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“No tengo un antes ni un después, soy marino”. Eso le repetía constantemente Edgardo Londoño a su esposa. Lleva 18 días perdido en el mar. Londoño es parte de la tripulación del Carmen I, un buque de carga que pareciera como si el mar Caribe se lo hubiera tragado de un solo sorbo.
“Imagínese … No, no creo que se pueda imaginar porque no ha pasado por esta odisea, esto es horrible, desesperante, agonizante. Lo que le diga es indescriptible, esta soledad e incertidumbre me está acabando junto con todos”, le dice a El Espectador, Nora González Noguera, la compañera del marino Edgardo.
Son cuarenta años de vida y tres hijas. “Le envió el último video en el buque y una foto”, me dice. Su voz se apaga por momentos. Está en Barranquilla a la espera de noticias.
En Cartagena el Capitán Santiago Sánchez se toma un café despacio, me dice que siente mucho lo que le está pasando a la tripulación del Carmen I. En un buque con muchas similitudes, el “Esperanza Express”, hace unos años estuvo a la deriva por cuatro días. Un rosario fue su apoyo en la oscuridad y sintió lo que los marinos llaman “la soledad del mando”. Su naufragio terminó bien, me recuerda que ya había leído “Relato de un náufrago” y asegura que el miedo es mayor cuando el marino cae al agua.
Aunque no es el mismo tiempo, hace unos años, en la sala de redacción de este diario, el protagonista también era el mar.
“De pronto, al impulso de una corazonada, Guillermo Cano lo alcanzó en las escaleras, aceptó el trato, y me lo puso en las manos. Fue como si me hubiera dado una bomba de relojería… En 20 sesiones de seis horas diarias, durante las cuales yo tomaba notas y soltaba preguntas tramposas para detectar sus contradicciones, logramos reconstruir el relato compacto y verídico de sus diez días en el mar. Era tan minucioso y apasionante que mi único problema literario sería conseguir que el lector lo creyera”, escribió el nobel García Márquez sobre su libro “Relato de un naufrago”, historia que fue publicada en El Espectador.
El mar tiene la magia, los vientos, la compañía, la vida, pero también la muerte.
BITÁCORA I. EL BARCO
El Carmen I es un buque de carga que cubría la ruta Panamá al puerto de la Guajira, específicamente a Puerto Nuevo. De bandera boliviana, aparece registrado con el número IMO: 6612269, MMSI: 720983000, General Cargo Ship.
Para el portal, vesselfinder.com, fue construido en 1966, con una eslora de 54 metros y una manga de 9. En la información se lee en “Position received 18 days ago (posición recibida hace 18 días)” en letra roja.
Este buque de carga azul llevaba 10 tripulantes y una gran lona oscura que cubre la carga que va estibada y amarrada con las adujas. Un capitán venezolano y nueve colombianos viven en el buque. Su última posición en aguas colombianas fue registrada a 60 millas (96.5 km) de Cartagena.
Una señal emitida por una radioayuda fue el inicio de esta tragedia en el mar, una información que primero la recibe la Aeronáutica Civil e inmediatamente envía los datos.
Ese 21 de enero la Estación de Control de Tráfico Marítimo y Fluvial San José recibió el llamado de alerta. La Dirección General Marítima, a través de la Capitanía de Puerto de Cartagena, comenzó el trabajo para la búsqueda, una misión que también es coordinada con el apoyo de las Fragatas, unidades de la aviación naval, pertenecientes a la Fuerza Naval del Caribe.
La operación arroja el primer resultado: el encuentro en alta mar de la radiobaliza de emergencia o EPIRB (Emergency Position Indicating Radio Beacon), que correspondía al número de identificación del sistema móvil marino del buque Carmen I. Emitía señales intermitentes que permitieron su localización, muy cerca de ella unos termos también flotaban, eran parte de la carga del buque, pero la estructura de acero con sus hombres no estaba.
En las áreas modeladas de acuerdo con los patrones de navegación de la embarcación, más de 2.420 millas han sido navegadas por parte de las unidades de superficie de la Fuerza Naval del Caribe. Se efectúan sobrevuelos constantes de aeronaves de la Armada y la Fuerza Aérea Colombiana con el apoyo de los Estados Unidos y Panamá.
La búsqueda continua y la hermandad de los marinos literalmente sale a flote. Además de las operaciones en el mar por parte de la Armada, se unen buques mercantes que son direccionados hacia la zona de búsqueda mientras hacen su tránsito a Cartagena. Estos avisos se conocen como NAVTEX y son difundidos a todas las embarcaciones que se enrutan por aguas colombianas
“Cada marino tiene consciencia de que en cualquier momento puede estar en una situación como esta. La navegación es catalogada históricamente como la actividad más peligrosa y riesgosa por enfrentarse al mar”, le dice a El Espectador el Capitán de Fragata David Eduardo Sanabria, oficial al frente de la Capitanía de Puerto de Cartagena.
Recuerda que el Carmen I tiene un bote auxiliar y dos botes salvavidas cada uno con capacidad para 25 personas. Comenta con algo de preocupación las condiciones meteomarinas del área del caribe en esta época: “treinta nudos sostenidos del viento que pueden generar olas de tres o más metros”.
El Vicealmirante Juan Herrera, Director General Marítimo, le dijo este diario que se exploran nuevas medidas para buscar la embarcación teniendo en cuenta el hallazgo de la radiobaliza.
“Hemos venido agotando todos los procesos. Nos toca pensar en que la hipótesis más grande sea el hundimiento”, dijo herrera, quien ratificó que con tecnología y capacidades como como la utilización de ecosondas multihaz se podrán hacer verificaciones a profundidades donde posiblemente podría encontrarse el barco a 2.500 o 3.000 metros. “Verificar si encontramos anomalías que nos permitan establecer las dimensiones del buque por lo cual podríamos confirmar si el buque realmente se hundió”.
Mientras buscábamos la información y hacíamos entrevistas nos informaron que funcionarios del Servicio Nacional de Fronteras de Panamá reportaron el hallazgo de documentación que pertenece a algunos tripulantes del buque. Otra señal, una esperanza.
BITÁCORA II . QUE EL MAR DEVUELVA A EDGAR
Los marinos usan las mismas palabras, puente, escorado, tiempo de carga, buque estanco, apopado ,adrizado y varios términos que ellos conocen, palabras familiares en la vida de Edgardo Londoño, el marino que no aparece. Desde niño se iba al río a pescar y se subía a los barcos. Londoño era un marino de toda la vida. Llevaba más de nueve años a bordo de el Carmen I.
Cuando no usaba su overol de trabajo le gustaban las camisas playeras. Solo una vez en su vida de mar se bajó para trabajar en un hotel. Su esposa recuerda la última conversación que tuvieron:
“Fue el día 18 (enero) que salieron de Panamá. Nos desconectamos a las seis y seguimos en Messenger, como a las nueve y media de la noche me dijo ‘¡mija¡ Me haces el favor y me recargas como tarde el jueves, tú sabes como está el tiempo en contra de nosotros y nos vamos a demorar un poquito en pasar por los lados de Bocas de ceniza”. Hace un silencio eterno y recuerda que en ese sitio la señal es más nítida, pero no volvieron a hablar.
Nora junto con sus tres hijas espera que el mar les devuelva su alegría de estos cuarenta años. Ella sabe que para Edgar el mar lo es todo, pero siempre le repite: “yo ya no quiero que sigas navegando. Quédate quieto, quiero estar contigo. Sentaditos como tantas parejas”.
BITÁCORA III LA SOLEDAD DEL MAR
El Capitán Santiago Sánchez es un hombre con 28 años en el mar, fue oficial naval, capitán de altura de la marina mercante y ahora tiene una empresa de servicios en el mar. Leyó muy joven “Relato de un náufrago” en una de sus navegaciones del océano Atlántico al Pacífico.
Siente preocupación por el buque desaparecido. Para él es como volver al pasado. El capitán Sánchez sabe que es estar a la deriva y pensar como la vida puede terminar en el fondo del mar. “Háblame del mar, marinero, dime si es verdad lo que dicen de él”, me dice sonriendo.
Recuerda como a mediados de 2009 estuvo a la deriva por más de 80 horas cuando su embarcación, con diez tripulantes, se quedó sin propulsión en la ruta San Andrés - Cartagena. Era el comandante del “Esperanza Express”, un buque muy similar al Carmen I. “Afortunadamente venía sin carga, las cosas del Dios de los mares”, también habla del miedo y los temores en estas situaciones, diferentes a lo que sucede en tierra firme: “era un mar bastante fuerte, mar cinco, seis, con olas hasta de cinco metros y el viento que no ayudaba, me quedo a la deriva y solo tengo el mar y mi tripulación”.
Sus compañeros en la embarcación eran competentes, pero con el estado del mar todo era muy complicado. El buque estaba completamente a la merced del mar. Las noches eran largas, iluminadas por las linternas que se paseaban por los pasillos. Durmió menos de una hora cada noche y agradecía no llevar carga y tener un rosario. Su hijo lo esperaba en tierra mientras trataba con sus hombres de mantener la estanqueidad del buque. Siempre con su overol, casco y un chaleco salvavidas. “Donde gobierna el capitán no mandan los marineros”.
En su camarote se encontraba con sus miedos, sus responsabilidades y la soledad del mando. “Una sola persona respondiendo por todo lo que pueda pasar. No hay confidente, alguien que te pueda asesorar en ese momento. Hay amigos en el mar, obviamente, pero la responsabilidad es únicamente del capitán. Esa responsabilidad hace que uno sienta que las decisiones solo las toma uno, con Dios.”
El Capitán Sánchez fue encontrado por un buque que se le cruzó en su ruta y le ayudó. Lo remolcó a Cartagena para poder contar esta historia. Quiere que igual termine la de el Carmen I.
BITÁCORA IV. EL MAR DEL MARINO.
Para Gonzalo Arango, el poeta nadadista, “el mar no es como lo pintan los poetas”, es diferente a ese que se describe en los atardeceres, las postales y las dedicatorias.
“El mar de los marinos, es un mar siniestro, no lírico, sino apocalíptico. Conocí su dimensión aterradora en una aventura que duró diez días en los que alterné las emociones más fabulosas con las más desgraciadas. Una odisea de gloria y espanto, y no me arrepiento ni un milímetro de espuma. El tiempo del mar es otro tiempo; no se mide en horas, sino en esperas. O mejor, en desesperaciones”.