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                                                                                                                              Este fue el primer discurso del papa Francisco en Colombia

                                                                                                                              En la Plaza de Armas de la Casa de Nariño, el pontífice leyó el primer discurso en territorio nacional. Envió un mensaje a todos los colombianos para apoyar la lucha por conseguir la paz y citó al escritor Gabriel García Márquez. Aquí puede leer sus palabras.

                                                                                                                              Papa Francisco

                                                                                                                              El papa Francisco aterrizó en la tarde de ayer, 6 de septiembre en Bogotá. Su primer discurso oficial lo dio en la Plaza de Armas del Palacio de Nariño. / AFP

                                                                                                                              Señor Presidente, miembros del Gobierno de la República y del cuerpo diplomático, distinguidas autoridades, representantes de la sociedad civil, señoras y señores.

                                                                                                                              Saludo cordialmente al Señor Presidente de Colombia, doctor Juan Manuel Santos, y le agradezco su amable invitación a visitar esta nación en un momento particularmente importante de su historia; saludo a los miembros del Gobierno de la República y del cuerpo diplomático. Y, en ustedes, representantes de la sociedad civil, quiero saludar afectuosamente a todo el pueblo colombiano, en estos primeros instantes de mi viaje apostólico.

                                                                                                                              Vengo a Colombia siguiendo la huella de mis predecesores, el beato Pablo VI y San Juan Pablo II y, como a ellos, me mueve el deseo de compartir con mis hermanos colombianos el don de la fe, que tan fuertemente arraigó en estas tierras, y la esperanza que palpita en el corazón de todos. Sólo así, con fe y esperanza, se pueden superar las numerosas dificultades del camino y construir un país que sea patria y casa para todos los colombianos.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Este encuentro me ofrece la oportunidad para expresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación. En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente. (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67)

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              En esta perspectiva, los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace solo con algunos de “pura sangre”, sino con todos. Y aquí radica la grandeza y belleza de un país, en que todos tienen cabida y todos son importantes. En la diversidad está la riqueza. Pienso en aquel primer viaje de san Pedro Claver desde Cartagena hasta Bogotá surcando el Magdalena : su asombro es el nuestro. Ayer y hoy, posamos la mirada en las diversas étnias y los habitantes de las zonas más lejanas, los campesinos. La detenemos en los más débiles, en los que son explotados y maltratados, aquellos que no tienen voz porque se les ha privado de ella o no se les ha dado, o no se les reconoce. También detenemos la mirada en la mujer, su aporte, su talento, su ser “madre” en las múltiples tareas. Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro con esperanza.

                                                                                                                              La Iglesia, en fidelidad a su misión, está comprometida con la paz, la justicia y el bien de todos. Es consciente de que los principios evangélicos constituyen una dimensión significativa del tejido social colombiano, y por eso pueden aportar mucho al crecimiento del país; en especial, el respeto sagrado a la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia. Además, no podemos dejar de destacar la importancia social de la familia, soñada por Dios como el fruto del amor de los esposos, “lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros” (ibíd., 66). Y. por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida, de humanidad, de dignidad. Porque ellos, que entre cadenas gimen, sí que comprenden las palabras del que murió en la cruz—como dice la letra de vuestro himno nacional-.

                                                                                                                              Señoras y señores, tienen delante de sí una hermosa y noble misión, que es al mismo tiempo una difícil tarea. Resuena en el corazón de cada colombiano el aliento del gran compatriota Gabriel García Márquez: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera”. Es posible entonces, continúa el escritor, “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”. (Discurso de aceptación del premio Nobel, 1982)

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza. La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz.

                                                                                                                              Están presentes en mis oraciones. Rezo por ustedes, por el presente y por el futuro de Colombia.

                                                                                                                              Papa Francisco

                                                                                                                               

                                                                                                                              El papa Francisco aterrizó en la tarde de ayer, 6 de septiembre en Bogotá. Su primer discurso oficial lo dio en la Plaza de Armas del Palacio de Nariño. / AFP

                                                                                                                              Señor Presidente, miembros del Gobierno de la República y del cuerpo diplomático, distinguidas autoridades, representantes de la sociedad civil, señoras y señores.

                                                                                                                              Saludo cordialmente al Señor Presidente de Colombia, doctor Juan Manuel Santos, y le agradezco su amable invitación a visitar esta nación en un momento particularmente importante de su historia; saludo a los miembros del Gobierno de la República y del cuerpo diplomático. Y, en ustedes, representantes de la sociedad civil, quiero saludar afectuosamente a todo el pueblo colombiano, en estos primeros instantes de mi viaje apostólico.

                                                                                                                              Vengo a Colombia siguiendo la huella de mis predecesores, el beato Pablo VI y San Juan Pablo II y, como a ellos, me mueve el deseo de compartir con mis hermanos colombianos el don de la fe, que tan fuertemente arraigó en estas tierras, y la esperanza que palpita en el corazón de todos. Sólo así, con fe y esperanza, se pueden superar las numerosas dificultades del camino y construir un país que sea patria y casa para todos los colombianos.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Este encuentro me ofrece la oportunidad para expresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación. En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente. (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67)

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              En esta perspectiva, los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace solo con algunos de “pura sangre”, sino con todos. Y aquí radica la grandeza y belleza de un país, en que todos tienen cabida y todos son importantes. En la diversidad está la riqueza. Pienso en aquel primer viaje de san Pedro Claver desde Cartagena hasta Bogotá surcando el Magdalena : su asombro es el nuestro. Ayer y hoy, posamos la mirada en las diversas étnias y los habitantes de las zonas más lejanas, los campesinos. La detenemos en los más débiles, en los que son explotados y maltratados, aquellos que no tienen voz porque se les ha privado de ella o no se les ha dado, o no se les reconoce. También detenemos la mirada en la mujer, su aporte, su talento, su ser “madre” en las múltiples tareas. Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro con esperanza.

                                                                                                                              La Iglesia, en fidelidad a su misión, está comprometida con la paz, la justicia y el bien de todos. Es consciente de que los principios evangélicos constituyen una dimensión significativa del tejido social colombiano, y por eso pueden aportar mucho al crecimiento del país; en especial, el respeto sagrado a la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia. Además, no podemos dejar de destacar la importancia social de la familia, soñada por Dios como el fruto del amor de los esposos, “lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros” (ibíd., 66). Y. por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida, de humanidad, de dignidad. Porque ellos, que entre cadenas gimen, sí que comprenden las palabras del que murió en la cruz—como dice la letra de vuestro himno nacional-.

                                                                                                                              Señoras y señores, tienen delante de sí una hermosa y noble misión, que es al mismo tiempo una difícil tarea. Resuena en el corazón de cada colombiano el aliento del gran compatriota Gabriel García Márquez: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera”. Es posible entonces, continúa el escritor, “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”. (Discurso de aceptación del premio Nobel, 1982)

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza. La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz.

                                                                                                                              Están presentes en mis oraciones. Rezo por ustedes, por el presente y por el futuro de Colombia.

                                                                                                                              Papa Francisco

                                                                                                                               

                                                                                                                              Por Papa Francisco

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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