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El día en que recobré mi libertad, me levanté temprano. Recé el rosario a las 4 de la mañana, me encomendé a Dios. Teníamos la sospecha de que alguno de nosotros pudiera ser liberado por una comisión internacional de la cual los medios habían hablado. A las 5 de la mañana, en la radio, oí que mi mamá iba a tomar un avión para Francia y oí a mi hija Melanie que decía que se iba para China, y mi ex esposo, un hombre maravilloso, diciendo que había una foto mía en una cumbre en Francia. Pensé que de pronto no había nada para mí, de pronto esta vez no era para mí.
Después, nos hicieron empacar todos los equipos, estuvimos esperando todo el día. No sabíamos para qué. Una hora antes de que llegaran los helicópteros, el comandante Asprilla habló conmigo y dijo que todos íbamos a subir a un helicóptero porque nos iban a llevar. No sabían a dónde. La idea, supuestamente, era hablar con un alto jefe. Yo le pregunté que si se trataba de Alfonso Cano o del Mono Jojoy, y me dijo que no tenía el detalle, pero que era algo muy importante y que luego nos trasladarían a una situación de cautiverio mejor.
Ahí se me rompió el corazón. Más cautiverio, otro traslado, perdí las esperanzas de liberación. Oímos los helicópteros. Miré para arriba, al cielo, y pensé: Qué curioso es sentir felicidad oyendo un helicóptero cuando, durante años, cada vez que oigo uno, se me acelera el pulso, me da miedo, tengo que coger el equipo, correr, escondernos. Estos eran helicópteros blancos. Sentí que era emocionante. Nos hicieron cruzar el río. Llegamos a un sitio, todos con un guardia guerrillero armado al lado. La guerrillera que me tocó a mí era tosca: “Apúrese, ándele”, como siempre.
Llegaron los helicópteros y salieron unos personajes absolutamente surrealistas. Unos señores vestidos con unos logos y con unas cosas que los certificaban de ser delegados de yo no sé qué cosa. Y yo miraba todo esto y decía: ¿Pero esta gente quién es?, ¿qué comitiva internacional es esta?, ¿qué comisión internacional? Y pensé: ¿Será que nos van a volver a poner de payasos en otro nuevo circo?, y yo no quiero prestarme para esto.
Entonces hablaron con el comandante Enrique y con el comandante César. Miré más de cerca y vi que tenían camisetas del Che Guevara y pensé: Esto es de las Farc, esto no es una cuestión de salud. No es una brigada de salud, no es nada. Y después nos dijeron que teníamos que subir, pero esposados. Fue muy humillante. Los muchachos que estaban conmigo, mis compañeros de infortunio, quienes fueron mi familia, particularmente William Pérez, quien fue mi enfermero en momentos en que estuve muy mal de salud, a él le quiero hacer un reconocimiento muy especial, porque no estaría aquí sin él. Como no estaría en libertad sin todos los comandantes del Ejército que tuvieron la valentía de planear ese operativo extraordinario.
Cuando nos embarcaron en el helicóptero, muy frustrados por las esposas, yo no quería ni hablar con las personas que estaban ahí. Ellos trataron de ayudarme con el equipo y yo no quería. Estábamos indignados, humillados. Cerraron las puertas, arrancamos y, de pronto, algo sucedió. De pronto, vi al comandante que durante tantos años estuvo al mando de nosotros, que tantas veces fue tan humillante y tan déspota, lo vi en el suelo, empeloto, con los ojos vendados. El jefe de la operación dijo: “Somos del Ejército Nacional. Están en libertad”. El helicóptero casi se cae. Dios nos hizo este milagro que quiero compartir con todos ustedes. Yo sé que toda Colombia sufrió conmigo. Esto es un orgullo para todos los colombianos. No hay antecedentes para una operación tan perfecta. Gracias, Colombia.
* Tomado de sus declaraciones a la prensa el día de su liberación.