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas.
Todo ese proceso de documentación de casos sufridos por mujeres negras nos llevó en 2014 a solicitar a la Unidad para las Víctimas nuestra inclusión en el Registro Único de Víctimas como sujeto étnico de reparación colectiva, destacando los impactos diferenciados y desproporcionados del conflicto armado en la vida de las mujeres afrocolombianas, así como las situaciones de racismo y discriminación racial por las que hemos pasado como mujeres negras al llegar desterradas a las distintas ciudades del país.
¿De qué manera concibe la “Comadre” la reparación colectiva?
La ‘Comadre’ demanda una reparación colectiva transformadora que contribuya al restablecimiento de los derechos que nos han sido vulnerados en la guerra absurda que por décadas se ha mantenido en nuestros territorios, reconociendo que los múltiples hechos victimizantes padecidos por nosotras se relacionan directamente con las condiciones previas de abandono estatal, desigualdad y empobrecimiento resultado del racismo estructural contra el pueblo negro y las brechas de género que no nos han permitido vivir con dignidad. Son herencias coloniales y legados esclavistas anteriores al conflicto armado, pero que por eso mismo profundizan los daños y afectaciones diferenciadas que hemos vivido durante la guerra.
En ese sentido, la reparación colectiva transformadora debe apuntar al restablecimiento de derechos y la reconstrucción de proyectos de vida individuales y colectivos que nos permitan recuperar tanto la autonomía económica como la calidad de vida que nos fueron arrebatadas por medio del despojo de nuestros territorios ancestrales, en donde vivíamos en comunidad y abundancia con los medios de subsistencia que nos proveían los territorios.
¿Cuáles son los avances y desafíos que tiene la reparación colectiva de la “Comadre”?
Es triste de verdad mencionarlo, pero después de 10 años de lucha y diálogos complejos en los que ha venido la “Comadre” exigiéndole al Estado la implementación de la reparación colectiva —un proceso que ha pasado ya por tres gobiernos— no tenemos ni un solo logro, ni siquiera se ha iniciado la fase de alistamiento, que sería lo mínimo en lo que podríamos haber avanzado para que las instituciones públicas generen las condiciones y garantías que demanda un proceso de reparación colectiva. Lo que se espera después de esta fase es avanzar en la caracterización de los daños y afectaciones que hemos experimentado, pero también en reconocer las inequidades en las que hemos estado inmersas históricamente en la sociedad colombiana, para desde allí construir el Plan Integral de Reparación Colectiva y que, por fin, sea implementado.
Pero es triste decirlo, en estos diez años de lucha por la reparación colectiva solo hemos encontrado revictimización, solo hemos encontrado barreras, solo hemos encontrado falta de voluntad política y de reconocimiento como sujetas de derecho. En otras palabras, no se ha avanzado en nada.
Por eso agotamos el recurso a los mecanismos de protección de Derechos Humanos del Estado colombiano, pero tampoco ha servido para nada. Frente a esa negativa nos tocó elevar nuestro caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que después de revisar la situación decidió dar apertura al caso, notificando al Estado colombiano. Pero tristemente aún no ha habido respuesta, a pesar de que manifestamos nuestra voluntad de explorar una solución amistosa, esperando llegar a un acuerdo para que Colombia cumpla con sus compromisos internacionales en materia de protección de los Derechos Humanos. Aun así mantenemos firme la esperanza que siempre nos ha caracterizado como pueblo negro, aunque persista un panorama tan hostil en contra nuestra.