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Habla la madre de los Vásquez Castaño

Días antes de conocer la muerte de Manuel y Antonio Vásquez en la Operación Anorí, su madre ya sabía que el Ejército no le entregaría sus cuerpos. A los 63 años Ana Castaño creía en la causa “revolucionaria” de sus tres hijos. Texto de Rodrigo Pareja.

Archivo El Espectador
07 de julio de 2014 - 06:14 p. m.
Ana Castaño, la madre de Fabio, Manuel y Antonio Vásquez, fundadores del Eln. /Lino.
Ana Castaño, la madre de Fabio, Manuel y Antonio Vásquez, fundadores del Eln. /Lino.


Solo cuando vea el cadáver de uno de mis hijos creo en su muerte, declaró hoy doña Ana Castaño viuda de Vásquez, madre de Fabio, Manuel y Antonio Vásquez Castaño, máximos cabecillas del “ELN”.

Sin embargo, fue escéptica en añadir: “No creo que ellos (el Ejército) me lo entreguen”.

Esta tarde, doña Ana, en casa de su hija Obelia, se encontraba tranquila y confiada en que nada le hubiera sucedido a Antonio o a cualquiera de ellos.
“Yo confío en volver a verlos con vida”, manifestó, y en sus palabras dejó apreciar su convicción de madre y su esperanza, que “nunca he perdido”.
Igualmente optimista y confiada es Obelia, la hermana de los Vásquez Castaño, quien es una consumada artesana y mantiene permanentemente ocupadas sus manos.

Doña Ana Castaño viuda de Vásquez recuerda que su hijo Fabio, quien primero “se metió al monte”, solo le dijo hace diez años que se iba para Chile.
“Después, por lo de Simacota supimos que estaba en el monte”, rememoró la señora, quien con 63 años es dueña de buena vitalidad pese a los sufrimientos que ha padecido.

Ella misma lo confiesa y dice que la ausencia de un hijo es dolorosa; mucho más en su caso, cuando son cuatro los hijos que se fueron del hogar hace muchos años.

Recuerda la infancia

Abierta y francamente, tanto ella como su hija Obelia comparten lo que están haciendo los Vásquez Castaño.
Al recordar los años mozos de sus hijos, doña Ana cuenta que todos “fueron nombres y eran muy buenos hijos y hermanos. Ellos hicieron menos pesada mi viudez”, añadió.

Contó que a su esposo, don Manuel Antonio Vásquez, lo asesinaron en noviembre de 1956, en Armenia, en plena violencia política. Era de filiación liberal, pero de sus labios nunca salía nada ofensivo, dijo.

Doña Ana desmiente categóricamente que sus hijos le envíen dinero y sostiene que hace ocho y diez años no sabe de Manuel, Antonio y Fabio. Sobre Jairo, el menor de los varones y a quien se cree también pueda estar al lado de los otros, dice simplemente: “No sé nada de él… puede que esté con ellos”.

Vive de una finca

Sobre el aspecto último, de su presunto mantenimiento por parte de ellos, explicó: “Vivo de una finquita cafetera que me dejó mi esposo en el Quindío; ahora la maneja mi hijo mayor, Donardo”.

Ambas, madre e hija, coincidieron en lamentarse por el trato que recibieron hace unos meses, cuando fueron llamadas a la Cuarta Brigada, y sin previo aviso las trasladaron seguidamente a Bucaramanga, donde las tuvieron más de diez días. Obelia denunció que en su ausencia, la casa fue allanada y varios objetos de uso personal como pelucas y perfumes desaparecieron.

Los dos sostienen una y cien veces que nada saben de sus hijos y hermanos desde hace ocho y diez años. Siguen su vida tranquila en una casa modesta pero respetable al oriente de la ciudad. Y siguen confiadas en volver a ver a los Vásquez Castaño con vida.

 

Por Archivo El Espectador

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