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La colombiana que quiere transformar al mundo con arte y filantropía

Colombia es un país en desarrollo que todavía tiene un largo camino por recorrer. Geneviève Maquinay Déséglise busca crear una conciencia artística y ayudar a los más vulnerables a través de su arte y su fundación.

Nicole Maquinay Villate /Estudiante de la Sabana
19 de agosto de 2023 - 03:00 p. m.
Geneviève Maquinay es presidenta de la fundación Caring For Colombia, creada en 2003.
Geneviève Maquinay es presidenta de la fundación Caring For Colombia, creada en 2003.
Foto: Archivo Particular

Del arte se puede vivir y también se puede ayudar. Geneviève Maquinay, o “Gigi” como le dicen de cariño sus amigos y familia, es una mujer apasionada por su trabajo. Es presidenta de la fundación Caring For Colombia, creada en 2003. La fundación la construyó junto con su esposo.

Caring for Colombia es una organización sin fines de lucro que establece conexiones y moviliza recursos entre la comunidad de donantes en Estados Unidos hacia fundaciones de alta calidad en el país para empoderar a las comunidades más vulnerables.

Maquinay nació el 12 de abril de 1962, en Bogotá, y vive en Harlem, Nueva York. Es artista y filántropa. Inició sus estudios de Bellas Artes en Colombia, y las terminó en Bruselas, Bélgica, donde completó sus estudios de pintura y escultura en la Escuela de Bellas Artes Visuales La Cambre, del cual se graduó con honores. Luego, estudió grabado fotográfico en Italia.

Es una mujer de estatura promedio, alrededor de 1,60 cms, piel blanca, pelo claro y ojos color café claro. Viste de manera muy colorida, con collares grandes y prendas largas. Su ropa refleja muy bien su personalidad, alegre y carismática, pues lleva consigo piezas que ha ido adquiriendo en sus viajes por el mundo. Es cálida e inspira tranquilidad. Tiene una voz ronca pero muy femenina, una forma de hablar y expresarse algo particular con la que tiende a repetir mucho las cosas y a veces le cuesta expresar sus ideas, pero esto simplemente demuestra la pasión que siente cuando habla sobre algo que le interesa.

Maquinay viene de una familia colombo-belga. Su padre era belga y su madre, una mujer de lo que popularmente se denomina la alta sociedad bogotana. Es la tercera de cinco hijos. “Fue una experiencia enriquecedora porque tener dos culturas, dos lenguas y dos backgrounds diferentes en una sola casa engrandece a cualquier persona en muchos aspectos”, dice. Su mundo siempre estuvo envuelto en riqueza cultural. Por ejemplo, podía pasar de cenar ajiaco una noche a comer huevos poché al día siguiente. O pasar de oír una conversación en francés y a los 5 minutos estar hablando en español.

Un llamado a temprana edad

Dicen que la gente nace con elementos predeterminados en sus gustos y habilidades. Los de Maquinay, sin duda, estaban encaminados a la filantropía y al arte. Estar expuesta a diferentes culturas le permitió conocer nuevas perspectivas del mundo y, por ende, de sus expresiones. Su primer acercamiento al arte se dio cuando viajó a Europa por primera vez a los 12 años. Allí comenzó a conocer museos y a experimentar la relación entre la obra física, la emocionalidad y el raciocinio que se le da. Los proyectos escultóricos de Maquinay son resultado, en parte, de su genuino sentimiento por la naturaleza y el medio ambiente. Materiales apropiados originalmente, como madera, piedra, cuerdas, textiles, vidrio y restos de metal, los reutiliza para sus obras, como testamentos de lugares que son significativos para ella, como memorias de tiempos pasados.

“Recuerdo mucho la comida de mi mamá, la casa y el calor de la familia. Recuerdo con mucho cariño los paisajes de Colombia. Extraño su naturaleza, sus colores, sus fragancias y sus montañas. Recuerdo tener 20 años y haber hecho viajes fabulosos por el país, y extraño mucho eso, los viajes largos donde puedo quedarme apreciando la belleza de la naturaleza. El olor de las frutas en el trópico es algo que no puedo olvidar”, cuenta Maquinay.

A sus 15 años, ya estaba inscrita en el taller del aclamado pintor David Manzur, donde, de seis a nueve de la noche, aprendió a dibujar y tuvo sus primeros encuentros con el arte de los desnudos. “Te puedes imaginar que, para muchas personas, y en esa época, una niña de uniforme que iba al taller y le tocaba dibujar desnudos no era algo normal”, dice Maquinay entre risas. Aprendió a dibujar no solamente mujeres, sino también a hombres. Ahí tuvo un descubrimiento del cuerpo humano y de su belleza natural. “Desde chiquita nació en mí la pasión por el arte. A veces me gustaba recoger piedras, o pedacitos de madera. Mi memoria es muy elástica porque el arte que yo hago en realidad es reciclaje y todos estos objetos materiales ya han tenido una vida”, afirmó la artista.

Cuando superó la mayoría de edad se fue del país buscando más libertad personal, creativa y mental. “Esa libertad me ayudó a crecer, a ser más sensible, más generosa conmigo misma y con los demás y a tener también una perspectiva mucho más amplia de lo que realmente la existencia”; explica. Con la habilidad de entender francés, inglés y español a la perfección, Maquinay comenzó a dejar atrás la idea de una sola nacionalidad, y empezó a sentirse orgullosa de ser ciudadana del mundo.

Una mirada más profunda

Es una mujer que disfruta de ir a bailar, escuchar música, ver películas y salir de vez en cuando a dar un paseo por la ciudad. Para ella, viajar es lo mejor que puede hacer cuando no tiene ninguna responsabilidad urgente. Descubrir lugares y actividades nuevas hace que se sienta satisfecha, aunque divide la mayor parte de su tiempo entre su taller de arte y la fundación.

Vive con su esposo, Christian, y sus tres hijos, Adrien, Lucas y Sebastien, en una casa de tres pisos, llena de dinamismo. “Solemos ver películas aquí en casa. No tenemos ningún género preferido. Sin embargo, tenemos momentos en los que vemos mucho cine antiguo. Nos gusta más el cine de ayer que el de hoy. En ocasiones encontramos cineastas que nos llaman la atención y vemos muchas películas de esa persona, como, por ejemplo, Pedro Almodóvar, Antonioni y Godard entre otros”, contó.

Lucas Déséglise, el hijo de la mitad, describe a su mamá como una mujer con muchas ambiciones y una energía inigualable, muy elegante y con mucho encanto. “La energía de mi mamá se usa de primeras para su creatividad. Es una artista fenomenal y estoy muy orgulloso de sus esculturas y sus pinturas. Siendo chico y mirándola pintar cuando volvía de la escuela, era para mí como soñar, escaparme del mundo, de lo académico, y entrar en su universo místico y mágico lleno de posibilidades. Mi mamá me enseñó a dibujar y fue quien me inspiró a ser creativo y le debo tanto por eso”, recalcó.

El hecho de ser una mujer rodeada de hombres ha sido un gran reto que ha tenido que afrontar, pues cree que hay diferencias muy marcadas entre ambos géneros y el hecho de no tener ninguna mujer como aliada en su casa es retador. La muerte de su mamá fue de las cosas que más dolor le han causado. Para ella es un vacío que está y nunca se irá. Sin embargo, en la vida hay tristezas, pero también alegrías y, para Maquinay, uno de los momentos más felices es ser madre. “Para mí, el reconocimiento de mi familia, de mi esposo y de mis hijos es lo más importante, más que cualquier reconocimiento que me puedan hacer en una revista o en alguna institución. En esos momentos es cuando más completa me siento”.

Para ella, Caring For Colombia ha sido una manera de expresar lo que realmente es y esto le ha permitido comprender que el mundo está lleno de injusticias, lo que la ha vuelto una persona más empática.

Michel Maquinay es uno de sus hermanos menores. Tienen y han tenido siempre una relación muy cercana pues los dos son personas sensibles que aprecian la belleza hasta en las cosas más pequeñas. “Gigi es una persona extraordinaria por muchas razones. Una de sus más grandes cualidades es su generosidad, pues es una persona que dedica gran parte de su vida a los demás. Es alguien muy especial. Su dulzura, su cariño, su dedicación y su paciencia son una serie de cualidades que son difíciles de reunir en una sola persona y ella las tiene. Es una mujer alegre y agradecida con la vida, es extraordinariamente sensible y dicho todo esto, es merecedora de toda mi admiración, de todo mi respeto y de todo mi amor”, afirma.

Para Maquinay, tener un taller donde plasma su arte es todo un privilegio. Exhibir sus pinturas y esculturas a diversos públicos la hace sentirse orgullosa. Algunas de sus obras han sido reconocidas en exposiciones internacionales como la exhibición “Objects and Lenses - Reclaimed Focus, Haim Chanin Fine Arts” en Nueva York en 2007; “Dialogues, Painting Center” también en Nueva York en 2003; y “Galeria Casa Negret” en Bogotá, Colombia en 1989.

Además de sus exposiciones individuales, Maquinay ha participado en varias exhibiciones grupales destacadas. En 2016, formó parte de la exposición “A Sustainable Life, Waterfall Mansion and Gallery” en Nueva York. En 2011, sus obras fueron presentadas en la muestra colectiva “Dialogues, Intimate Itinerary” en la sala de exposiciones de las Naciones Unidas en Nueva York. En 2010, participó en la exposición “Memory Leaks” en la Creon Gallery de Nueva York y también fue parte de la 1ra Bienal de Arte Latinoamericano en la Grande Arche de la Défense en París, Francia, en 1999. En 1990, formó parte de la exhibición “Seven Artists in Cartagena” y en 1988, junto a otros artistas presentó la exposición titulada “Homenaje a Bogotá 450 años” en la Galería Casa Negret de Bogotá.

Maquinay ha tenido el honor de trabajar en un tipo de proyecto llamado “In situ”, lo que se refiere a una obra de arte que se instala de manera permanente en un lugar, dejando así una huella duradera. Una de estas destacadas oportunidades fue en el mariposario del Tolima, en Ibagué, Colombia. En este contexto, Maquinay ha creado obras como “Divinidad” y “El día y la noche” en Ibagué, y “Le Baiser”, “El Sur” y “Ciel et terre” en Brasil. Estas obras “In situ” permiten a Maquinay dejar su marca en diferentes lugares, fusionando su arte con el entorno y generando una conexión especial entre la obra y su ubicación geográfica.

Caring for Colombia

La idea de la fundación comenzó en el año 2000, en una época de mucha inestabilidad en Colombia y donde los secuestros abundaban. “Gigi” y su esposo se sumergieron en la cultura filantrópica de Estados Unidos y lograron redactar una carta, con la participación de varios intelectuales, para exigir a la comunidad internacional alguna acción concreta para frenar los secuestros y la violencia. Tras esta idea, quisieron empezar a recolectar dinero para enviar a distintos proyectos en Colombia y de esta manera ayudar a sus ciudadanos.

“Nos parecía que el país tenía potencial. Que la gente de Colombia era trabajadora y creativa y que la mayoría de las personas no tenían oportunidades por falta de salud, de educación y de paz. Queríamos hacer algo para ayudar a los más vulnerables a explotar ese potencial”, cuenta su esposo.

Una anécdota que él recuerda con mucha nostalgia es el momento en el que escogieron el nombre de la fundación. Se encontraba junto a Maquinay en un avión volviendo a casa desde Colombia y sentados uno al lado del otro, empezaron a jugar con palabras para encontrar un nombre que les gustara a ambos. Después de varios intentos, risas, combinaciones y muchas opciones de nombre fallidas, al final del vuelo llegaron al nombre de Caring for Colombia.

Para empezar a recaudar fondos organizaron un concierto en su propio hogar, donde llegaron un aproximado de 90 personas ese día; colombianos, norteamericanos, franceses, ecuatorianos y argentinos. Poco a poco, la fundación obtuvo bases sólidas para seguir siendo sostenible, incluso recibiendo la visita del homenajeado David Vélez, hoy la segunda persona más rica de Colombia, y su esposa, Mariel Reyes, quien también es filántropa.

Caring colabora estrechamente con diversas fundaciones y proyectos que comparten su misión. Entre estas organizaciones aliadas se encuentran El Colegio del Cuerpo, la Fundación Juanfe, la Orquesta Filarmónica de Medellín y la Fundación Asodisvalle liderada por Jeison Aristizábal.

En 2022, Caring for Colombia tuvo un impacto significativo en la vida de más de 106 mil colombianos, al financiar y respaldar 66 proyectos enfocados en áreas clave como el arte, la educación, la salud, el deporte y el desarrollo comunitario. En total, se destinaron $908,687 dólares a estos proyectos. $568 mil dólares se canalizaron directamente a través de fondos transferidos. Las regiones que se beneficiaron en mayor medida gracias al apoyo de la fundación fueron Cundinamarca, Antioquia, Norte de Santander, Tolima, Bolívar y Chocó. Sin embargo, Caring for Colombia está buscando oportunidades para expandirse y alcanzar un mayor número de territorios en el país mediante nuevas alianzas estratégicas.

El Colegio del Cuerpo es una de las organizaciones que más tiempo lleva trabajando de la mano con Caring. Es una corporación artística y educativa sin ánimo de lucro que forma artistas de la danza y busca impactar y transformar individuos y comunidades a través del arte. Con una trayectoria de 25 años, la danza contemporánea es su lenguaje principal.

Álvaro Restrepo, uno de los fundadores, cuenta: “La experiencia con Caring for Colombia ha trascendido las fronteras del tiempo, la visión y la generosidad, extendiéndose desde el año 2007, hasta el presente año 2023, movilizando recursos que han posibilitado la materialización de diversos sueños de la institución que han abarcado las diferentes dimensiones de nuestro trabajo: pedagógica, artística y arquitectónica, traduciéndose por ende, en desarrollo cultural y humano para las comunidades de niños y jóvenes a quienes está principalmente destinada nuestra misión”.

Mediante al respaldo de Caring for Colombia, El Colegio del Cuerpo destaca por la formación de niños, niñas y adolescentes a través de becas gestionadas por la fundación. Otro hito es la construcción del Domo, un espacio diseñado por el arquitecto Leopoldo Javier Combariza, que se ha convertido en un santuario para la formación, investigación y difusión de la danza, acogiendo a públicos de diferentes orígenes socioeconómicos, étnicos y culturales. Estos avances han expandido el impacto de los procesos formativos, de creación y difusión, consolidando al proyecto como un referente nacional e internacional en medio de la exuberante belleza natural que lo rodea.

“Por medio de esta alianza, nuestras misiones se han fortalecido en beneficio de la construcción de la paz en nuestro país, creando espacios de inclusión e innovación social y desarrollo cultural, diluyendo brechas de desigualdad e inequidad mediante la convergencia de las diferencias y la diversidad humana en procesos renovadores e inspiradores para el imaginario que traza las sendas del presente y el futuro de los pueblos de la tierra”, afirmó Restrepo.

“Gigi tiene muchas ideas y trabajar con ella es un proceso de descubrimiento porque muchas veces tiene una idea en la cabeza, pero no la tiene completamente articulada, entonces es un proceso creativo poder convertir esa idea en una realidad. A veces puede llegar a ser un poco desastroso, no en un mal sentido, sino que a veces el trabajo resulta haciéndose en horas no convencionales ya que es una persona supremamente hiperactiva y nocturna”, dijo Noelle Maquinay, su sobrina y encargada de las comunicaciones de Caring.

Para Maquinay, su trabajo como artista está sumamente ligado a su trabajo en filantropía ya que, al realizar una obra de arte, le está dando vida a una pieza nueva, con materiales que han tenido ya una vida pasada. A sus ojos, lo mismo ocurre en la fundación, ya que siente que cada proyecto le está dando la oportunidad a las personas que hacen parte de dicho proyecto de tener una segunda vida, una oportunidad de creer en ellos mismos y de ver la belleza que ellos tienen. “Esto les permite que pasen a otro estado, a un estado de gracia, y lo mismo pasa con el arte que hago. Mis objetos pasan de ser objetos que están olvidados a ser objetos que solamente por ponerlos en otra perspectiva, en otro lugar y de trabajarlos un poco empiezan a ser diferentes”, dice Maquinay con una voz casi temblorosa.

La filantropía en Colombia ha adquirido una relevancia significativa en los últimos años. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que el país recibe cerca de 34.5 millones de dólares anuales en filantropía privada de fundaciones internacionales. Estas iniciativas filantrópicas buscan abordar desafíos y necesidades urgentes en áreas como la educación, la salud, la protección del medio ambiente y el desarrollo comunitario.

“Hay muchos proyectos que aún me faltan. Creo que soy una persona que todos los días se le están abriendo nuevas posibilidades. Hay una cosa que me encantaría hacer y en la que estoy trabajando: quisiera crear un museo en Bogotá dedicado a las artes en general, traer a Colombia la idea de la filantropía, y cuando digo filantropía es en cultura y educación. Mi sueño es que las personas tengan acceso a una educación mundial del arte”, concluye.

Por Nicole Maquinay Villate /Estudiante de la Sabana

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