Durante tres días, expertos colombianos e internacionales se reunieron en la ciudad de Cali para debatir acerca de las investigaciones estadísticas etno-raciales. Sin duda, la principal conclusión del foro es que durante siglos los censos han dejado de lado la realidad de las comunidades afro, en especial, por estar basados en premisas medievales y coloniales, que muchas veces rayan con el racismo pues no se reconocen las particularidades socio culturales de cada individuo y predomina la tesis de la raza, según la cual existen blancos, amarillos, mulatos, indígenas y negros. El debate se plantea entonces entre la racialización y heterogeneidad de los colores de la piel, desde un punto de vista social.
El seminario arrancó con una tesis del profesor de la universidad de Manchester, Peter Wade, quien puso en duda las teorías más conocidas sobre clasificación racial. En el estudio revelado por el profesor inglés, se advierte que en una investigación sobre la composición racial en Brasil --país del que se dice tener una población afro mayoritaria-- se determinó que entre el 61% y 78% de la población tiene ancestros europeos. Por lo cual, la pigmentación de la piel nada tiene que ver con sus composición genética.
La profesora Yasuko Takezawa, de la Universidad de Kyoto, realizó una reflexión en el mismo sentido. Advirtió, por ejemplo, que la idea de raza no es universal ya que en las clasificaciones clásicas se determinó que el color de piel y los rasgos fenotípicos determinaban su pertenencia étnica. El ejemplo para romper con esta caracterización es el caso de los "Eta", en el Japón medieval. Esta comunidad era reconocida no por sus rasgos sino por su vestimenta. Con esto se planteó que existen diferencias entre la llamada raza mongoloide.
Ante este panorama, las experiencias latinoamericanas mostraron que se ha avanzado en la utilización de metodologías novedosas que permiten establecer una gran variedad de características dentro de cada grupo étnico. Uno de estos ejercicios estadísticos se basó en la utilización de una paleta de colores para determinar la pigmentación de la piel. Con este instrumento se pasó a establecer el nivel de discriminación y vulnerabilidad socioeconómica de cada grupo. La conclusión del proyecto ‘Perla’, para el caso colombiano, es que existe una estructura social en la cual los colores de piel más claros ocupan la parte alta de la pirámide social y los más oscuros se ubican en la base. Es decir, que tenemos una sociedad ‘picmentocrática’, en la que la discriminación racial juega un rol importante.
Una conclusión que fue ratificada por investigadores de la Universidad del Valle, como Gustavo Bergonzoli, quien demostró que un estudio sobre la salud del pueblo afro en Cali da cuenta de la vulnerabilidad a que está expuesto el pueblo negro en la capital vallecaucana. La prueba fue que cerca del 70% de esta población tiene un sistema de salud subsidiado, así como también se puede observar que el 56% de la población afro no llega a la edad de 60 años. Además, se dejó constancia de que en Cali, cuatro de cada cinco muertos por causas violentas son afros.
Esta tesis sobre discriminación del pueblo negro en Colombia fue reforzada por el profesor de la Universidad del Valle Carlos Viáfara, quien explicó que en una encuesta de calidad de vida de afros en Cali quedó perfectamente claro que existe una discriminación racial en términos de acceso a la salud, a la educación y sobre todo en el mercado laboral. La conclusión fue que, mientras la tasa de desempleo general es del 15.7%, la del pueblo negro es del 21.1%. Un panorama que preocupa enormemente al no ver que se adelanten políticas públicas para enfrentar este triste fenómeno que se refuerza día a día en la tristemente célebre frase: "Hay que mejorar la raza".