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OPINIÓN/La reconstrucción de Providencia y la exclusión del conocimiento ancestral

La visión de una isleña por adopción.

Claudia Aguilera Neira*

26 de agosto de 2022 - 04:31 a. m.
Son 152 establecimientos de turismo a repara. Hay finalizados 42 (27,6 %).
Foto: María Camila Ramírez Cañón
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Los 600 millones de pesos en promedio que costó cada casa en Providencia, según la anterior gerencia de la reconstrucción, tienen que ver en primera medida, con no haber involucrado el conocimiento ancestral en semejante y descomunal empresa. En otras palabras, en desconocer y descalificar la experiencia, la interacción de los isleños con la naturaleza en un medio hostil como el de Providencia y Santa Catalina.

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Como es habitual, la prepotencia de los genios de escritorio, pudo más que el sentido común y cuadrillas de burócratas aterrizaron en Providencia y Santa Catalina para enseñarles a los isleños cómo vivir en una isla, cómo almacenar agua potable, cómo reconstruir sus destrozadas casas, cómo reparar sus pozos sépticos.

De nada valió el conocimiento local. Los que pudieron, rescataron el material que dejó el Iota y después las demoliciones ordenadas por los genios en mención, y de la nada, con escombros como materia prima, edificaron sus viviendas . Otros, exigieron casas iguales a las que tenían. Pero, no nos digamos mentiras. Es una minoría la que pudo y supo actuar rápido. Muchos otros se fueron. La gran mayoría, vivió en albergues, en carpas, en ranchos hechizos y con baños portátiles prestados. Se ve pintoresco pero no tener agua ni siquiera para bañarse y sufrir las inclemencias del clima tropical por más de 16 meses, es traumático y es inaudito.

Ahora resulta que los providencianos son unos malagradecidos porque “osan” evidenciar que las casas están llenas de fisuras, de grietas, de ventanas y pisos inestables y materiales de mala calidad que se han oxidado. Sin contar con que la humedad no da tregua.

¿Cómo que a caballo regalado no se le mira el diente? ¿Cómo que no pueden protestar por las tejas, las casas galvanizadas, las bisagras oxidadas y mal puestas, el agua filtrada en casas que no han cumplido un año?

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Y ¿cómo afirman los contratistas y consorcios, sin siquiera sonrojarse, que son casas sismorresistentes, contra huracanes y que van a durar 50 años?

Para mí, muchos de los “agradecidos” padecen una especie de síndrome de Estocolmo. Atrapados en una realidad que no pueden modificar, no les queda otro camino que dar gracias por lo recibido. No importan las condiciones.

Y no significa que todo esté mal. Tampoco que todo esté bien. Reconstruir Providencia y Santa Catalina ha sido una labor titánica y sin precedentes. Y eso es una realidad.

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Pero....si hubieran atendido el clamor raizal, si hubieran dejado que los calificados ebanistas y carpinteros isleños que han construido toda la vida o que viven en Gran Caiman, por ejemplo, donde cuentan con más y mejores recursos hubieran iniciado la reconstrucción, otro sería el cantar.

Las casas de colores son lindas pero muchas no tienen ventanas, ni patios, ni balcones y no tuvieron en cuenta el “ser isleño”.

Demoler las cisternas y pozos sépticos ha generado una crisis y emergencia ambiental en el territorio. Pandemia, huracán, emergencia ambiental y sanitaria. Falta de hospital. Gente todavía viviendo en carpas y quienes vivían en arriendo, aún en fila de espera.

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¿Qué falta? Una reconstrucción humana

Por eso, me llena de esperanza la visita de nuestro presidente Petro. Fue, oyó y entendió los argumentos de la gente que habló sin miedo a las represalias, a pesar de cualquier síndrome. Ahora, esperemos que actúe. Por lo menos, demostró que tendŕá en cuenta el disenso, haciendo una de sus más significativas reuniones en el Dignity Camp. Allí, hace 531 días, pescadores de las islas se oponen a que la Armada de Colombia instale su muelle y puesto de mando, en este lugar de desembarco diario de pescadores, de alta importancia cultural y donde se ubica la sede de una cooperativa de pescadores.

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Ojalá el presidente Petro también venga a San Andrés, porque si en Providencia y Ketlina llueve... por aquí nada que escampa...

*Periodista especializada en temas ambientales y radicada en San Andrés.

Por Claudia Aguilera Neira*

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