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Entre golpistas y conspiraciones

A punto de cumplirse dos décadas del asesinato del dirigente conservador, el excongresista Pablo Victoria rompe su silencio con un libro polémico que ata muchos cabos sueltos de un episodio que sigue sin esclarecerse en la justicia.

Redacción nacional
25 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.
El excongresista conservador Pablo Victoria.  / Archivo - El Espectador
El excongresista conservador Pablo Victoria. / Archivo - El Espectador

El próximo 2 de noviembre se cumplen 20 años del asesinato del dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado, un magnicidio que conmocionó a Colombia en plena crisis por el escándalo del Proceso 8.000, pero que hoy sigue impune. El suceso estuvo envuelto en las suspicacias de un golpe de Estado contra el gobierno Samper que no se dio, otros asesinatos también sin aclararse y un tenso entorno político nacional e internacional que marcaron una época tormentosa en la historia reciente de Colombia.

Uno de los protagonistas de este momento de confrontación política y judicial fue el excongresista conservador Pablo Victoria, acérrimo opositor del entonces presidente Ernesto Samper, quien, ante la ausencia de verdades procesales en el magnicidio, optó por contar su versión de lo que él denomina las “verdades morales” de un caso que la Fiscalía no parece interesada en declarar delito de lesa humanidad. Un texto orientado a responder el interrogante central: ¿por qué mataron a Gómez Hurtado?

Su testimonio toma forma a través del libro Memoria de un golpe, en el que admite que sí existió un plan para derrocar a Samper, y que él le hizo saber a Hugo Mantilla, uno de sus promotores, que estaba condenado al fracaso porque lo encabezaba el entonces comandante de las Fuerzas Militares, general Camilo Zúñiga, “cuestionado por el Departamento de Estado de Estados Unidos”. Sin embargo, Victoria deja entrever sus dudas sobre la eventual existencia de otro plan más creíble y secreto.

El libro describe las secuencias críticas de un cuatrienio en el que prevalecieron la anarquía, el caos y la confusión, “sembrados desde las más altas instancias del poder para ocultar hechos gravísimos o desviar investigaciones”. En medio de la crisis, se referencia una cadena de asesinatos adicionales al de Álvaro Gómez Hurtado. El chofer del entonces ministro Horacio Serpa, una procuradora y su esposo que investigaban minucias de la intentona golpista, o la “Monita Retrechera”, Elizabeth Montoya.

Con una atmósfera de intrigas, conspiraciones y cabos sueltos, el excongresista Pablo Victoria detalla las pugnas personales entre los oficiales de Inteligencia del Ejército Luis Bernardo Urbina e Iván Ramírez Quintero, el escepticismo reinante en sus conversaciones con el general Harold Bedoya Pizarro, los rumores crecientes sobre los seguimientos del DAS y la Policía a quienes Samper creía que podrían darle el golpe, o la mano oculta de la mafia maniobrando tras las bambalinas de la confrontación política.

Tres años después del asesinato de Gómez Hurtado, al abogado Rommel Hurtado, de quien se decía era un relacionista del cartel de Cali, le fueron encontrados en su casa 34 comprometedores documentos. Sobre todo uno titulado “Acto de poder constituyente”, clasificado como el manifiesto del golpe. La conjetura de Victoria es que pudo haber estado comprometido en el plan o que ofició como correo para advertir a los narcotraficantes sobre lo que podía suceder si el presidente Samper caía derrocado.

Aunque el libro baraja diversas hipótesis sobre las razones del magnicidio de Gómez Hurtado, la conclusión del autor es que el aire enrarecido que imperó desde que estalló el escándalo de los narcocasetes resultó suficiente para que agentes del Estado, en compañía de las mafias, creyeran que el golpe era inminente y enmarcaran al dirigente político como su principal protagonista. En cuanto a quiénes apretaron el gatillo, 20 años después la justicia sigue dando pasos en falso sin saber a dónde apuntar.

Pablo Victoria cuenta que un día de mayo de 1998, en voz baja y de manera privada, durante una reunión en casa de María Paulina Espinosa, se le acercó el general (r) Fernando Landazábal Reyes le dijo que necesitaba hablar urgentemente con él porque ya sabía quién había mandado asesinar a Gómez Hurtado. La cita quedó concertada para el 13 de mayo de 1998. No obstante, 24 horas antes, en otro homicidio que continúa impune, el exministro cayó asesinado a pocos metros de su casa.

En síntesis, Memoria de un golpe constituye un interesante documento que trae de nuevo al presente los pormenores de un tiempo turbio en la historia reciente de Colombia, donde el ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña presidencial de Ernesto Samper fue el detonante de una crisis nacional con muchos ingredientes inéditos. Las presiones políticas de Estados Unidos, los tentáculos de la corrupción o el río revuelto que aprovecharon los violentos para multiplicar su cerco.

Pablo Victoria no concluye tampoco quiénes fueron finalmente los asesinos de Gómez Hurtado, pero sí aporta valiosa información de contexto, personajes y circunstancias que ayudan a responder la pregunta que la familia del dirigente conservador sigue formulando después de dos décadas de extremo silencio: ¿por qué lo mataron? En las cloacas del país, o a lo mejor en acreditados salones o despachos, quienes conocen la respuesta con nombres siguen amparados en la inercia de la Fiscalía para descifrarlos.

Por Redacción nacional

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