Un inesperado vendaval, que se registró el pasado 11 de agosto, en Condoto, en el sur de Chocó, a dos horas de Quibdó, provocó en poco menos de dos minutos la destrucción de por lo menos la mitad del casco urbano y la zona rural. El viento no solo arrasó con tejas de zinc, postes y transformadores, sino que además desbordó la capacidad de la alcaldía, que es de sexta categoría, y recrudeció la situación de la población, la mayoría de la cual vive en la pobreza. En el camino hacia el municipio hay mucha vegetación y a pesar de que la mayoría de la vía es pavimentada, la entrada entre el municipio de Itsmina que conecta a Condoto es destapada.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
“Empezó a relampaguear y se fue la energía. A las 5:00 p.m. estaba claro todavía y cuando brisa mucho, acostumbramos a abrir la puerta. Les dije a mis hijos que entraran y un rato después, casi a las seis, se veían los techos de zinc de casas de atrás volando, cayeron en las nuestras y rompieron otras láminas”, relató Ely Mosquera.
En el barrio Ameriquitas vive Ely, que es ama de casa y tiene cuatro hijos. La mayoría de las casas son en madera y con techos de zinc. Las calles de arena y por las lluvias de barro, son estrechas y de difícil acceso para los carros. En la mitad de la calle en donde está su casa había un poste atravesado y varios niños jugando y colgándose de el. Ely contó que días antes en otra tormenta cayó un rayo en uno de los contadores de la vivienda de al lado y se incendió, lo que generó alarma en la comunidad. Luego llegó el vendaval y tumbó ese poste, que fue conectado por la comunidad a la energía eléctrica. Ella se sienta en las tardes con sus hijos para supervisar que los niños no sigan jugando en el poste caído porque representa un riesgo.
“Esa noche no pudimos dormir aquí, me tocó llevar a mis hijos donde una vecina porque tenía miedo de que se cayera todo. Los colchones se mojaron, mi esposo se subió a acomodar algunas láminas y todavía tengo que poner baldes cuando llueve porque el agua entra por las goteras”, agregó Ely.
La alcaldía registró 1.991 familias afectadas, seis viviendas con pérdida total y el resto con daños parciales en los 21 barrios y dos corregimientos del municipio. El secretario general, Darlintong Mosquera, explicó que, tras los recorridos nocturnos y las cifras totales del censo, el número de damnificados fue de 5.631 personas. Asimismo se suman las necesidades en el municipio, pues se necesitan al menos 40.000 láminas de zinc para recuperar las cubiertas de sus casas, además de colchones y kits humanitarios para atender a los damnificados.
A pesar de los daños, perder la conexión eléctrica antes del vendaval atenuó la tragedia. Según el secretario, como ya estaba oscureciendo y no había luz, el flujo de personas en la calle bajó, “ si no, la historia sería otra”, aseguró el secretario Mosquera.
Aún así, cuatro personas resultaron con heridas leves, entre ellas un menor de edad, mientras que decenas de familias perdieron todo. Una de las casas más afectadas estaba en un terreno apartado, al lado de vegetación, y estaba construida en tablas de madera desgastadas, sobre la que cayeron dos árboles. Perdieron su televisor, la nevera, los colchones, y los cinco integrantes de la familia se acomodaron en una esquina de la casa para no mojarse, ya que las lluvias continuaron y el resto de la casa se seguía derrumbando.
“El que tenía algo de dinero pudo comprar y techar al día siguiente, pero el que no, todavía tiene la casa destechada. Nadie salió esa noche, la lluvia no paraba y lo único era encerrarse y aguantar”, mencionó Martha, otra vecina afectada. La distribución de las láminas por parte de la Alcaldía priorizó a las que estaban completa o parcialmente destechadas, a las que se les corrieron algunas láminas las incluían entre la lista de afectados pero quedarían para después. Sin embargo, la demanda superó la asistencia.
Cuando llegaba el carro con el personal que las repartía las familias estaban sentadas en las puertas para recibir las láminas y otros preguntaban cuándo llegarían las de ellos. Algunas láminas nuevas se veían afuera de las casas, esperando la instalación, ya que cada familia es responsable de colocarlas.
La mayoría de las láminas llegan desde Medellín y Pereira a través de un solo proveedor que tiene una ferretería en Itsmina, un municipio por el que se pasa antes de llegar a Condoto. Según el secretario de gobierno, cada teja puede costar en el mercado unos $40.000, pero para Condoto el precio aumenta por el transporte e impuestos, quedando en $50.000 o $60.000.
Ante la magnitud de la emergencia, la administración municipal declaró calamidad pública y redirigió recursos que estaban destinados a proyectos culturales e infraestructura para poder comprar 10.000 láminas de zinc y mercados.
Parte de esos recursos estaban pensados para la construcción de un parque en la cabecera municipal, un muro que funcionaría para mitigar los deslizamientos, obras de alcantarillado para aguas residuales y pluviales, fiestas patronales, que realizan entre septiembre y octubre de cada año y por último, proyectos de inversión social con niños, niñas y adolescentes, que realizan en octubre.
Con apoyo de la Gobernación del Chocó llegaron 2.000 láminas más y 500 mercados, y a través de donatones ciudadanos recolectaron otras 1.100 tejas y algunas ayudas alimentarias. “Todavía tenemos cerca de 1.000 familias que no han recibido ningún tipo de ayuda”, reconoció el secretario Mosquera.
La crisis que se viene cocinando
En Condoto, la economía local depende casi exclusivamente de la minería artesanal que buscan los habitantes en municipios aledaños, a la par se mueven pequeños emprendimientos y el trabajo informal, como el mototaxismo, en el casco urbano. Sin embargo, ninguno de estos ofrece estabilidad. “Aquí el nivel de pobreza es muy fuerte; no hay empresas grandes y la gente se emplea cuatro, seis o como mucho ocho meses al año. Eso hace que una tragedia como esta deje a todos afectados”, señaló Mosquera.
Ely no tiene empleo, se dedica a sus hijos. Y su esposo trabaja en oficios varios cuando algo le sale, pero por una cirugía permanecía en su casa para recuperarse. Ella dice que para comer se han ayudado con lo que pueden conseguir y con la ayuda de otros familiares.
Esta es una situación que se replica en varios lugares del departamento. Según el informe del Banco Mundial “Trayectorias: Prosperidad y reducción de la pobreza en el territorio colombiano”, más de 16 millones de personas viven en pobreza en el país, la mayoría de las cuales se concentran en Chocó y La Guajira dos de cada tres personas se encuentran en situación de pobreza.
Además de las condiciones de precariedad, la presencia de grupos armados ilegales ha agravado la situación y la calidad de vida de la gente que vive en Condoto. “Cerca de la zona urbana, hay presencia del Clan del Golfo. Y en la zona rural pues ya está el ELN, entonces digamos que les ha afectado... a nivel local mucha extorsión a los comerciantes, los pequeños productores. Lastimosamente aquella persona que no paga una vacuna aquí no puede hacer su actividad de manera tranquila”, agregó el secretario de gobierno.
Por otra parte, un habitante que vive ahí hace 18 años, relató que otra de las afectaciones de la presencia de grupos armados se ve reflejada en la niñez y la juventud. Las dificultades económicas de las familias han hecho que jóvenes vean a los grupos ilegales como una salida para tener ingresos rápidos, lo que los pone en riesgo de ser reclutados.
Además, los menores de edad suelen permanecer mucho tiempo solos o a cargo de familiares que no son sus padres, ya que por la minería artesanal fuera del municipio, están fuera de casa hasta por semanas.
No ha escampado
En el municipio se ha tejido una red de apoyo que permitió que varios de los damnificados se pudieran hospedar en casas de vecinos y familiares, señala Mosquera, por lo que no hubo necesidad de instalar albergues temporales.
La Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (UNGRD) llegó a la zona semanas después y anunció la entrega de 450 colchonetas y otras ayudas humanitarias para el municipio, pero más allá de la asistencia humanitaria, los habitantes del municipio han pedido acciones contundentes que mitiguen el riesgo, pues las lluvias posteriores terminaron de tumbar el centro de salud, y dejaron damnificadas a más familias. “Antes esto pasaba cada nueve años, ahora ya hemos tenido varios en menos de dos. Por eso necesitamos un sistema de alerta temprana que nos permita resguardar a las familias y evitar una tragedia mayor”, insistió Mosquera.
Mientras tanto, los damnificados siguen sosteniéndose de las donaciones que ha recolectado la Alcaldía de particulares y de privados, a la espera de asistencia para las lluvias, pero también de alternativas para sacar al municipio de la crisis general.