La pandemia tuvo una gran influencia en el progreso de los jóvenes en el país. De acuerdo con el más reciente informe sobre el índice de Progreso de la Juventud 2016-2021, las ciudades no solo perdieron el ritmo del progreso anual, sino que además presentan rezagos en la generación de oportunidades, aunque no en la misma dimensión en todas las ciudades.
“No disponer de oportunidades que permitan a los jóvenes alcanzar su potencial máximo puede inducir un estancamiento general del progreso de las ciudades, pues de no ser capaces de dar lo mejor de sí porque su entorno no brinda las condiciones necesarias para ello, no van a poder aportar tanto al desarrollo social y económico de dicho entorno”, indica el informe.
El índice, hecho por Social Progress Imperative, Fundación Corona y la Red de ciudades Cómo Vamos, analiza la situación de los jóvenes a partir de las necesidades humanas básicas, los fundamentos de bienestar y de las oportunidades en ciudades como Armenia, Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Buenaventura, Cali, Cartagena, Cúcuta, Ibagué, Manizales, Medellín, Montería, Pereira, Quibdó y Santa Marta.
Esto evidenció que las ciudades con mejor comportamiento son en Manizales y Medellín, mientras que en los últimos lugares de la tabla se encuentran Santa Marta, Buenaventura y Quibdó, manteniendo condiciones de descenso que se presentaban antes de la pandemia.
El documento resalta que un análisis de lo que ocurrió entre 2016 y 2020 se evidencia que hubo avances que permitieron mejorar hasta en 10 puntos porcentuales las condiciones de los jóvenes, pero las cuarentenas y las nuevas condiciones hicieron que a finales de 2020 y durante 2021, se dieran descensos en el progreso.
“El Índice encontró que las ciudades con mejor crecimiento económico no son las que cuentan con los mejores niveles de progreso social para la juventud. Igualmente, el IPJ muestra que las afectaciones de la pandemia se resumen en la pérdida de un año de avance que habían logrado las ciudades sobre el progreso social de sus jóvenes. Así, el avance que experimentaron entre 2018 y 2019 se pierde entre 2020 y 2021″, indicó Daniel Uribe Parra, director ejecutivo de Fundación Corona.
Con respecto a las necesidades básicas, entre las que se contempla el acceso a servicios públicos, atención en salud y nutrición, el estudio demuestra que antes de 2020 hubo un crecimiento anual de 1,1 puntos, mientras que después de la pandemia cayó 1,4 puntos. Esto principalmente afectó brechas relacionadas, por ejemplo, al acceso al agua y a un esquema de salud oportuno.
En cuanto a los conocimientos básicos, se reconoce un leve descenso, con una pequeña mejoría entre 2018 y 2021; algo contrario a lo que ocurre con la educación superior, que tuvo los porcentajes más bajos de cobertura y calidad el año pasado, mientras que el acceso a la información y las comunicaciones ha mejorado, siendo Quibdó la única ciudad con ritmos negativos de crecimiento antes y después de 2020.
Con respecto a las oportunidades, el informe indica que hubo retrocesos como consecuencia del aumento de brechas, como por ejemplo ocurre en Pereira, Quibdó, Cúcuta y Buenaventura, donde las reducciones estuvieron por encima de los 0,5 puntos porcentuales, mientras que en Ibagué y Manizales se vieron reacciones contrarias y usaron la pandemia como palanca para potenciar acciones de inclusión y acceso para los jóvenes.
“En el componente de Inclusión, los dos indicadores que jalonaron desde 2016 a 2021 el componente fueron el porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan, y los casos de violencia a la comunidad LGBT. En particular, durante la pandemia estos jóvenes empezaron a incrementarse a un mayor ritmo que antes”, señala el índice.
En parte, esto es corroborado por el más reciente informe de la OCDE sobre los jóvenes que ni estudian ni trabajan, en el que Colombia aparece en el segundo lugar, con el 27,1 %, seguido de Turquía con el 28,7 %, y en el que el organismo resalta que excluyen a la educación no formal y quienes participan en actividades educativas de corta duración.
Esto, además, ha sido estudiado por el Laboratorio de Economía de la Educación, que estima que alrededor de 3,1 millones de jóvenes en el país son ninis, la mayoría de los cuales se concentran en Valledupar, Riohacha, Santa Marta, Quibdó y Cúcuta, mientras que el 67 % son mujeres.
Como conclusión, el documento resalta la importancia de revisar las formas de superar los retrocesos que se presentaron tras la pandemia para lograr que los jóvenes puedan dar su máximo potencial, lo que implica que no solo se atiendan las condiciones mínimas de supervivencia.
“El IPJ deja en evidencia que la desigualdad entre los jóvenes viene en aumento y es la dimensión de Oportunidades la más afectada por la pandemia, tanto en puntaje como en brecha. Las implicaciones de los retrocesos en esta dimensión giran en torno a la inestabilidad que puede ocasionar un futuro con jóvenes que no estarían alcanzando su pleno potencial. Se espera que los impactos de la pandemia se sigan reflejando en los próximos años en las Necesidades Humanas Básicas y Fundamentos de Bienestar”, concluyó Diego Maldonado, Director de la Red de Ciudades Cómo Vamos.