Interno, el restaurante de las reclusas de San Diego

El primer restaurante que funciona dentro de una cárcel en América está contribuyendo a que disminuyan los conflictos entre las internas y se perfila como modelo de resocialización.

Marcela Madrid
01 de enero de 2017 - 11:00 p. m.
Interno es el único restaurante de América Latina que funciona dentro de un penal. / Marcela Madrid
Interno es el único restaurante de América Latina que funciona dentro de un penal. / Marcela Madrid

Entre la diversa oferta gastronómica de Cartagena, a ningún turista o local se le habría ocurrido hasta hace poco ir a cenar a la cárcel de la ciudad. Hoy, el restaurante Interno, ubicado dentro del penal de San Diego, en el centro histórico, ya tiene reservas de visitantes de todo el mundo que quieren probar las recetas donadas por chefs como Harry Sasson, Guillo Vives y Koldo Miranda.

El proyecto es liderado por la Fundación Teatro Interno, que dirige Johana Bahamón, y su precedente es InGalera, un restaurante que funciona desde hace un año en la cárcel de Milán (Italia).

“Todo empezó hace como ocho meses, cuando Johana visitó la cárcel de Milán. Luego trajimos el modelo a Cartagena, hicimos las adecuaciones del lugar y las capacitaciones en panadería, emprendimiento, servicio al cliente, procesos básicos de cocina y huerta”, cuenta Luz Adriana Díaz, quien gerencia el proyecto desde la fundación.

El alma de Interno son 25 mujeres que cumplen una condena mientras se desempeñan como cocineras o meseras en el único restaurante de América que funciona dentro de un centro penitenciario.

Una de ellas es Francia Pérez, de 50 años. Desde hace dos años comparte celda con otras 25 mujeres. Todos los días se levanta a las 3:00 a.m., se baña de primera y después del conteo barre su patio, teje manillas y va al culto. Cuando se acerca la noche se prepara para cocinar ceviches, carimañolas, pescados, cocadas y arroz con coco. Dice que cuando salga quiere poner en práctica lo que ha aprendido en las capacitaciones y en la cocina de Interno para abrir un restaurante en su casa, mejor que el que tenía antes de atravesar las rejas de San Diego.

Algo que Francia le agradece a su nuevo trabajo es que la ayuda a pasar el día a día con una motivación y alejada de los roces diarios: “La que se queda achantada en la celda termina metida en algún problema. Hay que estar haciendo algo para tener la cabeza en otro lado”. En efecto, según Díaz, las discusiones entre las internas se han reducido en 50 y 60 % desde que arrancó el proyecto del restaurante.

Una de las caras visibles de Interno es Emilce Yépez, madre de cuatro hijas, quien trabaja como mesera. Aunque está a pocos días de la libertad, aprovecha al máximo el contacto con los clientes como experiencia para montar un café internet en la casa que anhela comprar. “Es un aprendizaje que me queda para mí, mi familia y mis hijos. El día de mañana yo no estaré en la cocina, pero me acordaré de los platos que ellas están preparando”.

Como Francia y Emilce, la mayoría de las mujeres que trabajan en cocina y servicios del restaurante son mamás y se encuentran en una etapa avanzada de la condena. Además de ellas, otras cinco internas se involucraron antes del lanzamiento en la adecuación del lugar: mezclaron cemento, pegaron tubos y pintaron paredes durante jornadas enteras hasta convertir un espacio inutilizado en lo que Emilce llama “un restaurante de caché”.

Otro grupo de 30 reclusas trabaja detrás de escena en una huerta ubicada en el patio, cultivando lechuga, pepino, cilantro y pimentón que sirven de insumos para los platos del restaurante. El director de la cárcel, Ramiro Cuadro, asegura que está gestionando con la Gobernación de Bolívar un terreno externo, en el parque Espíritu del Manglar, para implementar una huerta a mayor escala.

Parte de los fondos que se recauden con el restaurante se convertirán en bonificaciones que recibirán las familias de las internas en forma de becas, mercados, ropa o bienes que la fundación y la cárcel decidan. Otro porcentaje se destinará al beneficio general de las reclusas de San Diego, como kits de aseo o utensilios de uso diario.

Todas las que pasen por Interno obtendrán certificados laborales gracias a un convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo y recibirán reducciones en la condena.

Pero, más allá del aprendizaje y los beneficios para su familia y su futuro, Interno representa para estas mujeres el oasis que les permite hacer más llevadera su condena. Según Francia, la pequeña reja que separa la cárcel del restaurante marca el umbral entre dos mundos: “Es como el agua y el aceite. Allá sientes que estás como en tu casa y al final del día vuelves a tu realidad”.

Por Marcela Madrid

 

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