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Crecí en los años 80 viendo la serie de televisión Cosmos en la que el científico estadounidense Carl Sagan (1934-1996) explicaba la necesidad de que el ser humano entendiera el funcionamiento del universo en conexión con nuestra naturaleza. Emocionaba saber la historia de las estrellas, pero el conocimiento científico parecía un tema para genios de la estratósfera. No recuerdo que los experimentos elementales que hacíamos en la escuela y el colegio pasaran de la anécdota de la disección de ranas a investigaciones relacionadas con el profundo sentido de la vida y el deber de conservarla. (Recomendamos más de esta serie: El coronavirus y el poder de nuestras manos).
Para aquellos estudiantes realmente interesados en el tema resultó inspirador el reconocimiento internacional de científicos colombianos como el neurólogo Rodolfo Llinás y apenas en el siglo XXI podemos hablar de nuevas generaciones de especialistas en estos temas, muchas de ellas mujeres. Por ejemplo, la médica y epidemióloga Ana María Henao Restrepo, coordinadora del Plan de Investigación y Desarrollo de Diagnósticos y Vacunas de la Organización Mundial de la Salud; María del Pilar Lemos, PhD en inmunología e integrante de uno de los equipos que buscan la vacuna contra el COVID19 desde Seattle; las epidemiólogas Zulma Cucunubá, que trabaja en el Imperial College de Londres, e Isabel Rodríguez Barraquer, de la Universidad de California. Podría citar también a muchos virólogos y bacteriólogos que están en el frente de batalla global contra el nuevo coronavirus. Y hay muchos otros colombianos aportando a la ciencia desde otros campos. Cito al valioso colaborador de El Espectador Juan Diego Soler, astrofísico del Instituto Max Planck en Heidelberg, Alemania.
Cada vez hay más compatriotas interesados en aportar al mundo científico, porque colegios y universidades han mejorado los procesos de formación. Sin embargo, los presupuestos destinados por el gobierno nacional, así se haya creado un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, siguen siendo muy bajos. Uno espera que esta pandemia permita elevar el nivel de concientización y gestión. Que nos tomemos en serio el compromiso con la ciencia, unos porque este tipo de profesiones saldrán fortalecidas y serán cada vez más necesarias en un planeta amenazado por nuevos virus y la crisis climática, otros porque es una obligación ética y cultural interesarnos en estos temas, al tiempo que reclamamos que el Estado les dé prioridad.
Para inspirarnos les recomiendo la biografía de la polaca Marie Curie (1867-1934), primera mujer en ganar el Premio Nobel, primero el de Física y luego el de Química. La química española Adela Muñoz Páez recrea en este libro (sello Debate) una aventura que empieza cuando la niña observa embelesada a su padre mientras hacía lecturas de la presión atmosférica con un barómetro de precisión. Desarrolló su curiosidad con los instrumentos guardados por su papá y su mamá, profesores de ciencias, en una vitrina marcada con el letrero “aparatos físicos” y que contenía desde tubos de ensayo hasta una colección de minerales.
Es el impulso que mueve a jóvenes como la sueca Greta Thunberg, con apenas 17 años de edad y personaje global por la campaña #huelgaporelclima. En su manifiesto Cambiemos el mundo (sello Lumen) nos pide “despertar”. Pregunta: "¿Y por qué debería estar estudiando por un futuro que pronto podría dejar de existir cuando nadie está haciendo absolutamente nada por salvarlo? Además, ¿qué sentido tiene aprender datos dentro del sistema educativo cuando es evidente que los datos más importantes que nos proporciona la ciencia más erudita dentro de ese mismo sistema educativo no significan nada para nuestros políticos y para nuestra sociedad?”. Reclama escuchar y respaldar a los científicos para salvar el hábitat que nos queda.
El planeta inhóspito, reciente libro del periodista estadounidense David Wallace-Wells (sello Debate), concluye que la gran falla fue obsesionarnos por los dividendos de nuestros trabajos e industrias, “estábamos demasiado ocupados mirando nuestros flamantes teléfonos… o sencillamente no quisimos, o no pudimos, o en cualquier caso no afrontamos lo que la ciencia nos estaba diciendo”.
En Crisis. Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos (sello Debate), el evolucionista estadounidense Jard Diamond explica cómo para que las naciones superen grandes tribulaciones como esta la ciencia es trascendental. Uno se pregunta si el mundo después del coronavirus permitirá que Estados Unidos y China nos sigan imponiendo sus aparatos de ciencia y tecnología. La mitad de las instituciones que lideran estos temas tienen sede en EE. UU. Sólo Israel, Corea del Sur y Japón invierten un mayor porcentaje de su Producto Interno Bruto en estos “factores predictivos del crecimiento económico nacional”. ¿Qué hará Colombia? Un dato final: el destino de un país altamente desarrollado como Alemania está en manos de la presidenta Angela Merkel, doctora en física y una de las gobernantes que mejor ha gestionado la actual crisis. Su secreto: método científico.
* @NelsonFredyPadi / npadilla @elespectador.com
* Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus.