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La historia de la mujer que vive la violencia como costumbre

Con 31 años de edad, Derly Rodríguez ha tenido que enfrentar la violencia desde su condición de desplazada y víctima de maltrato. Ahora teme que sus hijos hereden aquello a lo un día se acostumbró.

Javier González Penagos

18 de mayo de 2014 - 01:21 p. m.
Actualmente Derly hace parte del programa Mujer Barranquillera, que ha logrado mejorar las condiciones sociales y económicas de cerca de 10.000 mujeres. /Cortesía Alcaldía de Barranquilla
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De acuerdo con cifras de la Corporación Sisma –entidad encargada de velar por los derechos de la mujer–, en promedio cada 11 minutos una mujer es agredida en Colombia por su pareja o expareja.

Hasta hace unos meses, Derly Rodríguez, una mujer de 31 años oriunda del departamento de Chocó, estuvo a punto de ser una víctima mortal de la violencia contra la mujer, un flagelo que en el 2012 cobró la vida de 138 mujeres en el país.

Y es que en la cabeza de Derly aún retumban las palabras que Fabián*, su hijo mayor, quien semanalmente tenía que irse a casa de su abuela ante el riesgo de ser atacado por su padrastro: –“Mami, prométeme que no te vas a dejar matar. Que cuando yo vuelva te encuentre viva–”.

Desplazada del municipio de Riosucio (Chocó) cuando tenía seis años, Derly, quien ahora reside en Barranquilla, ha tenido que sortear el fenómeno de la violencia e incluso, acostumbrarse a coexistir con él. Luego de abandonar Chocó –ante la prisión de un grupo armado que ambicionaba la finca de sus papás– tuvo que trasladarse con sus hermanos a Apartadó en Antioquia, donde los ataques ahora provenían de su papá.

“Mi papá celaba a mi mamá, la controlaba y la maltrataba sin importarle que nosotros lo viéramos. La difícil vida de mi mamá se repitió casi igual en mí: yo tuve mi primer marido cuando iba a cumplir 20 años, ella se casó a los 14, porque mi abuelo fue asesinado y mi abuela tenía problemas mentales. Estaba loca. Por lo que no tuvo más remedio que irse con mi papá, quien después le pegaba y la humillaba. Son maldiciones que se repiten”.

Cuenta Derly –la mayor de cuatro hermanos, todos hombres– que un día no toleró las golpizas que su papá le propinaba a su mamá y decidió enfrentarlo. Ante el miedo de que su propio padre también la atacara, la mamá de Derly decidió enviarla a casa de sus tíos en Cartagena, donde se enteró de su separación, lo que más que alegría, le causó tristeza. Desde hace mucho tiempo, Derly estaba esperando que su mamá abandonara a su padre, de haber sido así, manifiesta Derly, no habría tenido que irse a otra ciudad.
“Lloré, le reproché el por qué no lo había hecho antes, ¿por qué no me evitó tanto sufrimiento? Ella aguantó mucho porque dependía económicamente de él. Cuando yo me casé, llevaba ese dolor y la violencia en mí y era yo quien le pegaba a mi marido. Él era una persona pasiva y tranquila, pero yo decía ‘a mí ningún hombre me va a hacer lo que mi papá le hacía a mi mamá’ y fracasé”.

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Tras separarse de su primer marido (el padre de Fabián), llegó otra pareja a su vida, quien, indica Derly, tampoco toleró su forma de ser y la dejó. Con él tuvo otro hijo, esta vez una niña. Posteriormente, llegó a Barranquilla y conoció a su actual pareja, a quien describe como ‘su maldición’. Aunque por un lado es el padre de dos de sus hijas, también es la persona que más la ha maltratado, logró cambiar su temple y la hizo perder la esperanza en la vida.

“Cuando empezó a pegarme yo pensaba: ‘pobrecito, él va a cambiar’. Lo amaba tanto que cuando estaba borracho lo cuidaba. Se gastaba toda la plata y a mí, embarazada, me tocaba ponerme la ponchera de aguacate para salir a trabajar para pagar el arriendo y la comida”, señala. Fue así como Derly se convirtió en una de las más de 1.500 mujeres víctimas de la violencia de género en Barranquilla, conforme a cifras de Medicina Legal.
De acuerdo con Derly, su último marido la destruyó física y moralmente al punto que permitió los maltratos que, de manera paulatina, fueron acabando con ella. Una de las cosas que más la afectaba, además de que sus hijos se dieran cuenta de que era una mujer a quien su esposo golpeaba, era que sus vecinos se enteraran de sus peleas, por lo que decidió responder obedientemente a sus ‘reclamos’.

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“Mi marido me pegaba y yo le pegaba. Mientras esto pasaba, tenía que escuchar cómo mis hijos gritaban –algo que a la mujer la hace débil-. El hombre puede ignorar el llanto de sus hijos, uno de madre no. Te están pegando y no estás pensando en que te están maltratando sino en que tus hijos están llorando. Los vecinos piensan que a uno le gusta esta vida. Dicen ‘ella se lo busca’, ‘para qué vive con él’, sin darse cuenta que la mujer ni siquiera tiene a dónde irse; incluso sus propias mamás las humillan y prefieren devolverse”.

Y es que la situación de Derly en Barranquilla no es aislada. Según cifras del Fondo de Seguridad y Convivencia de la ciudad, en 2013 se registraron 22 homicidios de mujeres en el Distrito. Cifra a la que se hubiera sumado de no haber sido porque decidió abandonar a su pareja; no obstante al enterarse que estaba embarazada no pudo trabajar –debido a que podría poner en riesgo al bebé– y tuvo que regresar. Al tener que responder económicamente por sus dos hijos, sus jornadas laborales se doblaron y le inquietaba tener que dejarlos solos.

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“El médico me dijo que no podía seguir trabajando, volví a la casa y mi esposo me humilló. Llegué incluso a reprochar mi embarazo. Las dos hijas que tuve con él nacieron prematuras, pues no atendí las recomendaciones del médico: tenía que trabajar o ver cómo mis hijos se dormían sin comer. Me tocó volver al infierno; recién parida me tocaba ir a trabajar y pagar el arriendo, mientras llegaba borracho a pegarme”.

Cansada del maltrato y cuando su hija menor se recuperó de graves complicaciones producto de varios descuidos en su embarazo, Derly se dio a la tarea de independizarse de su pareja y consiguió una casa en un barrio de invasión lejos de su marido.

“Abandoné mi casa y se la dejé a él, pero me buscó y hasta allá llegó y lo hizo borracho. Me dañó la nevera, tumbó el televisor y cogió a golpes todo lo que encontró a su paso. Vi como destruyó todo mi esfuerzo, las cosas que yo trabajé para mis hijos. Ese día me fui contra él, cogí un machete de la rabia y casi lo ataco, pero gracias a Dios los vecinos me contuvieron, si no me hubiera ido a la cárcel y nadie habría velado por mis hijos. El maltrato es tanto que uno busca que se muera”.

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Por sugerencia de sus vecinos, Derly buscó ayuda en la Alcaldía de Barranquilla a donde llegó buscando subsidios y beneficios como madre cabeza de familia. No obstante, más que ‘asistencialismos’ como lo llama Derly, se encontró con el programa Mujer Autónoma Barranquillera que le brindó una atención integral para superar el maltrato y capacitarse en derechos humanos.

“Allí aprendí que debía curar mis heridas. Ese programa levantó mi autoestima y me dio el valor y las herramientas para combatir el maltrato, incluso me volví más amorosa con mis hijos. Se trataba de un proyecto para mujeres en condición de vulnerabilidad en el que nos enseñaron nuestros derechos y promovieron nuestra autonomía. Entendí que si quería un cambio en mi vida, primero debía cambiar yo. Allá me orientaron y me dieron las bases para pelear por mis derechos”, precisa Derly.

De acuerdo con cifras de la Alcaldía de Barranquilla, en 2013 cerca de 10.600 mujeres fueron atendidas en el programa Mujer Barranquillera, abarcando 53 barrios de la ciudad. Sumado a ello, por iniciativa de la Secretaría de Gestión Social se firmó el pacto Maltrato Cero, con el que se constituyó ‘La Ruta de atención Integral contra el maltrato’, en el que se capacita a la mujer en herramientas para evitar y denunciar la violencia y el maltrato.

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Con la asistencia de la Alcaldía, Derly logró demandar a su pareja y aunque no ha logrado expulsarlo de su casa, ya no la maltrata y adelanta los trámites para legalizar la casa a su nombre. Sin embargo, ahora busca que el programa se extienda hasta sus hijos, pues reconoce que ellos también son víctimas de la violencia.

“Mi hijo mayor ya cuida a sus hermanas y es un berraco, pero en el colegio es violento con las mujeres. Estoy trabajando en eso. Él le quiere pegar a la mujer y se le va con una violencia impresionante. Lamentablemente eso es lo que ha visto y lo que los hijos ven es lo que se refleja. Creo que le pasa igual que a uno de mis hermanos, que le pega a las mujeres como mi papá y eso que dice odiarlo, pero entre mis hermanas hemos concluido: ‘qué tristeza el niño es igualito al papá’. No quiero que esto lo tengan que vivir mis hijas, no quiero que se repita porque estoy segura que una vida de conflicto se repite. Es una cadena de maltrato”, puntualiza Derly.


*Nombre cambiado

 

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Por Javier González Penagos

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